Juan Parejo
¿Es peligroso salir a ver pasos?
A punta de bisturí
Lo acontecido estos días en el Levante español hace que cualquier debate en otra dirección carezca de interés y mucho menos de sentido, y a pesar de la magnitud de la catástrofe y de la urgencia humanitaria que representa, aún doy menos crédito de cómo reaccionamos como si nada de eso fuera con nosotros, tal y como observamos por televisión las catástrofes naturales en Sudamérica o Asia. Y no me refiero a que no se hayan organizado multitud de cuestaciones para colaborar, incluidas nuestras cofradías, o que miles de anónimas manos se hayan prestado para atender a tantas familias y a llenarse de lodo hasta la extenuación por mostrar nuestra mejor versión humana. Lo penoso de esa riada mortal ha sido que se ha llevado con ella al mar nuestro proyecto de país, y lo único que ha sacado a flote ha sido nuestra vergüenza como sociedad, por lo que espero que al menos sirva como punto de partida para una reflexión más profunda de a donde caminamos.
En un país tan joven en su andadura democrática, como es España, hemos desmembrado y descentralizado tanto el tejido administrativo que ante cualquier evento que nos saque de nuestro estado de confort requiere la conexión de tantas instituciones, activación de tantos códigos de emergencia y debates entre distintos, que el milagro es que a estas horas el número de víctimas no se haya multiplicado ya por diez. En escasos minutos la Generalitat Valenciana tendría que coordinarse con Gobierno Central, para la declaración de Emergencia Nacional, y solicitar la participación de la UME, bajo la coordinación del CECOPI, tras la alerta de una devastadora DANA, y que PP y PSOE estuvieran de acuerdo para declarar la Situación 3, según los Estatutos de las CCAA, por lo que el Ministerio del Interior, en coordinación con el delegado del gobierno y el Ministerio de Política Territorial tendrían que conectarse con la Cancellería de Justicia e Interior y el Delegado del Gobierno de la Comunitat para activar el ES-Alert, si con suerte lo hacen en el mismo idioma, para así poner en concurso a Protección Civil, al Consorcio Provincial de Bomberos y seguir las indicaciones de la AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar, para por fin declarar la alerta roja. Todo esto buscando el consenso entre las partes para no inferir en las distintas competencias de cada entidad. Lo dicho, la Virgen de los Desamparados tiene un milagroso manto.
Así que el único favor que nuestros dirigentes realmente le pueden hacer al pueblo damnificado, tras la creación de cientos de chiringuitos inútiles que “se pulen” el dinero de nuestros impuestos para desahogar las vidas de los miembros políticos de los diferentes consejos de administración que los rigen, ante la contemplación de cómo se exculpan literalmente lanzando las responsabilidades de unos a otros sin pudor, mientras se ahoga literalmente el pueblo de esta mentira de país, es que cuando hayan limpiado la última mancha de lodo en el que nunca enterrarán sus preciados zapatos, tengan la decencia de irse, mientras más lejos mejor, como el agua que se ha llevado las vidas, las ilusiones y los proyectos de tantos hermanos.
Mientras tanto, cuando aún se están buscando cadáveres atrapados en la trampa mortal del barro que podrían elevar la cifra de víctimas a varios centenares, en el resto de España se celebraban los goles de la Copa del Rey, se ataba la RTVE a las directrices del Gobierno porque era algo urgente y fundamental ahora, y se disputaba la jornada doce de Liga porque hay que desgranar quien va a Europa el año que viene y quien desciende. Y en Sevilla salía la Estrella hacia la Catedral aprovechando un clarito porque hace veinticinco años que se coronó. San Agustín y el Socorro fueron igualmente al Templo Metropolitano porque es fundamental que estén en la Catedral estos días. Volvía la Estrella en procesión de Gloria y honor de multitudes derrochando fervor y sevillanía por las calles, y la ciudad es ya un hervidero preparando la gran procesión Magna en la que saldrán las grandes devociones sevillanas, amén de más de un millón de personas foráneas que se sumarán a las ya existentes el puente de la Inmaculada en nuestras calles.
Todavía viven muchos de los que en nuestra ciudad sufrieron dramáticamente las crecidas del río y subsistieron de la solidaridad tras perderlo todo. Soy enemigo de las demagogias en estos momentos de alta sensibilidad, pero perdemos credibilidad y ganamos en hostiles si ante una crisis humanitaria de esta envergadura le añadimos una peor que es la de valores, y no entiendo la celebración de ningún festejo público que no fuera encaminado a la recaudación de ayudas para toda esa pobre gente que lo ha perdido todo, o que alguien me explique el significado de la declaración de días de luto nacional. Posiblemente, sea una reflexión muy personal, pero lo siento, no hay nada que celebrar.
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