Una Provincia bajo el Antifaz

Semana Santa en Lebrija y Olivares: Ceremonial para un duelo

  • Cristo es descendido en Alcalá del Río y velado en Lebrija

  • Los nazarenos de la Soledad de Olivares sueltan sus colas en señal de luto

Los nazarenos, con la cola suelta, delante de la Virgen de los Dolores, de Olivares.

Los nazarenos, con la cola suelta, delante de la Virgen de los Dolores, de Olivares. / Fernando García García

La muerte de Cristo, en la tarde del Viernes Santo, ha sido tratada por la religiosidad popular desde las más múltiples formas. Algunas se perdieron con el paso de los siglos. Otras sobreviven en municipios sevillanos a través de ritos que constituyen una seña de identidad de dicha conmemoración. En esta entrega hacemos un repaso cronológico por tres hermandades de la provincia que recrean este momento de la Redención de manera muy distinta. 

Vayamos primero a Alcalá del Río, localidad mencionada ya en varias ocasiones en esta serie. La Hermandad de la Soledad celebra, a las doce de la noche, el ancestral acto del Descendimiento, el cual tiene lugar en la parroquia de Santa María de la Asunción, donde se encuentran los tres pasos de la cofradía: el de la Muerte (la Canina), el del Cristo de la Misericordia (imagen yacente) y el de la Virgen de los Dolores (con bordados de Patrocinio López y Olmo). Allí concluye la primera parte de la estación de penitencia, que salió a las 18:00 de la ermita de San Gregorio. 

En la medianoche se escenifica el momento en el que Jesús, tras expirar, es bajado de la cruz y trasladado al sepulcro. Cuando las puertas de la parroquia alcalareña se abren ya se encuentra el Señor de la Misericordia enclavado. Se trata de una imagen bastante antigua (siglo XVI), articulada y con pelo natural, pensada para este auto pasionista, en el que participa buena parte de los personajes que integran el cortejo penitencial. Para quitarle los clavos se suben a las escaleras dos nazarenos (sin antifaz) que encarnan a los Santos Varones. Una vez descendido, con la presencia de los soldados romanos, intervienen las Santas Mujeres, que presentan el cuerpo de Cristo yacente a su Madre. Posteriormente se introduce en la urna del paso. 

Momento en el que el Señor de la Misericordia es descendido en Alcalá del Río. Momento en el que el Señor de la Misericordia es descendido en Alcalá del Río.

Momento en el que el Señor de la Misericordia es descendido en Alcalá del Río. / Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río

Este acto era bastante habitual siglos atrás en la noche del Viernes Santo. En muchas localidades se sigue celebrando, aunque sólo aquí, en Alcalá del Río, se mantiene en la jornada para la que fue concebido. Acabada la escenificación y el rezo del primer día de la novena de la Divina Misericordia, la cofradía regresa a su capilla, a la que entra a altas horas de la madrugada.

Y si en Alcalá del Río se desciende a Cristo muerto, en Lebrija se le vela. Se trata de una tradición de la que existen documentos que avalan su celebración, al menos, desde 1753. El lugar elegido para este rito es el patio de los naranjos de la parroquia de la Oliva, un bello claustro con arcos de medio punto y balaustrada al que vigila una torre que guarda bastante semejanza con la Giralda. 

Una velación entre azahares

Hasta allí llegan a las 20:00 del Viernes Santo dos cofradías, la del Santo Entierro y la de la Soledad. La primera lo hace con el Cristo de las Cinco Llagas, una de las imágenes más antiguas de la provincia (siglo XIV). Se trata de una talla de estilo gótico, articulada y que es portada en la estación de penitencia en una urna llevada por ocho hermanos de la corporación, que la depositan en un pedestal de mármol, situado en el centro del patio, que hará las veces de catafalco. La otra cofradía que participa es la de la Soledad, una dolorosa bajo una cruz de la que pende un sudario.

El Cristo de las Cinco Llagas, al que Lebrija vela la noche del Viernes Santo. El Cristo de las Cinco Llagas, al que Lebrija vela la noche del Viernes Santo.

El Cristo de las Cinco Llagas, al que Lebrija vela la noche del Viernes Santo. / Migue Dorantes

Comienza entonces la Vela del Cristo. El claustro se mantiene a oscuras. Los únicos puntos de luz lo aportan los blandones, codales y cirios que permanecen encendidos. Los devotos se van turnando, por parejas, para rezar en dos reclinatorios ante la imagen yacente. El olor lo ponen los naranjos. Y la música, las importantes corales que participan, las cuales aportan la melodía de piezas fúnebres como El Miserere, de Eslava; Réquiem, de Mozart; o el Stabat Mater, de Pergolesi. 

El acto concluye antes de las diez de la noche, momento en que el Cristo de las Cinco Llagas es trasladado al Sagrario de Verano (dependencia así llamada porque sólo se abre esos meses). Se representa, así, el entierro, puesto que las puertas se cerrarán y no se volverán a abrir hasta el Domingo de Resurrección. 

La Vuelta al Caracol

La muerte de Cristo no sólo se evidencia en ceremoniales, sino también en gestos que simbolizan ese duelo. Es lo que ocurre cada noche de Viernes Santo en Olivares, donde los nazarenos de la Hermandad de la Soledad -al llegar a la Plaza de España- se sueltan la cola rizada de sus túnicas en un acto conocido como la Vuelta al Caracol

Varios pueden ser los orígenes de este rito, convertido en seña de identidad de este municipio del Aljarafe, el único que lo ha conservado, pese a que en la antigüedad era bastante común entre los disciplinantes de las cofradías, que arrastraban las colas de sus túnicas. Así lo recogía Juan Infante y Galán en su obra Los Nazarenos de Sevilla. También aquí -como apunta José Ignacio Sánchez Rico, historiador del Arte- influyeron las costumbres de la monarquía, imitadas por la población durante la Era Moderna, cuando tenían el poder absoluto. Desde la Edad Medía la realeza mostraba el luto con una prenda conocida como la loba cerrada, que, en función de su largo, indicaba el grado de parentesco con el fallecido. 

Los nazarenos de la Soledad de Olivares, con la cola suelta al llegar a la Plaza de España. Los nazarenos de la Soledad de Olivares, con la cola suelta al llegar a la Plaza de España.

Los nazarenos de la Soledad de Olivares, con la cola suelta al llegar a la Plaza de España. / Fernando García García

Al margen de la Vuelta al Caracol, siempre resulta recomendable acudir a Olivares la noche del Viernes Santo para contemplar los tres pasos de la cofradía: el del Nazareno, el del Cristo Yacente y, sobre todo, el de la Virgen de los Dolores, atribuida a Montes de Oca e icono devocional del Aljarafe. 

 

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