San Pablo regresa a su barrio desde el Santuario de los Gitanos bajo el sol del Miércoles Santo
La hermandad del Lunes Santo regresó a su parroquia arropada por su barrio y con el recuerdo de una imagen histórica junto a los titulares de Los Gitanos
El regreso de San Pablo, en imágenes
Sigue en directo la jornada del Miércoles Santo
La jornada del Miércoles Santo en Sevilla comenzaba cuando aún despuntaban los primeros rayos del alba. Y lo hacía con un acontecimiento tan inusual como emotivo: la hermandad de San Pablo emprendía el camino de regreso a su parroquia desde el Santuario de los Gitanos, donde había quedado refugiada desde la noche del Lunes Santo debido a la inestabilidad meteorológica que sorprendió, a última hora de aquella tarde, a varias cofradías de la jornada, entre ellas San Gonzalo, Santa Genoveva y la Redención.
La corporación, que en un primer momento intentó recortar su recorrido para poder regresar a su templo, se vio obligada finalmente a buscar cobijo en el Santuario de la calle Verónica y suspender su estación de penitencia. Fue allí donde, en coordinación con el CECOP y tras deliberación de su junta de gobierno, se acordó posponer la vuelta a su sede canónica hasta la mañana del Miércoles Santo, fijando la salida a las 8:00 horas con entrada prevista a las 12:00.
Este hecho no hizo sino poner de manifiesto el estrecho vínculo que une a las hermandades de Los Gitanos y San Pablo, ya que cada Lunes Santo, el cortejo de San Pablo se detiene a las puertas del santuario para rendir pleitesía a la corporación de la Madrugada.
En esta ocasión, el afecto entre ambas quedó sellado con una estampa histórica: en el interior del templo, en los laterales, los pasos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias, ya ataviados para la inminente Madrugada, custodiaban simbólicamente, como si los protegieran, a los de San Pablo, ubicados en el centro de la pared del fondo del santuario.
Pese a la hora temprana y al reciente del cierre de la jornada del Martes Santo —que finalizó bien entrada la madrugada con la entrada de Santa Cruz y Los Javieres—, el entorno del Santuario de los Gitanos presentaba una imagen repleta de devotos. Las bandas de música y las cuadrillas de costaleros ultimaban los preparativos mientras, en el interior, los hermanos de San Pablo, con cirios en mano, aguardaban la salida.
Muchos no quisieron dejar pasar la oportunidad de inmortalizar el momento y decenas de miembros del cortejo se fotografiaban junto a los venerados titulares de la corporación gitana.
A las 8:00 en punto, la cruz de guía se puso en la calle, seguida poco después por el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, que se alzó firme con los primeros destellos del amanecer acariciando su rostro. Sonaba la Agrupación Musical Virgen de los Reyes.
Tras él, la Virgen del Rosario repetía la escena, envuelta en la luz dorada de la mañana. Mención especial merece su capataz, Rafael Díaz Talaverón, quien apenas unas horas antes había completado el recorrido de Los Javieres, y que volvía a enfundarse la voz de mando antes de dirigir, en esta misma jornada de Miércoles Santo, a la Virgen de la Caridad del Baratillo.
El cortejo, plenamente consciente de las circunstancias extraordinarias del regreso, emprendió con serenidad la avenida José Laguillo, bajo la atenta mirada de viandantes y curiosos desde los balcones. En apenas dos horas, los titulares ya pisaban de nuevo su barrio, recibiendo el calor de su gente en la avenida del Greco, donde ambos pasos comenzaron a lucirse entre los sones de Virgen de los Reyes y la Banda de Música de La Puebla del Río.
La emoción creció hasta desbordarse en la avenida Pedro Romero, donde la devoción de todo un barrio envolvió a la cofradía con vítores y lágrimas contenidas. Pasadas las once y media, el Señor Cautivo se encontraba ya frente a la parroquia de San Ignacio de Loyola. “Ya está el Señor tranquilo”, afirmaba el capataz José Zambrano, justo después de que Virgen de los Reyes interpretase “Vida”, una de sus marchas más reclamadas.
Poco después llegaba el palio de Nuestra Señora del Rosario, mecido con dulzura por sus costaleros, que no ocultaban la entrega con la que llevaban a su dolorosa hasta el dintel de su casa. Allí, el Coro de Sevilla interpretó una sentida salve antes de que la Virgen cruzase el umbral de la parroquia. Eran las 12:05. La hermandad cerraba así una estación de penitencia marcada por la incertidumbre, pero también por la entrega inquebrantable de sus hermanos.
Con este regreso, concluyó —48 horas después de su inicio— el Lunes Santo de San Pablo. Y mientras las bambalinas del palio se desvanecían en el interior del templo, la corporación ya comenzaba a soñar con la llegada de un nuevo Lunes Santo, que volverá a llenar de esperanza y devoción las calles de su barrio.
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