La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
calle rioja
LA línea 37 de Tussam tiene tres paradas en la avenida de La Borbolla. Bajo en la intermedia: La Borbolla-Montevideo. Al principio de la calle, hay una Residencia Militar; al final, Misioneros de África: Padres Blancos. Mitad monje, mitad soldado. La calle Montevideo es la ciudad de las mujeres. Abundan en las casas los nombres femeninos: Villa Encarnación, Villa Sofía, Villa Margarita, Villa María, Villa Carmen, Villa Lolita. Le hubiera gustado a Nabokov.
En el funeral por una de estas mujeres, María de los Ángeles Camoyán, el padre Alcalá dijo en la homilía concelebrada en la parroquia de San Sebastián que parroquia significa en hebreo "la casa de al lado". La casa donde se despegó de este mundo la madre de los Rodríguez de la Borbolla. Ayer estaría orgullosa de la reputación de sus hijos. José, Ángel y Pedro introdujeron el féretro en la iglesia. José, Pepote para sus amigos, fue presidente de la Junta de Andalucía y allí estaban algunos de los que fueron sus consejeros o compañeros cuando él lo fue: José González Delgado, Juan Manuel Castillo, Javier del Río, Eduardo Rejón...
Nobles adversarios como Javier Arenas; correligionarios no precisamente simétricos como José Caballos; amigos en las siglas y en los siglos como Antonio Ojeda. Hasta guerristas (Paco Moreno) o de la foto de la tortilla (Carmeli Hermosín). Rivales en alguna campaña autonómica (Luis Uruñuela, tiovivo geográfico que coincidió con el Mundial de México 86).
Recorriendo la calle Montevideo, camino de la iglesia, recordé que hace muchos años coincidí en la librería Padilla con Pedro Rodríguez de la Borbolla, el benjamín de los varones. Ayer se lo recordé al darle el pésame: ese día me regaló el libro Inventario, antología poética del uruguayo Mario Benedetti. ¿No sería un guiño a estas vivencias de la calle Montevideo? El libro lo editó Visor y arranca con una cita de Francisco Urondo que el padre Alcalá podría haber leído tras la lectura del Apocalipsis para referirse a la fallecida: "Sin jactancias puedo decir que la vida es lo mejor que conozco". El primogénito de la vecina de Montevideo extrapoló esa vitalidad a todas las ocupaciones, incluidas las clandestinas: las películas del Oeste, la Semana Santa, hermano del Calvario, los atardeceres de la playa de la Jara o el Real Betis Balompié, allí representado por el ex presidente Gerardo Martínez Retamero y por la joya que éste le vendió al Real Madrid, Rafael Gordillo, que ayer celebraba el aniversario de su debut en Primera: 2-1 contra el Burgos de su amigo Juanito. Y con ellos Miguel Guillén, el actual presidente, José Antonio Bosch, los Cuéllar (hermanos), los Juan Salas (padre e hijo).
Gordillo debutó contra el Burgos y Borbolla participó en el viaje a Burgos del ascenso de 1994. Un autobús en el que viajaban Gregorio Conejo, Osquiguilea, Emilio Soto, Félix de La Dorada o José el de la Tomasa, que acaba de perder a su padre, Pies de Plomo, en la misma hornada que la madre de Borbolla. Al funeral fueron los amigos de Pepote Luis Carlos Peris y Rogelio Gómez Trifón, que tenía vivo otro aniversario, los quince años del asesinato de Alberto Jiménez-Becerril y su mujer. "Ese día Alberto estuvo tres veces en mi casa". En La Flor de Toranzo. "Le encantaban mis albóndigas en lata". Borbolla era concejal. Un padrazo para esos alevines de la política.
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