Así empezó todo

"Así, tan sencillamente, recibió la Tierra la irrupción de Dios en el tiempo, la presencia deslumbrante de lo divino en la vida ordinaria de cada uno"

¿Católicos o calvinistas?

Belén instalado en la Iglesia de la Anunciación.
Belén instalado en la Iglesia de la Anunciación. / Ismael Rubio

22 de diciembre 2025 - 06:20

Por el camino avanza un hombre joven, apenas veinte años, lleva del ronzal un borrico con su albarda y unos serones en los que transporta lo imprescindible para el viaje. Encima del animal, orgulloso de su carga: una mujer, casi una niña, casi cumplida, si no lo está ya.

En el pueblo hay demasiado alboroto. Buscan un sitio más tranquilo en el que disfrutar su intimidad. Llegan a una cueva utilizada para establo y aperos. Allí se quedan.

Mientras José se ocupa de quitarle el aparejo al borrico y meter las cosas dentro, María limpia y ordena el establo. Aparta la paja sucia y prepara un suelo de paja limpia sobre la que esparce romero, a modo de alfombra. Al fondo hay un pesebre que rellena con su manto mullido como colchón, sobre él extiende un paño de hilo que le había preparado la abuela. Serán los corporales que acogerán al Niño.

Terminados los preparativos se sientan, por fin, a descansar. Al fondo una mula, tercamente dócil, y un buey, de brava mansedumbre, asombrados, les dan protección y ofrecen compañía, junto con el borrico. Sentados en el suelo, cogidos de la mano, José y María hablan en voz baja.

El momento del parto

Estaban los dos hablando, ¿o estaban rezando?, cuando María aprieta las manos de José:

-Me parece que ya está aquí.

El aire se hizo más fino, la luna se detuvo un instante, ¡y se realizó el milagro! Casi sin advertirlo María, el Niño pasó de su seno al romero, para volver del romero a su costado.

Así, tan sencillamente, recibió la Tierra la irrupción de Dios en el tiempo, la presencia deslumbrante de lo divino en la vida ordinaria de cada uno.

Con la experiencia que da el amor a las madres, María toma a su Hijo en brazos, lo estrecha suavemente en su pecho, con gesto que repetirá, años más tarde, al pie de la Cruz, y lo besa, ¡su primer beso a Dios hecho hombre!

Caen sobre la cabeza del Niño, a modo de bautismo, las primeras lágrimas de amor.

Jesús recién nacido, la Palabra eterna del Padre, calla. La Virgen, ajena a todo, mira a su Hijo que sonríe y va sacando recuerdos que guardaba en su corazón.

Sagrada Familia

Ahora están los tres solos en la catedral de Belén en una serena explosión de amor. La criatura ha sido creada para amar y se perfecciona en la entrega, el amor es donación gratuita del amor recibido de Dios y aceptado con humildad. Los ángeles contemplan con admiración la corriente de amor en la que se afirma esa Sagrada Familia.

La gente se va acercando al establo. Mujeres envueltas en sus mantos llevando canastos con comida; otras, más jóvenes, con sábanas bordadas para envolver al Niño; hombres rudos, del pueblo, para echar una mano en lo que haga falta, y niños, muchos niños que nadie sabe de dónde han salido. Son los que se fueron al cielo antes de nacer. Unos porque la Virgen así lo dispuso, otros porque sus madres no les abrieron los brazos y tuvieron que refugiarse en los de la Madre Amable. Llevaban tiempo esperándolo, ahora, por fin, ya pueden disfrutar con Él.

¿Cómo continuó la historia? Cuentan que, después de muchas vicisitudes, la familia se instaló en Nazaret y allí vivieron durante años; pero ése ya es otro capítulo, ahora disfrutemos de éste.

Feliz Navidad.

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