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50 años de la cirugía coronaria en España: el pionero que colocó en Sevilla el primer 'bypass'

El doctor Ramiro Rivera El doctor Ramiro Rivera

El doctor Ramiro Rivera / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Un médico, un escritor, político durante un tiempo limitado del que salió un libro muy recomendable (Un extraño en la política, editorial Almuzara). Un andaluz pendiente de reconocimiento en su tierra. Un cirujano valiente, pionero en su especialidad hace ahora 50 años, cuando colocó en Sevilla el primer bypass. Ocurrió en el Hospital de las Cinco Llagas, hoy sede del Parlamento de Andalucía. En la sociedad actual ha pasado casi por alto aquel hito de la cirugía cardíaca.

El doctor Ramiro Rivera (Santiago de Calatrava, Jaén, 1932) fue quien lo consiguió a base de tenacidad. Años después formó parte durante 21 días del “equipo médico habitual” que atendió a Franco en su agonía y que protagonizaba los informativos de la España de 1975. El doctor Rivera no gozó nunca del afecto del marqués de Villaverde, el yernísimo que tenía celos del prestigio y buen hacer del eminente cirujano. Rivera ha sido hasta presidente del Consejo General de Colegios de Médicos.

Hoy recuerda desde Madrid aquel avance médico, aquella operación practicada con éxito a Vicente F., un varón de 58 años. La intervención se llevó a cabo el 5 de octubre de 1970 en el quirófano de San Cayetano, en la parte del hospital todavía operativa.

–¿De qué se cumplen 50 años este octubre? Explique usted la importancia de aquella operación quirúrgica.

–De la realización por primera vez en España de una operación para tratar la angina de pecho y evitar el infarto de miocardio. Fue inventada pocos meses antes en los Estados Unidos, concretamente en Cleveland, por un argentino llamado René Favaloro. La arterioesclerosis de las arterias coronarias las estrecha o las ocluye impidiendo que llegue suficiente sangre a las zonas del corazón que deben irrigar. Esto produce primero el dolor típico de la angina de pecho y finalmente la muerte de la zona del músculo cardíaco al que no le llega sangre, lo que constituye el infarto. La operación consiste en realizar un puente con vena safena obtenida de la pierna del propio enfermo, enchufándola por un lado en la aorta y por otro a la arteria enferma más, allá de donde tenga la estrechez o la oclusión, para que el músculo cardíaco vuelta a estar irrigado normalmente. Para realizarla es necesario parar el corazón mientras se realiza la unión (anastómosis) del extremo de la vena a la arteria coronaria que tiene un calibre de solo dos a tres milímetros. Durante ese tiempo el enfermo está conectado a un aparato de circulación extracorpórea que toma sangre venosa del enfermo, la oxigena y la impulsa de nuevo a sus arterias.

–¿Dónde o quién le formó a usted para llevar a cabo esa intervención con éxito?

–En la primavera de 1960 vino a un congreso en Madrid Pierre Grondin, jefe del Servicio de Cirugía del Instituto de Cardiología de Montreal, donde para la insuficiencia coronaria se había empezado a practicar la operación de Vineberg desarrollada en Canadá y consistente en disecar la arteria mamaria, (que tiene su origen en la subclavia y discurre por la pared torácica junto al esternón), e introducirla con sus ramas sangrando en el músculo cardíaco enfermo, con la esperanza de que las ramas se desarrollaran y conectando con ramas coronarias vecinas mejoraran -al cabo de uno o dos meses- la irrigación del músculo cardiaco. Enterado por un cardiólogo formado en Montreal lo invité a venir a Sevilla, dar dos conferencias y hacer una demostración de la nueva operación. Le encantó la ciudad, la acogida por parte de los catedráticos García Díaz y Cruz Auñón, y sobre todo se asombró de que en un hospital del siglo XVII y con medios muy limitados estuviésemos haciendo cirugía cardíaca. Ofreció a la Diputación un convenio con todos los gastos por parte del gobierno de Quebec, para formar médicos, enfermeras y administrativos y para aportar los aparatos e instrumentos que no teníamos, pero la Diputación aunque envió a Canadá al oficial mayor y éste dio informes muy favorables, no se decidieron a firmar el convenio. Sin embargo poco después me llamó Grondin y me dijo que había una operación mucho más eficaz, que la estaba haciendo Favaloro en la Cleveland Clinic y que él ya llevaba hechas unas cuantas con resultados extraordinarios. De manera que aproveché el verano para irme a Montreal con Ángel Garijo como anestesista. Estaban haciendo tres operaciones a la semana y como el tiempo que disponíamos era limitado, llamó a Favaloro que estaba operando tres casos diarios, y éste accedió a recibirnos en su quirófano. René Favaloro se volcó en enseñarme y al cabo de una semana yo estaba deseando volver a Sevilla, entre otras cosas porque ya había pasado por allí Castro Fariñas, mi antiguo jefe en Madrid, y entre otros extranjeros estaba también Teodoro Moreno que trabajaba en la Fundación Jiménez Díaz. Al llegar a Montreal Grondin me dejó operar mi primer caso con él como ayudante, creando un cierto malestar entre los otros cirujanos de Instituto (entre ellos su hermano) a los que todavía no les había dado la oportunidad.

–¿Por qué esa operación se practicó primero en Sevilla y no en Madrid o Barcelona?

–Influyeron varias razones. La primera, que no se tenía noticias de ella; no había dado tiempo a que las revista médicas la publicaran. La segunda porque en aquella época la única manera de aprender a realizar una operación era desplazándose al hospital donde se practicara. Y la tercera, y yo creo que fue la principal, es que se precisaba conocer dónde estaba la estrechez, para lo cual era necesario hacer previamente una arteriografía selectiva con la técnica de Seldinger, es decir una radiografía de las arterias del corazón tras inyectar el líquido de contraste radiológico en su origen aórtico, mediante un tubito (cateter) que se introducía por punción de la arteria femoral en la ingle. Esta técnica de coronariografía se había inventado recientemente en Suecia. Yo la aprendí en 1960 en Inglaterra, y en Sevilla la practicábamos habitualmente e incluso organizábamos todos los años un curso para enseñarla a los médicos radiólogos. En Barcelona y en Madrid también se usaba la técnica de arteriografía selectiva de Seldinger, pero no en las arterias coronarias.

El equipo que realizó una intervención histórica El equipo que realizó una intervención histórica

El equipo que realizó una intervención histórica / M. G. (Sevilla)

–¿Por qué esa intervención es importante? ¿Dónde comenzó a practicarse antes que en España?

–Porque resuelve el problema creado por la arterioesclerosis de la coronarias. Después hay que evitar con tratamiento médico que la enfermedad lesione otras arterias. Desde que se inició en Cleveland y poco después a Montreal, con más o menos rapidez se extendió a todo el mundo.

–¿Qué ha supuesto para la salud cardiovascular de los españoles?

–Supuso un cambio total en la evolución de la enfermedad, que ha ido progresando conforme se hacía cada vez a más edades.

–¿Por qué ejercía usted en Sevilla en esos momentos?

–Porque tras cinco años de formación en Madrid y uno en Birmingham, y aunque en 1959 había ganado una plaza de adjunto en el Hospital de la Princesa, me enteré de que en Sevilla había un Centro de Cardiología con componentes muy bien formados que no estaban satisfechos con el cirujano que tenían y a petición de su director (Dr. Peláez) en 1960 el presidente de la Diputación me firmó una autorización (sin sueldo) para operar allí. Después, como en el Hospital de las Cinco Llagas estaban todos los servicios de la Facultad de Medicina, los catedráticos de cirugía (Sebastián García Díaz) y de Patología General (José Cruz Auñón) me dieron todo su apoyo, y con los estudiantes y enfermeras recién terminados logré juntar un equipo realmente sorprendente por su entrega y su entusiasmo.

El Hospital de las Cinco Llagas en los años setenta El Hospital de las Cinco Llagas en los años setenta

El Hospital de las Cinco Llagas en los años setenta / M. G. (Sevilla)

–¿Qué recuerda del Hospital de las Cinco Llagas?

–Mis recuerdos de los once años que trabajé en él darían para escribir un libro. Quizás lo principal fue que a pesar de los enfrentamientos habituales entre los múltiples servicios, logré la confianza de todos probablemente a través de las técnicas de arteriografía selectiva, que todos me pedían para casos variadísimos. Otra razón también fue que en ujn hospital que no tenía servicio de enfermería nocturno, improvisé de acuerdo con el profesor García Diaz una unidad de cuidados postoperatorios, que atendían de noche estudiantes de medicina y de enfermería. La monja directora de la escuela de enfermería me denunció al gobierno civil por lo que suponía tener por las noches jóvenes de ambos sexos atendiendo a los operados sin vigilancia, pero por fortuna el gobernador Altozano Moraleda hizo que cesaran a la monja y a mí me dieron la oportunidad de hacer una unidad de cuidados intensivos para todo el hospital en una amplia capilla que hoy día ocupa la biblioteca del Parlamento.

–¿Qué recuerda del paciente?

–Recuerdo su nombre. Era un hombre de 58 años, sifilítico, que había sufrido varios infartos pequeños y que en aquel momento presentaba angina de pecho difícilmente controlable. Estaba en la Residencia García Morato cuando se convirtió en hospital y uno de los cardiólogos que se trasladaron allí (José Antonio Pedrote) era de mi equipo y tenía una formación moderna, comprendió que era un caso adecuado para iniciar la nueva técnica porque no había forma de controlarlo.

–¿Disponían ustedes del material técnico adecuado para ejercer esa intervención con todas las garantías? ¿Cuánto duró? ¿Cuántas personas intervinieron? ¿Se corrieron riesgos en algún momento?

–Sí, la única cosa que me traje del viaje fueron unas gafas de aumento. La operación discurrió con normalidad. Para entonces ya no operábamos en el quirófano de San Fernando (debajo de la torre sur del edificio) que teníamos que compartir con los demás cirujanos del servicio. Nos habían cedido el quirófano de San Cayetano de la Diputación, muy bien dotado. La operación aunque no planteó ningún problema, tardó más de lo que posteriormente era habitual, porque yo hice personalmente la extracción de la vena safena, que en adelante realizaron siempre dos ayudantes. En conjunto nos lavamos cuatro cirujanos , más el perfusionista, Ginés Tocón, y el anestesista (Dr. Garijo).

–¿Este tipo de intervención se hace hoy de forma más simple, más rápida quizás?

–El caso se presentó ese mismo mes de octubre en Jaén, donde se celebraba el Congreso de la Asociación de Cardiólogos del Sur de España, y antes de mi regreso a Madrid ya habíamos operado en Sevilla 24 casos sin mortalidad. Evidentemente en Sevilla se produjo un parón transitorio al tener que abandonarse el Hospital de las Cinco Llagas como consecuencia tardía del terremoto de 1969, pero en el resto de España, donde existía servicio de cirugía cardiovascular, se extendió con rapidez. Cada vez fuimos aceptando casos que precisaban hasta cinco injertos (by-pass) distintos y posteriormente se comprobó que utilizando las arterias mamarias en lugar de las venas safenas los resultados a largo plazo eran mejores. En la actualidad, la frecuencia de estas operaciones ha disminuido por haberse desarrollado técnicas de actuación intracoronaria por cateterismo para dilatar las zonas estenosadas y fijar la ampliación conseguida mediante la colocación de stents.