Barriada Antonio Machado: Los desterrados que no salieron de Sevilla
La barriada con el nombre del poeta limita con las Tres Mil y con el muro del tren. En el Polígono Sur no hay palacios con limonero ni hubo librerías de culto.
Esta mujer es Leonor y Guiomar y todas las mujeres de la barriada Antonio Machado. Estefanía, 28 años, dejó muy pronto el instituto Joaquín Romero Murube y está al frente del bar Los Trianeros. Todos son hombres. Una partida de dominó dentro del bar, otra fuera. Miguel Olivera Jiménez, 56 años, el padre de Estefanía, está de oyente, que diría Alfonso Guerra, que el 1 de noviembre de 1975 rindió homenaje a Antonio Machado en la tumba de Collioure 19 días antes de la muerte de Franco. En la barriada Antonio Machado no hay librerías, ni restaurantes, ni peluquerías, ni clínicas dentales. "Es un barrio de gente humilde y trabajadora, todos en el paro, por eso están aquí", dice Miguel.
Una cartera reparte el correo por la barriada Antonio Machado. A un lado, las Tres Mil Viviendas; al otro, la nada, o sea, el muro del tren que la separa de la barriada de Bami. El muro de la vergüenza del que habla Antonio Martín en su libro sobre la Sevilla ferroviaria. En esta parte de la ciudad hay dos Berlines, como si el tiempo se hubiera detenido en 1989. Se oye el pitido del tren, suena a versos de Machado: "Yo, para todo viaje / -siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera-, / voy ligero de equipaje".
El muro, en los dominios del compás del Bobote y el Eléctrico, que en paz descanse, está lleno de grafitis. Alguien ha pintado un retrato del poeta con su sombrero. Otra mano dejó escrito el 7 de abril de 2011 los versos de un poema de Soledades, libro que Machado escribe entre 1898 y 1907: "... Que tú me viste hundir mis manos puras / en el agua serena / para alcanzar los frutos encantados / que hoy en el fondo de la fuente sueñan".
Hay naranjos en la plaza entre estos bloques de la barriada. Como los primeros naranjos del palacio de las Dueñas que vio en vida. Hoy se cumplen 75 años de su muerte en el destierro. Del palacio sevillano a la fonda francesa. La duquesa de Alba, que en marzo cumple 88 años, era una niña de doce años que vivía el destierro familiar en Londres.
Este barrio también está lleno de desterrados. Todos lo son desde que en 1968 se inició su construcción. Miguel es de Heliópolis y con 19 años se casó en la iglesia del colegio Claret. No ha leído un solo poema de Machado en su vida. Por lo general, las mujeres de estos hombres aficionados al asueto matutino y al dominó, leen más que ellos. "Mis aficiones son la pesca y la mecánica". De la segunda vivió y le permitió conocer a personajes tan conocidos como ese poeta por el que le pregunta el periodista.
"Yo era el chófer de Blas Infante en la película Una pasión singular. Fueron a alquilar un coche en la empresa en la que trabajaba y salgo en la película llevando el Citroën que se lleva a Blas Infante". En su taller de Heliópolis arreglaba los coches de Cardeñosa, Esnaola, Rogelio, Gordillo y el llorado Antonio Benítez. "Al padre de Espartaco le vendimos un remolque y le pintamos un capote en la parte trasera".
El 32 atraviesa toda la barriada por la calle Victoria Domínguez Cerrato, nuevo nombre de la que se llamaba Manuel Fal Conde. "Una señorita informatizada, muy moderna ella, le informa de dónde está la barriada", dice un viajero. El viajero es el nombre del primer poema de la antología de Antonio Machado que publicó en Austral el académico Manuel Alvar. El 32 -tres paradas en el barrio- sale de la Campana, junto a la parada del 27, los años que tenía el segundo de los Machado -Manuel nació un año antes en San Pedro Mártir- cuando nacen Cernuda y Rafael Alberti.
"Yo soy más de Federico García Lorca, era más comunista", dice en la plaza de Los Trianeros José González, 48 años, montador de pladul en paro. Miguel nació el mismo año 1957 que Carolina de Mónaco y le puso a su hija Estefanía, una machadiana auténtica porque nació en este barrio. La muchacha surte de cervezas a los jugadores de dominó mientras un contertulio de la televisión habla de la Infanta Cristina. Derrocha sinceridad. "No he leído nada de Antonio Manchado, el único libro que me compré porque se me antojó es el de una chiquilla con parálisis cerebral".
Labriegos con talante de señores. Así hablaba el poeta de los campesinos en Campos de Castilla. Algo de eso hay en la nobleza de estos transterrados sin trabajo, sin cultura, sin patria porque les robaron el barrio, sus raíces, y lo llevan con dignidad. "Oigo hablar de Machado y se me ponen los vellos de punta, se me eriza la piel", dice Antonio Molina, que es pintor de brocha gorda, aunque lo que le dio sustento para alimentar a sus siete hijos fue estar durante 25 años cargando carnes en el matadero de Mercasevilla. "Es un poeta del pueblo, si quiere que le siga hablando me tiene que invitar a un mosto".
"Medio analfabeto y medio escultor". Así se define Enrique Rodríguez Fuentes. "No he leído nada. Mi mujer sí lee mucho, aunque nos separamos. Ella trabaja en la Olavide de limpiadora y hace trajes de flamenca". Enrique se instaló en la barriada Antonio Machado cuando volvió de la mili. Tiene dos hijos en el paro. "La única que trabaja es la chica, valen más que nosotros. Estudió administrativa, aunque está limpiando pisos con una fregona". el "medio escultor" hace santos, vírgenes en cristales que engarza con habilidad y medallones. "Me encargó uno Antonio Canales".
Entre las Tres Mil y la nada, que suena a metafísica del maestro de Machado, "Este Bergson es un tuno / ¿verdad, maestro Unamuno?", transcurre la vida de esta barriada del Polígono Sur. Enfrente, ya en las Tres Mil Viviendas, hay una calle con el nombre de José Manuel Caballero Bonald. Marcos sigue atento a la partida. "No me dejaron estudiar, ¿cómo voy a leer a Machado?", dice este extremeño de Ayllones. El reportero les lee el poema La Saeta y ahí existe unanimidad. Antonio Machado, ese letrista de Serrat del que hablaba Benedetti. El poeta de palacio que fue francés y castellano, que ya había sacado billete para el día del último viaje al que llegaría, como tantos, "casi desnudo, como los hijos de la mar".
En el bar hay escudos del Betis, del Sevilla y del Madrid. "El antiguo dueño era madridista".
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