Alfonso X, Cortés, Magallanes

Tres centenarios de pioneros de la globalización que llegarán en 2021, en un momento de señas de identidad con perfil bajo

Alfonso X, Cortés, Magallanes
Alfonso X, Cortés, Magallanes
Francisco Correal

05 de diciembre 2020 - 13:23

Francisco Vázquez fue embajador de España en el Vaticano pero antes fue alcalde con varias mayorías absolutas de La Coruña. Socialista, republicano, deportivista aunque a su equipo le ocurra como a su partido: vivió tiempos mejores. Pasó de humillar al Milán, doblar la rodilla de los millonarios ganando la Liga de 2000, conseguir el Pichichi con un ariete de La Algaba, Diego Tristán, o amargarle el centenario al Madrid con el maracanazo capicúa de 2002 a empatar hace un par de domingos sin goles contra el Guijuelo en Segunda B.

España sufre un proceso de desidentidad, de refutación de sus claves esenciales

Vázquez vino un día a Sevilla para dar una conferencia en el Alcázar en la que dijo que España tenía por encima de todo dos señas de identidad: la lengua y la religión católica. La Gramática de Nebrija y las catedrales. Aquello que nos distinguiría de otros pueblos o naciones, fueran antes tribus, reinos o landas. Dos elementos que en lugar de constituir motivo de orgullo y afinidad se han convertido en venablos de enfrentamientos ridículos. España sufre un proceso de desidentidad, de refutación de sus claves esenciales. Se ha convertido en Cuba y Filipinas de sí misma para asistir a su propia y vergonzante descolonización.

Recordé la charla de Paco Vázquez al leer sendos reportajes de mi compañero Juan Parejo sobre dos conmemoraciones inminentes. El próximo año, que en los anales de lo cotidiano esperemos que pase como el de la vacuna, tendrán lugar el octavo centenario del nacimiento de Alfonso X el Sabio y el quinto centenario de la conquista de México por Hernán Cortés y sus aliados tlaxcaltecas. También se cumplirá, en plena primavera, el quinto milenio de la trágica muerte de Magallanes en Filipinas en unas escaramuzas que diezmaron la moral y la tropa de los que buscando las especias dieron la vuelta al mundo. Con los nuevos odres políticos, no sé a qué sabrá el vino de estas celebraciones. Qué se dirá de ellas en los planes de estudios de la ley Celaá.

Ser rey y además hijo de santo en estos momentos no ayuda a estar muy bien mirado por los timoneles de la cultura oficial, empeñada en un narciso sufriente y cinematográfico de hoyos, pozos y trincheras infinitas. Le salva si acaso su condición de rey Sabio, como consta en el título principal del mayor de los diez hijos de San Fernando. Alfonso X fue rey Sabio y andalucista. Cuenta su biógrafo, que también lo fue de su padre, el medievalista Manuel González Jiménez, que para Sevilla estableció un modelo de concejo diferente del cordobés, que seguía el modelo de Toledo, ciudad donde nació este monarca enterrado en Sevilla que salvó la Giralda, fomentó el ajedrez, la cetrería y dejó para la literatura sus Cantigas.

Las hijas y la viuda de Hernán Cortés están enterradas en el convento Madre de Dios. El conquistador extremeño murió en lo que es el colegio de las Irlandesas de Castilleja de la Cuesta, el pueblo natal del padre de Rita Hayworth. Ningún Coppola patrio hizo un Apocalipse Now sobre la conquista de México, la Nueva España que después sería la novísima patria de tantos exiliados. Uno de ellos, Luis Cernuda, nació en Sevilla en 1902 (su centenario, como el de Alberti, fue el mismo año que el del Madrid) y murió en México, en la casa de su amiga Concha Méndez. En su libro Como quien espera el alba, donde aparece ese retrato del andaluz, "fuego con nieve", "amor con odio", está un bellísimo y desgarrador poema titulado Quetzalcóatl (Serpiente Emplumada en azteca). "Pisando tierra nueva, de la mano el destino / me llevó llanamente al hombre designado / para la hazaña: aquel Cortés, demonio o ángel, / como queráis; para mí sólo un hombre…". Un poema que es una crónica de Indias: "Astucia, fuerza, crueldad y crimen: / todo lo cometimos y nos fue devuelto / con creces; mas vencimos y nadie hizo otro tanto / antes ni hará después: un puñado de hombres / que la codicia apenas guardó unidos / ganaron un imperio milenario". Con una moraleja del poeta para los lectores de hoy: "Ya sé lo que decís: el horror de la guerra, / mas lo decís en paz, y en guerra calláis con mansedumbre". Los restos del conquistador que en agosto de 1521 entró en Tenochtitlán y los del poeta descansan en México.

En cuanto a Magallanes, cuya muerte fue un adelanto del sitio de Baler, primero de Filipinas, no hay más que poner los telediarios para saber que la vuelta al mundo está ahora al alcance de cualquiera (el virus lo hace todos los días) y que los tiempos mediocres sólo dan hombres mediocres. Y mujeres, faltaría más. Al revés que entonces. Stefan Zweig escribió la biografía de Magallanes en un viaje en barco a Brasil, donde se quitó la vida, y escribía: "En el curso de la Historia es siempre un momento admirable aquel en que el genio de un hombre se combina con el genio del tiempo, cuando un individuo clarividente asume el anhelo creador de su época". El hombre del tiempo. Hoy simple meteorología.

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