Carrillo, un político en tierra de nadie

El portavoz adjunto del PSOE local acata la decisión de Chaves y abre un periodo de "reflexión" sobre su papel en el Ayuntamiento

Emilio Carrillo, ex vicealcalde, portavoz adjunto del PSOE municipal y edil de Recursos Humanos.
Emilio Carrillo, ex vicealcalde, portavoz adjunto del PSOE municipal y edil de Recursos Humanos.
Carlos Mármol / Sevilla

11 de marzo 2009 - 05:03

Según sus amigos, Emilio Carrillo, ex vicealcalde de Sevilla, ex concejal de Urbanismo y eterno candidato a todo en el PSOE andaluz y federal, es un político brillante y raro. Extraño. Alguien que intenta, en la medida de lo posible, no estar "ni con unos ni con otros". Según sus enemigos, más numerosos en los últimos tiempos, en cambio, se trata de alguien que "está, indistintamente, con unos y con otros, según convenga". No debe ser el único en política con tal costumbre, en caso de que esta última afirmación fuera cierta. Aunque sí es singular en su manera de actuar: a la hora de la verdad suele decir las cosas claras, aunque sin perder en ningún momento la diplomacia que tan buena prensa y resultados le ha dado en todas las estaciones en las que ha transcurrido su vida política. Desde la Diputación Provincial, donde llegó a ser vicepresidente, al Ayuntamiento hispalense, donde ha sido casi de todo, incluso alcalde potencial durante los últimos meses. Hasta esta misma semana.

Carrillo, que llegó al PSOE tras militar de joven en filas comunistas, joven funcionario de carrera, viejo claretiano en sus primeros años académicos, economista en su vertiente universitaria (aún es docente de la materia en la Hispalense) y uno de los cerebros mejor amueblados del PSOE (hasta que ambos rompieron las relaciones políticas y personales, Monteseirín siempre dejó en sus manos la estrategia política y la construcción de buena parte del argumentario que explica su gestión, incluyendo los dos pactos de gobierno con IU) no ha tenido demasiada suerte en sus apuestas orgánicas. O así parece.

De joven llegó incluso a disputar el poder al viejo aparato del PSOE de Sevilla (encabezó una lista alternativa a la que entonces ostentaba el poder en el partido) y, tras la derrota, cayó en desgracia durante un largo periodo del que sólo salió tras su inclusión en las listas del Ayuntamiento. Hace apenas unos meses, cuando decidió apoyar al secretario provincial en el congreso del pasado verano (opción que provocó que el alcalde considerase una traición su libertad de criterio), en teoría, iniciaba una nueva etapa de vida política con el respaldo expreso del aparato del PSOE provincial, aunque al cabo las cosas no han salido como desde la sede de los socialistas provinciales le dijeron y, probablemente, desde San Vicente (sede del PSOE andaluz) le garantizaron que también ocurriría. No en vano, fue elegido por Chaves para formar parte de la Ejecutiva del PSOE-A salida de último congreso. Sabía que la operación diseñada por el partido para recuperar la iniciativa política en el gobierno local era muy arriesgada y llena de incertidumbres. Confió en las buenas palabras. Decidió jugársela. A partir de ese momento todo lo que ha recibido han sido descalificaciones por parte de sus antiguos compañeros de filas, desencuentros (más agrios en el caso de sus pupilos políticos, posicionados en la lógica del poder) y llamadas a la paciencia por parte de los dirigentes del PSOE, a los que no les ha importado quebrar las expectativas que ellos mismos avivaron. Viera y Monteseirín tenderán puentes la próxima semana en una reunión de la Ejecutiva con el grupo municipal.

A Carrillo, escritor en sus ratos libres, experto en municipalismo, gestor de empresas públicas, elogiado por su condición de político cortés e ilustrado, sus antiguos hermanos le han recriminado durante todo este tiempo con vehemencia su supuesta "traición", su gusto por los "asuntos esotéricos" y su espíritu contracorriente. "Es un outsider", decían unos. "Un hombre que usa camisa negra no puede ser el alcalde de Sevilla", decían otros. Ayer, tras encajar el cambio de planes del presidente de la Junta, rompió su silencio y anunció, tras coincidir con Monteseirín en la ceremonia de bienvenida a nuevos funcionarios ("Es un encuentro casual", bromeó; ambos políticos salieron por separado del acto), que va a abrir un proceso de reflexión sobre su futuro. "En este escenario, me corresponde hacer una reflexión sobre el papel que debo desempeñar de ahora en adelante". Y agregó: "Respeto y hago mía la decisión tomada de la continuidad del alcalde, de la misma forma que hubiera respetado y hecho mía una decisión sobre su relevo", sentenció.

Sin avanzar qué decisión final tomará (ésta depende de las conversaciones que mantendrá con el partido y el grupo municipal), el portavoz adjunto del PSOE municipal sólo precisó: "Tengo en la cabeza dos criterios: el interés general de la ciudadanía y el servicio público del Ayuntamiento". "Mi visión de la política consiste en viajar por ella siempre libre y muy ligero de equipaje. No tengo apego a cargo alguno". Algunos de sus enemigos acogieron ayer con regocijo estas palabras, probablemente dando por hecho que, antes o después, tirará la toalla y, como consecuencia indirecta, terminará dándoles la razón cuando en su día criticaron que su posicionamiento orgánico sólo respondía a su afán por ser alcalde.

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