"No es aceptable que en una hermandad se guarden rencores"
Cardenal Kevin Joseph Farrell
El prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Vida y la Familia abre la segunda jornada del Congreso
Defiende que "las cofradías no son novicias en el camino de la Iglesia" y alerta de los peligros a los que se enfrentan
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El cardenal Kevin Joseph Farrell nació en Dublín, pero como bien ha dicho al término de su intervención el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Marcelino Manzano, puede pasar pefectamente por un cofrade criado en la calle Feria. Es tal el grado de conocimiento que atesora sobre la vida de estas corporaciones, que nada le resulta ajeno. Ni sus ventajas ni los inconvenientes que lastran más de lo deseable la misión evangelizadora a las que están llamadas. Así lo ha demostrado este jueves en la ponencia con la que se ha abierto la segunda jornada del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que se celebra estos días en la capital andaluza. Con el título de Las hermandades: casa y escuela de vida cristiana, comunión y sinodalidad, el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Vida y las Familias (que ha sido presentado por Reyes Muñiz) ha abundado en la riqueza espiritual y comunitaria que atesoran estas entidades religiosas, así como a los peligros a los que se encuentran expuestas.
Tras décadas de apostolado en Estados Unidos, monseñor Farrell, con un perfecto español (aprendido durante su estancia en Salamanca y desarollado "en las calles de México"), ha destacado al inicio de su intervención la antigüedad que atesoran las hermandades. Un comienzo que luego ha entroncado con el final. "Las hermandades no son novicias en el camino de la Iglesia". Frente a otras comunidades eclesiales, estas coporaciones formadas por laicos han sobrevivido a guerras y persecuciones. Tienen la historia de su parte, un valor que les permite enfrentarse a los distintos cambios sociales.
La amenaza del individualismo
En este siglo XXI, es el individualismo uno de los principales condicionantes, de ahí que el ponente haya incidido en el concepto de hermandad como casa donde sus integrantes "se reconocen a sí mismos". "La hermandad está llamada a ser el espacio vital donde cada uno se siente acogido, aceptado y reconocido en su individualidad, con lazos verdaderamente fraternales", ha insistido. ¿Cuándo se pone en peligro este cometido? Cuando entra de lleno la burocracia y las relaciones se reducen a un trato institucional entre los integrantes. "Entonces, ya no hay un encuentro de servicio, sincero, pues sólo se valoran el ego y el prestigio social", ha añadido.
Las cofradías también son escuelas, entendido tal concepto como el lugar donde sus componentes están llamados a salir de sí mismos, a ampliar sus horizontes, enfrentar sus ideas con otras y establecer nuevos contactos. El cardenal Farrell ha traído aquí unas palabras del papa Francisco, pronunciadas en 2023, cuando advirtió a las hermandades de que "la historia no puede convertirse en una celebración nostálgica del pasado, sino en un estímulo". "Mantener vivo el carisma de servicio y de misión, pero adaptándolas a las necesidades de nuestro siglo", ha concretado este Príncipe de la Iglesia.
Entre Fe y cultura
Las hermandades, ha recordado, tienen una misión evangelizadora muy particular, la de "conservar la relación entre la fe y la cultura de los pueblos", donde juega un papel esencial la belleza, como ya comentó el miércoles anterior monseñor Fisichella en la ponencia que sirvió de apertura del Congreso. Una belleza que no sólo debe quedarse en la estética, sino en la evangelizadora y la que se ejerce a través de la caridad.
Esta misión debe aplicarse a tres ámbitos. Por un lado, convertirse en escuelas permanentes de formación cristiana. "Las hermandades han de desarrollar un acompañamiento constante en el crecimiento espiritual de sus miembros a través de una catequesis viva y pragmática". El segundo ámbito es el de la comunión, entendida como el lugar de encuentros, que no deben limitarse a ocasiones esporádicas, sino "frecuentes y constantes". Una convivencia que se enfrenta a bastantes amenazas, a las que monseñor Farrell ha aludido sin rodeo alguno: "No es aceptable que en una hermandad se guarden rencores ni se alienten guerras internas o externas. Esto no es cristiano".
Con la Iglesia y no en contra
Otra advertencia: el intento de independizar a los laicos que componen estas corporaciones de la Iglesia y sus pastores. "Hay que caminar juntos, no por separados. Debe educarse a los laicos en el amor a la Iglesia. Las hermandades son católicas, formadas por hijos de la Iglesia y llamados a hacerla crecer, en comunión con los obispos y pastores. Sólo así pueden cumplir su fin evangelizador", ha subrayado el cardenal Farrell.
El último ámbito al que ha aludido ha sido el de la sinodalidad, fruto del discernimiento entre cofrades y la toma de decisiones. "Se trata de saber a qué misión nos llama Jesús como hermandad, qué debe ser prioritario dentro de ésta y qué debe abandonarse". Momentos constantes de diálogo y escucha que han de evitar "el personalismo y el monopolio en los cargos". "La sinodalidad ayuda a evitar el estancamiento y a que las cosas que llevan tiempo haciéndose se repitan continuamente, sin más razón", ha concluido el segundo ponente del Congreso, quien, antes de acabar su intervención, ha hecho hincapié en "las prácticas sinodales" para que las cofradías sean "más democráticas y misioneras".
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