Ignacio Valduérteles
Doctor de la Iglesia y cofrade
No cabe duda que la polémica creada con la restauración de la Virgen de la Esperanza Macarena tiene visos de convertirse seguramente en la noticia con mayor repercusión mediática de la historia de la hermandad y me atrevería a decir que de toda la historia de la Semana Santa. Las redes sociales han influido de forma negativa en crear una ola de desinformación y de bulos que han convertido la intervención realizada por la hermandad en noticia de calado nacional e internacional. Casi siete millones de referencias se pueden leer ya en el buscador de Google. Para que se hagan una idea la procesión del Cachorro en Roma, un hecho más que histórico, no llega al millón de referencias en el famoso buscador.
Se ha hablado mucho, y se seguirá hablando, porque a pesar de la humildad de la junta de gobierno de pedir perdón desde el primer momento que comenzó el revuelo el pasado sábado, hay devotos y hermanos con buena fe que siguen alimentando en las redes con sus dudas. Creo que la cofradía, que de forma interina dirige el teniente de hermano mayor por circunstancias personales del hermano mayor, está haciendo una loable actuación de transparencia en cada movimiento que realiza. También hay por desgracia quien aprovecha este revuelo para hacer burla sobre el sentimiento tan identitario que supone una imagen que es algo más que una escultura. Es un icono de devoción universal.
Y todo este asunto se produce meses previos a un proceso electoral donde dos miembros de la actual junta han manifestado su intención de presentarse. El teniente de hermano mayor, Eduardo Dávila, y el consiliario, José Luis Notario. Pero también ha anunciado que tiene la intención de presentarse el hermano Fernando Fernández Cabezuelo. No cabe duda que la herida abierta en el cuerpo de hermanos va a influir y mucho en las elecciones.
Decía que se ha hablado y escrito mucho del asunto, pero también se han producido dos silencios llenos de sensatez y que con su actitud contribuyen a calmar las aguas.
De un lado, el propio Fernández Cabezuelo que guarda un más que prudente silencio. Y de otro, el silencio guardado por la Archidiócesis durante tres días hasta que con un respeto máximo a la reunión de la junta de gobierno el propio arzobispo lanzó un mensaje -a las cuatro de la madrugada, dos horas después del comunicado de la junta- para hacer un llamamiento al perdón y que la Esperanza nos quiere unidos.
Dos gestos de prudencia en medio de tanta habladuría. Y eso que desde las Normas Diocesanas de 1997 las imágenes devocionales son propiedad de la diócesis y no de las hermandades.
Esperemos que pronto se convoque ese cabildo extraordinario para dar todas las explicaciones que se deban dar y que la tranquilidad vuelva a los hermanos. Una tranquilidad que se debe trasladar a la junta de gobierno, que ya reconoció su error y que no debería dimitir, como ya han hecho dos de sus miembros, porque no creo que debamos aplicar gestos de la política convencional a una hermandad que tiene como eje doctrinal la Iglesia. Y menos cuando tras el verano está previsto un proceso electoral. Se imaginan que dimite la junta y la Hermandad de la Macarena es gestionada por una gestora o un comisionado. Sinceramente creo que no hay que llevar a esos extremos el asunto y que es tiempo de silencios prudentes y trabajo interno más que de algaradas en redes sociales.
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