Retahílas

Un Domingo de Ramos de novela

  • En ‘Sevilla es mu shica’ se entrecruzan las historias de veinte personajes l La trama se inicia el Domingo de Ramos del año pasado y acaba con la entrada de las carretas al Rocío

Sergio González, con un ejemplar de su libro 'Sevilla es mu shica'

Sergio González, con un ejemplar de su libro 'Sevilla es mu shica' / Juan Carlos Muñoz

CUMPLE años el domingo del Pregón y acaba de presentar una novela, su cuarto libro, Sevilla es mu shica (Group Edition World) cuya acción se inicia el Domingo de Ramos del año pasado, que fue 25 de marzo –el día de hoy sería Viernes de Dolores– y acaba el día que entran las carretas en el Rocío. Del Domingo de Ramos al de Pentecostés. Con la Feria por medio. El último reto narrativo de un escritor singular, Sergio González Contreras (Aracena, 1975).

Llegó a Sevilla desde su Aracena natal en 1998. “Me trajeron el trabajo y el amor”. Desde 2001 trabaja de vigilante de seguridad para la Junta de Andalucía, “para la Junta, no en la Junta, ya que me dedico a escribir la preposición en este caso es muy importante”. Destinado en la calle Castelar, observador por exigencia del guión, en la delegación provincial de la Consejería de Cultura fue testigo de una curiosa historia relacionada con la hermandad de Jesús Despojado que sale desde la capilla de Molviedro cada Domingo de Ramos, como el día que eligió para iniciar la trama de una novela coral.

Tan coral como una cuadrilla de costaleros. Una experiencia que ha vivido en primera persona tanto en las Siete Palabras como en las Aguas, aunque en ésta la última vez que iban a salir llovió en paradójica redundancia.

Antes, Sergio González publicó La mirada del toro, Garduña y El traductor del emperador. “He abandonado la novela histórica, que es mi pasión, porque necesitaba un descanso de tanta densidad”. Por eso dio el salto desde la Historia a una novela “más que contemporánea, del año pasado. Sale hasta la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al Gobierno”. El día que Mariano Rajoy se vio obligado a abandonar la Moncloa. El mismo día que Zidane dejó el banquillo del Real Madrid, aunque nueve meses después ha vuelto. “La vuelta de Rajoy sí que sería una novela”.

En la portada de Sevilla es mu shica hay un capirote. “La portada es un jeroglífico, hermanamiento de la Sevilla tradicional, representada por el capirote, y la más moderna, la de las Setas”. El diseño de la portada se lo ha hecho su sobrino Daniel González. Todo queda en familia. La foto del autor se la hizo su hija Paula.La novela empieza por el capítulo 14, quizás un guiño a los lectores de Rayuela de Cortázar. Hay que leerla cruzando los capítulos como los armaos en las esquinas. El primer capítulo, titulado El empresario, es el antepenúltimo. “No es una novela al uso. La editorial me pidió una sinopsis y escribí que es una novela deconstruida, como la cocina que se ha puesto de moda en los malditos gastrobares”.

Los personajes proceden de diferentes oficios, barrios, nivel social, equipo de fútbol y hermandades. “Vienen de mundos diferentes, pero al final todos están relacionados unos con otros”. Todo en todo, la idea de Joyce en el Ulises. “Está demostrado científicamente que basta con siete personas para relacionarse con el resto del mundo. Y ahora con las redes sociales, con cinco ya es suficiente”.

La consagración de la primavera. La Sevilla que va del Domingo de Ramos al de Pentecostés. Una ciudad que explota en la calle, la principal cantera de todo novelista. “Sevilla es una ciudad que me ha dado lo mejor y lo peor. De lo mejor, me dio a mi hija, la mayoría de mis amistades, un trabajo, un desarrollo personal. De lo peor, me refiero a que hubo un momento en el que yo no entendía a esta ciudad, me enfadaba con ella”.

Esta novela es el momento del desenfado y el entendimiento. Su particular síndrome de Estocolmo con Sevilla, que finalmente lo conquistó. “Sevilla conquista a cualquiera, yo me refiero a que he sido conquistado por la sociedad sevillana. Yo venía de fuera, soy de fuera, pero me da coraje cuando hablan de Sevilla y los sevillanos sin conocerlos”.

Sevilla la chica, reverso del título de la extremeña Zafra, en la gran Sevilla. Empezó a escribirla en el año Murillo y el miércoles, en La Casa del Libro, que dirige el costalero Rafael García Orgambides, empezó su turné de presentaciones en los preparativos del quinto centenario de la primera vuelta al mundo. ¿Se puede dar esa vuelta sin salir de Sevilla, el territorio de la novela? “Por supuesto, no tienes más que entrar en el Archivo de Indias”. A dos pasos de la carrera oficial por la que llegan esos barcos con costaleros de la fe que emulan a los argonautas. Más de una vez pensó en Murillo viendo por la calle Castelar a su vecino Alejandro Rojas-Marcos, que se ha dejado el pelo como un futbolista del Ajax de los setenta.

Por Sant Jordi, tres días después del Domingo de Resurrección, cuatro días antes de las elecciones generales, viajará con su novela a Barcelona, a ese encuentro de rosas y libros. “Ya tengo cerradas Sevilla, Barcelona y Granada, Madrid está casi y Ronda muy adelantada”. Como todos sus libros, la presentará ante sus paisanos en Aracena.

La Semana Santa es la eclosión de los barrios. Entre El Cerro o Santa Genoveva y la Catedral hay más distancia que desde Belén a Jerusalén. “En la novela hay gente que vive en el centro, en la Alameda o en los Pajaritos. Gente con doble vida, con doble moral”. El trueno vestido de nazareno del poema de Antonio Machado que cantó Serrat. “Es prácticamente imposible hacer un perfil medio del sevillano. Cualquier intento acaba en tópico”. Asegura que todo lo que cuenta en la novela lo ha visto, lo ha oído o se lo han contado. “Sevilla es una ciudad que vive en la calle, escuchando en la barra de un bar te puedes encontrar una novela casi hecha. Además, la gente en Sevilla habla muy alto”.

Sergio González se llama como el entrenador del Valladolid. No está muy contento con el de su equipo, Quique Setién, paisano de esos montañeses repartidos por las cofradías de la ciudad. En Sevilla tiene la estela de dos ilustres paisanos: Florentino Pérez-Embid, que fue director general de Bellas Artes y tiene calle junto a Mendigorría y el antiguo taller de Guzmán Bejarano; el prócer del Opus apostó por un joven arquitecto comunista, Víctor Pérez Escolano, para el Museo de Arte Contemporáneo; el otro paisano es Rufino, clásico de los pasteles de Aracena con sucursal a la Plaza de Cuba. Volverá a la novela histórica con el personaje de Arias Montano.

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