Caperucita en Manhattan y el lobo en Leganés

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20 años del 11-M. Historia de un fallido viaje desde Santa Justa a Jauja, pedanía de Lucena, patria del Tempranillo, la mañana en la que España amaneció con los atentados a los trenes

Diego Valderas, Manuel Chaves, Teófila Martínez y Antonio Ortega.
Diego Valderas, Manuel Chaves, Teófila Martínez y Antonio Ortega. / EFE

FUE un final abrupto de una campaña electoral en la que tuve ocasión de convivir con los diferentes candidatos. Con Antonio Ortega, que encabezaba la candidatura por el Partido Andalucista (el rey Juan Carlos I, en una recepción en el Alcázar, le preguntó una vez quién mandaba en el PA, si él o Pedro Pacheco) viajamos juntos en el AVE y llegamos a un acto electoral en Encinas Reales, pueblo de Córdoba. Con Teófila Martínez, la candidata del PP que era alcaldesa de Cádiz (sustituyó al recientemente fallecido Carlos Díaz en 1995), participamos en un lluvioso día en Ubrique. Manuel Chaves llevaba casi quince años en la presidencia de la Junta y aspiraba a la reelección. Con él pasamos una jornada en Granada. Diego Valderas, el alcalde de Bollullos del Condado que llegó a la presidencia del Parlamento Andaluz en tiempos de la pinza, encabezaba la candidatura de Izquierda Unida. Su caravana electoral acampó en Linares. Nos alojamos en el hotel Aníbal donde se disputaba el histórico torneo de Ajedrez con algunos de los mejores jugadores del mundo. En un mitin de Valderas conocimos a un comunista que presidía la peña Juanito Valderrama de Torredelcampo, pueblo natal del cantante.

La mañana del 11 de marzo de 2004 tenía previsto coger el AVE hasta Córdoba. Allí subiría a un autobús hasta Lucena, donde me esperaba el alcalde pedáneo de Jauja, un lugar estratégico de la ruta de El Tempranillo. Nunca cogí ese tren, porque en Madrid se interrumpieron todas las conexiones ferroviarias. Las mañanas radiofónicas eran un reguero de muertos. Tres días después, 14 de marzo de 2004, eran las elecciones autonómicas y las generales. Fue un año bisiesto y olímpico como el actual. Los Juegos ese año tuvieron lugar en Atenas, la ciudad donde nacieron.

Veinte años tiene el horror. El 11-M fue justo dos años y medio después del 11-S y las conexiones entre ambas fechas aparecen en el libro de Fernando Reinares ‘¡Matadlos!’, que lleva el expresivo subtítulo ‘Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España’. Un libro que debería ser de obligada lectura en los colegios y también en las sedes de los partidos políticos. El 11 de marzo de 2004 pasó lo que Juan Eslava Galán dice del 18 de julio de 1936 en su libro sobre la guerra civil cuyo título salió en una reunión con Arturo Pérez-Reverte y Rafael de Cózar en la taberna El Gorrión de Jaén: que los españoles terminarían lanzándose los muertos unos a otros. Mucha memoria histórica, pero ni tenemos memoria ni aprendimos la Historia.

Llegué a ir a Santa Justa y hablé con viajeros que pudieron coger alguno de los trenes procedentes de Madrid. La estación de Cruz y Ortiz que habían inaugurado los Reyes de España la víspera de la inauguración de la Expo 92 era un lugar lleno de desconsuelo e incertidumbre. Madrid era más capital de España que nunca. Dos meses después, todavía con el luto en las entrañas, acogió en la Almudena la boda del príncipe Felipe de Borbón con la periodista Letizia Ortiz, hoy reina de España.

Con Chaves en Granada, Teófila en Ubrique, Valderas en Linares y Ortega en el AVE

En el libro de Reinares aparece el piso que varios yihadistas le alquilaron a un administrador de fincas en la calle Carmen Martín Gaite de Leganés. El piso en el que se inmolaron siete de los inquilinos y en el que falleció un geo, la víctima 192 del 11-M. Uno de los norteafricanos era Serhane ben Abdelmajid Fakhet, apodado El Tunecino. Estaba casado y tenía 35 años el día de los atentados. Llegó a España en 1990, con 21 años. Según Reinares, obtuvo una beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para cursar estudios de Doctorado en Economía en la Universidad Autónoma de Madrid. Trabajó como auxiliar de contabilidad en la mezquita de la M-30, donde el autor del libro estima que inició su radicalización, certificada en sus contactos con el argelino Ahmed Brahim, adinerado miembro de Al Qaeda que vivía en Palma de Mallorca dedicado a la compraventa de embarcaciones deportivas.

Uno no sabe si durante el tiempo que estuvieron en ese piso de Leganés, alguno de los siete yihadistas llegó a escribir el nombre de Carmen Martín Gaite en su correspondencia con familiares, cómplices o simple documentación administrativa. Les traería al pairo que esa calle llevara el nombre de una importantísima escritora que en 1988 obtuvo el premio Príncipe de Asturias. En 1953 se casó con Rafael Sánchez Ferlosio; en 1955, su marido ganó el premio Nadal con ‘El Jarama’; en 1957, ella misma se lleva ese galardón con la novela ‘Entre visillos’.

En un encuentro con periodistas, le regalé a Rocío Jurado una serie de libros en los que había referencias a la chipionera. Recuerdo dos títulos, ‘Los tornadizos’, una estupenda novela de Antonio Cascales de su trilogía sobre los heterodoxos; y ‘Nubosidad variable’, de Carmen Martín Gaite. Con posterioridad a su muerte, se habla de Rocío Jurado en libros como ‘Los últimos días de la izquierda’, de Felipe Alcaraz (recuerda la cita de Teresa Rodríguez según la cual sus dos máximas autoridades eran lo que dijeran su madre yRocío Jurado), la biografía de Marina Bernal o ‘Azabache de talentos’. A Carmen Martín Gaite no le haría mucha gracia saber que su nombre aparecía en un libro lleno de las fechorías de unos asesinos sin escrúpulos, de la alambicada red que el mal trenzó para ultimar unos atentados que fueron planeados en Karachi con anterioridad a la decisión del Gobierno de Aznar de aliarse con Estados Unidos, Inglaterra y otros países de Occidente en la guerra del Golfo. Los caprichos del callejero, como la calle del Turco donde a finales de 1870 atentaron contra Prim. Utilizo el potencial con la escritora, porque Carmen Martín Gaite ya había muerto cuando se producen los atentados del 11-M. Muere en julio de 2000, un año antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 acaecidos en Nueva York, ciudad en la que ambientó su novela ‘Caperucita en Manhattan’.

En segundo de Bachiller me cuenta mi hijo que se estudia ‘El cuarto de atrás’. Cuando salió esta novela, la llamé para entrevistarla desde el cuartel del paseo de la Castellana donde hacía la mili. La entrevisté en su casa. Su novela ‘Retahílas’ la compré en febrero de 1979. Ella cuenta que la escribió entre 1965 y 1973. Yo terminé de releerla el 20 de abril de 2020, “año sin Feria ni Semana Santa”, anoto al final. Un mes y una semana después del encierro del Estado de alarma por la pandemia, cuando cada día las autoridades daban el parte de bajas, que en muchas ocasiones superaban las cifras del 11-M y más de una vez se acercaron a las del 11-S.

Tengo pendiente una visita a Jauja. Carmen Martín Gaite, que cita a Rocío Jurado en una de sus novelas, tuvo menos suerte que la chipionera. Aparece en la página del libro ‘¡Matadlos!’ entre los nombres de Abu Dahdah, líder de la célula de Al Qaeda en España, y Mohamed Belhadj, el marroquí que tenía 26 años el 11-M y fue quien alquiló a principios de marzo de 2004 el piso de Leganés de la calle Carmen Martín Gaite. Caperucita en Manhattan y el lobo en Leganés.

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