Chuck Norris vuelve a la Alameda
calle rioja
Coincidencia. Los cameros Sergio Ramos y Capi debutaron en Liga de Campeones el mismo día que estalló el caso Camas, uno contra el Olympique Lyon, otro contra el Liverpool.
BAJÉ al bar Adoro a por una tarrina de caracoles para tomarla mientras veíamos el partido. El camarero entró en la cocina para prepararla. Me quedé solo en el local y dos chicas con acento extranjero y cabellos rubios, evidentemente eran alemanas, me preguntaron si íbamos a poner el partido. Les dije que yo era un cliente, pero les insinué que tomaran asiento. El televisor estaba encendido, aunque lo que se veía era una película de Chuck Norris. Defensa a ultranza.
Salieron los caracoles y les deseé suerte a las valquirias. Les conté una historia verídica que las emocionó. Como no quisimos saber el sexo de nuestro primer hijo, mi hermano Juan le regaló un balón firmado por Lothar Matthäus, que había estado concentrado con la selección alemana en Benalmádena. Mi hija creció en el agnosticismo balompédico y fue su padre el que jugó con el balón que llevaba la rúbrica del ídolo del Bayern Munich.
Es uno de los muchos recuerdos de los enfrentamientos con el equipo bávaro. Otro me llegó ayer mismo, en la resaca de la proeza bávara, cuando saludé en la Alameda a Felipe Alcaraz, el político más ducho para escribir novelas, y la munícipe y ex cigarrera Pepa Medrano. Alcaraz venía de dar una charla sobre la fiesta del Trabajo que hoy se celebra con casi seis millones de parados en el local municipal Redes Sevilla, en el Pasaje de González de Quijano 1879, que así se llama esta variante que une Peris Mencheta con Relator. En esta, por cierto, hay una discoteca que se llama Munich tendente a cambiar de nombre: antes fue Mueble-Bar y antes Jackson.
El hijo de Felipe Alcaraz es el entrenador del Granada y su padre vio la noche de los cuchillos largos. El sueño madridista, la pesadilla germana en la cuna de los hermanos Grimm, cuya casa natal conoce bien Antonio Rodríguez Almodóvar, a quien no en vano Ana María Matute calificó de "tercer hermano Grimm". El cielo alemán se convirtió en purgatorio. No faltaba ni Dante, que juega en el equipo de Guardiola.
Le conté a los políticos de Izquierda Unida el contexto político del debut de Sergio Ramos en la Liga de Campeones. El 13 de septiembre de 2005, el mismo día que estallaba el caso Camas y el ex alcalde Agustín Pavón presentaba su dimisión, dos futbolistas de esa localidad tan taurina -Curro Romero, Paco Camino, Soto Vargas- debutaban en la Liga de Campeones. Sergio Ramos en el Madrid frente al Olympique de Lyon, que durante unos años se convirtió en su bestia negra, como le constaba al buen madridista Gregorio Peces-Barba, y Capi en el Betis frente al Liverpool. El equipo verdiblanco había ganado ese año su segunda Copa del Rey, en el centenario del eterno rival, y se había encuadrado en la fase de grupos de la Liga de Campeones con el Anderlecht, el Chelsea y el Liverpool. Los dos equipos que encabezan la Liga inglesa y el que ha cerrado la española, que, como ocurriera coincidiendo con los Mundiales de Inglaterra 66 y Argentina 78 se despeña a Segunda División, "de Rusia a Murcia", que diría el bueno de Pepe Álvarez, en puertas de otro Mundial. Pero esta vez no van convocados Biosca ni Cardeñosa.
Las dos alemanas aguantaron dignamente hasta el final en la terraza del bar. Al fútbol le siguió la fiesta flamenca. La noticia del fichaje de Sergio Ramos por el Madrid la conocí en la habitación del hospital Macarena donde mi suegro compartía habitación con un polaco sin papeles. Ese año disfrutó con sus dos yernos de la Copa que el Betis le ganó al Osasuna con un gol del trianero Dani. El equipo también tiene en su purgatorio particular a un discípulo de Dante, que tiene estatua en el Parque de María Luisa y es patrono de una asociación de estudios italianos. La Liga de Campeones la ganó el Barça.
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