Contrapunto | Jueves Santo

“El Sentencia, el Dios deseado y deseante de Juan Ramón”

  • Poeta y profesor de Inglés en un instituto, fue costalero y es armao de la centuria l Salió un año de nazareno, el 2000, “íbamos por los soportales del Salvador, el suelo temblaba”

José Gálvez, armao de la Macarena, en la puerta de la Basílica

José Gálvez, armao de la Macarena, en la puerta de la Basílica / Víctor Rodríguez

DIECINUEVE años de costalero en el Sentencia, este año hará otros tantos de armao de la Macarena. Dos maneras de vivir la Semana Santa y entre ambas, entre el costal y el escudo, un solo año de nazareno, pero qué año, el de la Madrugada de 2000. Las vivencias cofrades de José Gálvez (Sevilla, 1964), poeta y profesor de Inglés en un instituto de Gerena. Como Roma no paga traidores, el día que quedamos en el bar Plata, frente al Arco, me cuenta que ese día en clase han hablado de dinero... en inglés. Y les puso Money de Pink Floyd.

Nació en 1964 en el hospital de las Cinco Llagas, actual Parlamento. El hospital que formaba parte de la visión que tenía cuando con cuatro años llegan a la calle de Don Fadrique desde el Pozo Santo. “Desde la terraza se veía el hospital, el arco, el puesto de calentitos, el quiosco de prensa de Emilia, que es del 29, la muralla almohade”. La casa a la que viaja con el recuerdo. “Los tiempos felices de la infancia coinciden con mi casa de don Fadrique llena de primos y primas. Toda la casa olía a torrijas, a arroz con leche y a garbanzos con bacalao”.

Nace el 16 de junio, el bloomsday, premonición de quien se dedica a la enseñanza del inglés, de un año marcado por la coronación de la Macarena, el gol de Marcelino a Yashin –que consagra en su poema La madalena rusa donde Tolstoi y Dostoievski escoltan a Rinat Dassaev– y un suceso musical, “el año que los Beatles sacan dos discos, A Hard days night y Beatles for sale”.

El costalero Gálvez Gálvez. “Mi padre nació en Aguadulce, mi madre en el Corral del Portugués, en San Bernardo, y cantaba saetas, igual que mi abuelo, que me enseñó la soleá de la Alameda”. 19 años en la trabajadera del Sentencia, de patero izquierdo. El doctor Acal, especialista en costaleros, le recomendó que lo dejara. “Un grupo de cinco costaleros nos pasamos a los zancos de la Virgen y ahí dejé el costal, sonando Coronación”.

El nazareno Gálvez Gálvez. Después de casi dos décadas de vivir la Semana Santa como un submarinista, le apetecía disfrutarla en la calle, ver al Gran Poder, al Silencio por Francos, ver entrar el Calvario. Pero decidió salir con la túnica. “El año de las carreritas. Íbamos por los soportales del Salvador, un antiguo costalero hizo algo que no se debe, llevaba un pinganillo y dio la alerta, oímos la estampida, como si el suelo temblara”.

El armao Gálvez Gálvez. Llevaba diez años de aspirante. “Mi familia le compraba la fruta a Pepito García, el capitán de los armaos, en su puesto del mercado de la Encarnación”. Fue el año 2001, el de la película de Kubrick, aunque su odisea era más la de Espartaco, “romanos escoltando al Señor”. Cuando llega el día, “salgo a la calle y me siento un superhéroe de Marvel. Los niños se te acercan. Los turistas te hacen fotos”. Después de 24 horas en la calle, con vivencias como la visita al Gran Poder, “si la Semana Santa es algo es memoria”, o a los hospitales, vuelta a casa “y empieza la búsqueda de uno mismo”. Búsqueda que convirtió en el poema Viernes Santo. “Me pongo mi corbata oscura y me voy solo”. Ahí están San Isidoro (“roca que respira flor”), Montserrat, el Cachorro, la Soledad de San Lorenzo...

Barrio y familia. Su hija Julia estudia Traducción e Interpretación en Edimburgo y vendrá a Sevilla para salir de nazarena con la Macarena. Para Gálvez no ha sido un proceso sencillo. Pasó del colegio La Salle de San Luis a San Isidoro, donde se nutre del magisterio de profesores como Salvador Compán o Abelardo Rodríguez. “Yo era progresista, gafas redondas de Lennon, foulard, chaqueta negra, y costalero de la Macarena”. Tenía que asumir sus contradicciones y encontró los mejores conductos: Isidoro Moreno, Núñez de Herrera y Juan Ramón Jiménez. “El Sentencia es el Dios deseado y deseante de Juan Ramón”.

Cambió el costal por la lanza y la rodela (el escudo). Ya no es costalero, pero mantiene sus cuadrillas: el grupo Costero Izquierdo, formado por tres armaos y dos aspirantes, quinta que da título a un poema-crónica: “¿Dónde queda, Señor, oh Lord, la Madrugada?”, cofrades heterodoxos; y también forma parte de la Asociación Científico-Cultural Cisco de Picón que todos los domingos se reúne en la Carbonería de Luis Astola, en la esquina de Relator con Parras, la Via Apia de la Macarena, con hitos como Juanita Reina o Enrique Pavón, el verdugo de Sevilla. A esa faceta científica debe el libro Tras las huellas de Darwin, que escribió al alimón con el profesor de Biología Fernando Morales Astola, primo del carbonero. Estuvieron en el pueblo natal del autor de El origen de las especies y en la abadía de Westminster donde está enterrado.La tercera cuadrilla de José Gálvez es lo que en uno de sus poemas llama “Tahona ecuménica”, referencia panadera al equipo de fútbol con el que jugó en los campos de San Benito, hoy Santa Justa, patrono de Europa y de un paso que lleva a Pilatos, el prefecto romano que representa al Imperio en el Sentencia.

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