Rincones con encanto | Plaza de San Andrés

Imponente entierro entre naranjos

  • Alrededor de la parroquia de San Andrés y tras la demolición de una manzana de casas nació un enclave que lleva muchísima Sevilla en sus entrañas

Con la noche aún muy joven, por esa puerta de San Andrés entrará un entierro sobrecogedor y único.

Con la noche aún muy joven, por esa puerta de San Andrés entrará un entierro sobrecogedor y único. / Ruesga Bono

Estamos en un paraje muy singular y tan angosto que la calle que la circunda a levante se llama Angostillo. Se trata de la plaza de San Andrés, una plaza que tenía todo su protagonismo en esta Semana Santa gracias a la presencia del fantástico misterio de Santa Marta, pero que va cobrando relevancia por otros cortejos que han elegido Daóiz para huir de los retrasos horarios. Se trata San Andrés de un enclave céntrico que nos trae su más antigua referencia documental como “la calle que va de la iglesia del señor San Andrés a la calle de Las Cadenas”. La calle de Las Cadenas es la que hoy lleva el nombre de Javier Lasso de la Vega.

Esto explica que estemos ante un rincón que tiene como centro geométrico la parroquia, que está rodeada a los cuatro vientos por la plaza de dicho nombre, por García Tassara, Daóiz y Angostillo. Y es que la parroquia cuenta con puerta a la plaza por el norte y el sur más la que da a Daóiz.

Aunque situada en todo el cogollo de las rutas cofradieras, San Andrés nunca estuvo entre las más prodigadas por los cortejos. De hecho, sólo Santa Marta y la Lanzada, a las que posteriormente se les uniría los Panaderos, tenían a San Andrés en sus itinerarios. Pero el temor a los colapsos por lo numeroso de los cortejos ha propiciado que este rincón se incorporase con más asiduidad e indudable protagonismo al programa diario de la Semana Santa.

Por este motivo, San Andrés se incorpora a este serial de Rincones con encanto. Y lo hace por la puerta grande, ya que no cabe la menor duda de que ver cómo discurre una cofradía por su angostura le añade a la Semana Santa de Sevilla un plus de belleza que la engrandece a la par que enriquece su amplio muestrario de lugares donde el tiempo se para y los sentidos se encabritan. Y es que un paso de palio por allí es algo realmente extraordinario.

Los primeros datos que se tiene de Daóiz dicen que se llamaba Costanilla de San Andrés. Esos datos primigenios vienen del Siglo XVI y en los comienzos del XVII es mencionada como “una calle angosta que va de las casas del señor don Pedro de Pineda a San Andrés”. Esas casas dieron paso tras su derribo a la que actualmente se conoce como Orfila. Y bajo esas denominaciones se conoció esta calle hasta que tomó su nombre actual. Fue en el año de 1845 cuando fue rebautizada con el nombre de un gran héroe de la Guerra de la Independencia. Se le dio entonces el nombre de un sevillano nacido en la cercana Plaza de la Gavidia, lugar donde se le erigió monumento. Se trata del teniente don Luis Daóiz, que falleció en el campo de batalla dando la cara ante las tropas napoleónicas.

De trazado rectilíneo, en los planos de los siglos XVIII y XIX figura de forma más sinuosa, señal inequívoca de sucesivas alineaciones que la fueron enderezando. En nuestros días, la calle hace de límite con Angostillo a los ensanches existentes ante la Parroquia de San Andrés, los de las plazas Fernando de Herrera y Florentino Pérez Embid. Esta última data de los años setenta del siglo pasado y se denomina así en honor del inolvidable director general de Bellas Artes, nacido en Aracena y enamorado de una Sevilla a la que ayudó cuanto pudo desde su altas instancias.

Fallecido en 1974, al poco se le dedicó esta céntrica plaza sevillana, que, como la inmensa mayoría, fue producto del derribo de una manzana. La demolición de ese grupo de viviendas generó un ensanche que tiene la particularidad de que sólo cuanta con una acera, la de los impares, pues la otra acera es Angostillo. Es destacable la clase de su caserío, formado principalmente por casas solariegas de diseño tradicionalmente sevillano de principios del siglo pasado. Hermosas casas que cuentan con cancela, patio y azulejería salpicadas con otras de construcción más moderna. Sobresale la casa número 7, de tres plantas y balcón central enmarcado por pilastras cajeadas y rematado con un frontón partido.

Y de la historia y descripción de tan céntrica vía pasemos a la notoriedad que cobra en esta Semana Santa de 2019. Decíamos anteriormente que sólo Santa Marta, la Lanzada y los Panaderos la tenían en sus itinerarios, pero en años posteriores se han incorporado la franciscana del Buen Fin más la muy señera del Valle camino de la Campana.

La plaza de San Andrés, que es el cogollo de este enclave, figura en el plano de Olavide como Costanilla de San Andrés. Se menciona como plaza en la primera mitad del XIX, pero ya figura como calle a partir de 1868, pero en 1878 se le segrega el trozo que hoy es García Tassara. Pero maticemos y entremos en detalles sobre lo que va a significar San Andrés en esta Semana Santa. Por lo pronto, hoy nos sobrecogerá, como siempre, ese entierro lleno de hieratismo y de compás que sale de la parroquia. El paso de la hermandad de Santa Marta, saliendo y entrando de San Andrés, es de una belleza impresionante. Se trata, por producirse cuando la noche todavía es joven, de uno de esos momentos de mayor poder de convocatoria en la de por sí rica en expectativas Semana Santa de Sevilla. El discurrir de ese entierro entre naranjos y enfilando el cuello de botella merece muy mucho la pena, claro que sí. Quien no ha visto a Santa Marta por San Andrés ha de darse prisa en corregir lo que viene siendo un entuerto imperdonable.

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