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Metrópolis / Barriada Las Naciones

Calles sin nombre, vidas con apellidos y luces de bohemia

  • Paradoja. Barrio joven poblado por personas mayores. Una población que la rejuvenece la residencia universitaria en la antigua Casa Cuna. El nombre del barrio es uno de los misterios. Dos colegios y una iglesia de nombre ecuménico

Tres torres de Las Naciones de los 44 bloques que tiene la barriada.

Tres torres de Las Naciones de los 44 bloques que tiene la barriada. / Juan Carlos Vázquez

MANUEL y Javier Boza son hermanos gemelos. Nacieron el 8 de febrero de 1949 en la calle Jiménez Aranda, en el barrio San Bernardo, el de los toreros. Ayer fueron a ver los toros en la Maestranza. Manuel preside la comunidad de propietarios Prolongación de las Naciones, que comprende las construcciones más modernas que completaron el primer proyecto de viviendas de Las Naciones, una intercomunidad que preside su buen amigo Simón Martín García. Simón nació en la clínica Recasens, hoy hotel Alkázar, y se crió en el Prado de San Sebastián, justo donde ahora se celebra el Festival de las Naciones para el que Manuel Boza ha trabajado en el montaje de escenarios para espectáculos. “También he tenido a Rocío Jurado, Mecano y muchos más”.

Los hermanos gemelos toman un café en el bar Las Naciones. Manuel vive en la Prolongación de Las Naciones y su hermano Javier se está quedando en su casa. Vino a verlo desde Reus, donde se fue a vivir en 2007. Ha sido jefe de cocina en Canarias, Marbella y en Cuba, en Varadero y Cayo Largo, que suenan a Hemingway. “Tengo tres hijas, una en Argentina, otra en Nerja a la que ha ido a ver mi mujer y la tercera en Reus, por la que nos fuimos. Allí tengo un nieto futbolista”.

El barrio de Las Naciones está unido con el Festival de las Naciones por la LN (Línea Norte), servicio reciente que une el Prado de San Sebastián con Pino Montano y que los vecinos lograron que tuviera una parada en la avenida Manuel del Valle, para uso de los residentes y de los estudiantes de una residencia universitaria en el Complejo Educativo Pino Montano junto a las antiguas estancias de la Casa Cuna.

Las Naciones es una barriada austrohúngara. 44 bloques de viviendas construidos en dos fases. Los primeros, situados junto a la avenida Alcalde Manuel del Valle por donde transcurría la antigua vía del tren que buscaba la estación de Cádiz. Los de la llamada Prolongación son los más próximos a los colegios Escritor Alfonso Grosso y Mariana de Pineda, separados por los patios. Muy próxima a ambos centros, la parroquia Santa María del Pueblo de Dios, nombre ecuménico para este barrio de Las Naciones. Un templo singular, de modestas hechuras, casi industriales, como una ballena varada junto a la taberna Jonás, que tiene que atravesar este Nínive urbano para llegar a la carretera de Carmona.

En el bar Las Naciones han colocado el número de la Lotería de Navidad de una asociación de Manzanilla, patria de los mejores taberneros. El barrio lo delimitan en uno de sus laterales calles con nombres de arquitectos de postín: José Granados de la Vega, José Gómez Millán, cuñado de Aníbal González. Pero el barrio en sí está configurado por calles sin nombres y sin salidas, un jeroglífico para carteros, un álgebra urbanística con la que se han familiarizado los vecinos.

Dos Filomenas, madre e hija, pasean por la calle Alejandro Sawa, otro de los límites de Las Naciones. Filomena Chaves, la madre, vive en la calle Latino de Hispalis, y Filomena Molina, la hija, es una devota de Luces de bohemia, la obra teatral de Valle-Inclán que inmortalizó a Don Latino de Hispalis y encontró en el poeta sevillano Alejandro Sawa la inspiración para Max Estrella. La hija llegó a Las Naciones en 1995, “embarazada, muy gorda. Firmé los papeles en septiembre y en octubre nació mi hija Beatriz”.Una de las que han leído en su casa Luces de bohemia. Ese año llegó a la alcaldía Soledad Becerril, que promovió la construcción de la parroquia. “Yo creía que era para mormones o evangelistas”, dice Filomena Molina.Hay planos de las Naciones en la zona próxima a la carretera de Carmona, cerca de La Corza, Zodiaco, Las Dalias y Parque Atlántico; y en el hemisferio norte, camino de los Arcos y el Nuevo Parque. Un barrio singular. Simón, que se lo recorre todos los días en su motocicleta, explica el aliento casi autogestionario de la comunidad. “El Ayuntamiento no ha recepcionado los jardines y Lipasam apenas pasa por aquí. Los vecinos pagamos ocho euros mensuales para el mantenimiento y limpieza”. Se encargan dos jóvenes del barrio que antes hicieron un curso de jardinería.

Los vecinos de Las Naciones no tienen local social, pero pueden entrar sin problemas en el que tiene la Prolongación de Las Naciones. Esta segunda fase se construyó con la fórmula de una cooperativa, San Martín de Porres. Además de la sede social, tienen siete locales en alquiler con cuyos ingresos hacen frente a los gastos de luz, agua y el servicio que prestan a los socios. Echan sus partidas de cartas. Un local espacioso donde hay fotos de su particular festival de Las Naciones –Cabalgata de Reyes, desfile de majorettes–, y entre sendas vitrinas con trofeos deportivos y libros, “un 80% son míos”, dice Manuel Boza, una pantalla gigante de televisión para que los socios vean el fútbol y los toros.

La vida es el festival diario de Las Naciones. Abrió un local de instalación de ascensores, demanda en boga por el envejecimiento de la población. Barrio sin monumentos, con la salvedad de la llamada plaza de los Naranjos, dos árboles exóticos a uno y otro lado, “se llama falsa rosa”, y un círculo en torno a un olivo platónico que promovió el anterior presidente, Carlos Yanes, con referencias a las ocho provincias andaluzas. En orden alfabético hasta el ... y Sevilla de Manuel Machado, que nació en la misma calle que Alejandro Sawa.

La barriada es de mediados de los setenta. La década en la que llegó José Manuel, que vive en la séptima planta de uno de los bloques. Ya jubilado, recorre el barrio en bicicleta. Trabajó de técnico de electrodomésticos y venía desde una de las arterias de la Alameda, la calle Pacheco y Núñez de Prado, vulgo Ciego.

“Con la fregona, hijo mío”. Así explica María Soto Bermúdez, jerazana de cuna, a punto de cumplir los 80 años, que consiguió que ahora su hija viva en uno de los pisos del bloque 28 de Las Naciones y ella tenga su particular paraíso –“donde yo vivo es un palacio”: Luces de bohemia– en un bajo del bloque 5. Antes fue vecina de Lopera en El Fontanal. Las Naciones es un laberinto de números que saltan, como el lector de Rayuela. No se ponen de acuerdo en el origen del nombre. La teoría más endeble habla de la torre de Babel de países de procedencia de quienes la promovieron. Más fuste tiene la que mantiene el anterior dirigente vecinal: Las Naciones fue el nombre que más partidarios recibió en un concurso radiofónico que organizó La Voz del Guadalquivir.

Un barrio también austrohúngaro en su situación geoestratégica, con el cerca y el lejos en sus dimensiones. En la biblioteca de la comunidad están Los Hermanos Karamazov, de Dostoievski, o Los curas comunistas, de Martín Vigil. Si estuviera el Ulises de Joyce, un lector que abriera el libro por el capítulo 12, el del Cíclope, encontraría la definición de nación según Leopold Bloom. “Nación es la misma gente que vive en el mismo lugar”. “Por Dios, entonces, dice Ned, riéndose, en ese caso yo soy una nación porque vivo en el mismo lugar hace cinco años”. Filomena lleva 25.

El párroco de Santa María del Pueblo de Dios se llama Juan Manuel López Montero. Un parroquiano de San Diego arregla unos desperfectos en la puerta de la iglesia. “Los barrios tienen mucha personalidad y habría que conocerlos mejor. El día que visité el Alcázar de Segovia me di cuenta de que nunca había estado en el Alcázar de Sevilla”.

Simón saluda a los jardineros y va a por su moto. Al barrio le trajeron desde Hinojos las obligaciones escolares de su hijo, alumno del instituto Llanes. El vástago se aplicó a conciencia porque ahora trabaja para la Siemens.

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