El vía crucis del Cachorro: el Cristo de la mirada imposible

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La salida extraordinaria del crucificado protagoniza la primera bulla de la cuaresma

Uno de los momentos más esperados se ha vivido con la entrada de la sagrada imagen en San Jacinto

Las imágenes del vía crucis extraordinario del Cachorro por las calles de Triana

Hoy sale el Cachorro

Vía Crucis: El Cachorro ya está en las calles de Triana / Juan Carlos Vázquez

Empecemos por un tópico. Cantaba Pascual González –de cuya muerte se ha cumplido un año– que el Cachorro nunca ha visto ni Sevilla ni Triana. Su mirada a los cielos se la niega a los fieles que lo ven a diario en su basílica y en la calle los Viernes Santos (cuando no llueve). Y sí, es esa mirada perdida la que buscó el gentío que ayer lo acompañó en el vía crucis extraordinario por los 50 años del incendio del que esta magnífica talla –cima del arte barroco, como la definen los expertos– pudo salvarse. Medio siglo que bien merece una salida por las calles del antiguo arrabal. La primera bulla de esta cuaresma.

La campana de la basílica da la hora en punto. Son las cinco de la tarde y la cruz de guía se planta en la calle. La Ronda de Triana se ha colmatado de público, muchas familias con hijos y nietos. La tarde ha dejado atrás los nubarrones que tanto recordaban los cielos inciertos del Viernes Santo. Pide paso una ambulancia entre la muchedumbre.

Vía Crucis: El Cachorro recorre las calles de Triana

Vídeo: D. J. G.

Salida desde la basílica

El cortejo es mesurado. Soportable. Tienen gran presencia los jóvenes. Los hermanos portan cera blanca. Tras la cruz de guía viene el tintinábulo y el canópeo, símbolos de la denominación basilical que ostenta el templo donde se venera al Cachorro. Otro de los logros de este medio siglo, en el que la hermandad ha escrito una etapa de oro en su historia. En la presidencia, el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz; el alcalde de la ciudad, Antonio Muñoz; y el presidente del Consejo, Francisco Vélez.

Se escucha la música de capilla. Se hace el silencio. Se acalla el trasiego de sillas y mesas de un bar cercano (donde las copas de balón colmatan los veladores, es también la hora del “digestivo”).

El Cristo de la Expiración, al llegar a San Jacinto.
El Cristo de la Expiración, al llegar a San Jacinto. / Juan Carlos Vázquez

Aparece el crucificado sobre unas sobrias andas, sólo adornadas con un festón de claveles rojo sangre, que cubren la base del santo madero. Verle el rostro al Cachorro resulta tarea imposible. Sus ojos apuntan directamente al cielo de un febrero que apura sus últimos días. Su posición horizontal impide contemplar el ágil movimiento del sudario. Pero su presencia está ahí. Pesa. Se nota. Y corta la respiración cuando se le tiene cerca. Es la hondura, quizá, de la unción sagrada de una talla que esquivó las llamas de un fatídico 26 de febrero de 1973. La que atrae a un centenar de viajeros que acaban de bajar del autobús en Chapina. Su hablar los delata de otros lares.

Suena una saeta cuando el crucificado llega a la Ronda de Triana. La bulla se disuelve y va en busca de otro lugar para contemplarlo. Por aceras y bordillos la gente se aúpa intentando fijar sus ojos en los del Hijo del Patrocinio. Cuesta lo suyo.

Vía Crucis: El Cachorro ya está en las calles de Triana

Vídeo: D. J. G.

La cara del Cachorro se halla desde las azoteas y balcones. En las alturas. Y en el coro de la parroquia de San Jacinto, que abre sus puertas a una avalancha de personas que de inmediato toma asiento e invade el presbiterio. Delante del retablo, los titulares de la Estrella presiden un fastuoso altar de quinario. Arquitectura efímera de una cuaresma metida en abrigo.

La hermandad del Domingo de Ramos recibe a la del Viernes Santo en el atrio del templo dominico, donde al ficus que tanto titulares aportó en la sequía informativa de agosto (para satisfacción de los periodistas) le han nacido bastantes hojas verdes. Como al olmo seco machadiano, también espera el milagro sevillano de la primavera. A sus plantas tiene un adelanto. “¡Quién iba a decir hace algunos años que esta estampa se iba a contemplar en San Jacinto, con la alergia que daban aquí las cofradías”, refiere un trianero. En el interior de la parroquia resuenan los ecos de otra saeta. Es lo único que se escucha, puesto que el rezo de la estación resulta inaudible, al menos que se tenga un oído bastante fino.

Por las entrañas de Triana

Vista cenital del Cristo de la Expiración durante el vía crucis.
Vista cenital del Cristo de la Expiración durante el vía crucis. / Juan carlos vázquez

La comitiva se mete por la calle San Jacinto. La arteria principal del barrio entregada por completo a la burbuja hostelera. Las terrazas de los bares hacen las veces de palcos no oficiales de este vía crucis, que se adentra luego por las entrañas de la Triana más antigua hasta alcanzar Santa Ana. Le siguen la Capilla de los Marineros –donde se encuentra el obispo de Astorga, monseñor Jesús Fernández, que por la mañana había presidido la función principal de la Soledad de San Lorenzo– y la parroquia de la O, hasta retornar a su basílica. El frío se echa sobre la ciudad que se pierde en la mirada imposible del Cachorro. Ese Cristo que siempre apunta a lo alto.

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