Las feligresías de San Juan de la Palma y San Pedro fueron bendecidas el pasado sábado por la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, filial sevillana de la patrona de Andújar y de la Diócesis de Jaén. Gran ambiente de cofradías sin llegar todavía a la bulla. Volvía a salir un paso desde San Juan de la Palma tras casi dos años sin culto externo. La pandemia parece ser cada vez más compatible con la vida cotidiana de nuestras hermandades y cofradías.

La cuadrilla de costaleros se sometió a un test de antígenos, dado todos negativo en Covid-19. Para una mayor higiene, el clásico búcaro de agua y los jarrillos de lata se han sustituido por botellas de agua, que repartía con esmero el popular Angelito el aguaor. Asimismo, al igual que todos los integrantes del cortejo, portaron la mascarillas en todo momento, pese al calor y la sensación de humedad.

La hermandad había advertido al Cecop de la estrechez de algunas calles de su recorrido, especialmente la del Espíritu Santo, por si fuese necesario la limitación de aforo. Finalmente la procesión discurrió con total normalidad, gracias al buen comportamiento de los asistentes, todos haciendo uso de la mascarilla.

En la calle Feria se produjo la visita a la Capilla de Montesión. Sones de la Cruz Roja de Sevilla. Más tarde, ya con la caída de la noche, se abrieron las puertas de los conventos del Espíritu Santo y de las Hermanas de la Cruz, donde se escucharon los tradicionales rezos en forma de canto, viviéndose algunos de los momentos más especiales de la procesión.

Como anécdota, la cruz parroquial de la procesión de la Divina Enfermera se topó con el paso de la Virgen de la Cabeza en la esquina de la calle Alcázares con Santa Ángela de la Cruz. Las dos cofradías trazaron itinerarios con calles en común, con escasos minutos de margen.

Una tarde de fervor a la Virgen de la Cabeza, y de emoción, con el recuerdo de Adela Gutiérrez Alcalá, hermana mayor de esta corporación, que falleció a finales del mes de julio tras no superar un cáncer.