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La crisis del coronavirus contada por sus protagonistas
  • Varios protagonistas del ámbito sanitario y sociosanitario relatan en primera persona su experiencia con el Covid-19 diez meses después de la aparición en sus vidas

Historias de la pandemia en Sevilla

Historias de la pandemia del coronavirus en Sevilla. Historias de la pandemia del coronavirus en Sevilla.

Historias de la pandemia del coronavirus en Sevilla. / D. S.

A lo largo de la historia han sido muchos los contagios masivos y epidemias que han afectado a la sociedad antes que la actual del Covid-19. Algunos pandémicos hasta la aparición de fármacos o vacunas que los mantuvieron a raya. Como ocurriera entonces, nadie del futuro podrá explicar el 2020 sin hablar del  coronavirus. Un microrganismo que, sin que nadie pudiera ni imaginarlo en pleno siglo XXI, ha alterado la vida personal, física, social, sanitaria, psicológica, política o económica de todos los seres humanos que pueblan la Tierra y del que, a diferencia de épocas pasadas, quedará constancia de todos y cada uno de los detalles que lo rodean a través de los millones de imágenes y publicaciones que las nuevas tecnologías hacen posible cada día.

Diario de Sevilla recoge en este reportaje algunas de las historias de superación, de entrega, de solidaridad, de altruismo, de talento, contadas por sus protagonistas en la recta final de un año complejo, pero que, sin duda, fue algo mejor gracias a la aportación que cada uno de ellos hizo a la sociedad en uno de sus momentos más duros.

Miguel Ángel Benítez se convirtió el pasado 26 de febrero, cuando la enfermedad aún parecía muy lejana, y prácticamente se ignoraba casi todo sobre el Covid-19, en el primer contagiado de Sevilla y Andalucía y en uno de los primeros positivos detectados en España. Hasta entonces, el SARS-CoV-2 apenas se identificaba en personas procedentes de las que se llamaron zonas de riesgo por la alta incidencia que ya mostraba en ellas la enfermedad (China, cuatro regiones del norte de Italia, Irán, Corea del Sur, Singapur y Japón), pero el caso de este sevillano empleado de banca dio la primera vuelta de tuerca, de las muchas que se darían después, al nuevo día a día de la sociedad española. Ni había salido del país ni había mantenido contacto con personas extranjeras. Pero ahí estaba él, con PCR positiva, hospitalizado con neumonía bilateral e inaugurando oficialmente la llegada de la enfermedad a la comunidad andaluza.

Sin saberlo, Miguel Ángel Benítez escribía así la primera página de una dura historia en el país al convertirse en el primer contagio autóctono de un virus que hoy, diez meses después, se ha cobrado más de 50.000 muertes oficiales y contabiliza más de 1,8 millones de casos confirmados.

A él le seguirían muchos positivos más. Al principio identificados uno a uno en Sevilla. Que si un médico y un enfermero que los atendieron en el hospital, que si una joven universitaria que había viajado a Italia, que si una estudiante erasmus italiana, otro empleado de banca.... así hasta perder la cuenta y llegar a otro caso histórico. El del lebrijano Juan José Peña que, tras 58 días en la UCI, muchos de ellos en los que no se contó con su vida, se convirtió la pasada primavera en el segundo paciente con Covid-19 con más tiempo atendido en una UCI en el país. Luego otros lo han superado, pero este conocido abogado, hijo del cantaor Juan Peña El Lebrijano, ya es parte de la historia de la pandemia en España.

Juan José Peña pasó 58 días en la UCI. Juan José Peña pasó 58 días en la UCI.

Juan José Peña pasó 58 días en la UCI.

Prácticamente ha vuelto a nacer este año. Ha sido uno de los tantos que ha pasado un calvario por culpa del virus, pero que, afortunadamente, ahora, cuando han pasado seis meses desde que recibió el alta hospitalaria, se encuentra mejor y se recupera poco a poco. Como ya lo hizo tras superar la enfermedad, no duda en atender la llamada de este medio para que, con su experiencia, "la gente coja conciencia". La enfermedad ha hecho mella en su día a día y las secuelas aún le acompañan, pero Juan José Peña se siente un "afortunado". Valora la vida, "el simple hecho de poder caminar", afirma. Dice que una de las cosas que se ha dado cuenta es lo fácil que es que la vida se vaya. "Después de vivir una experiencia como esta valoras más los momentos que se viven familia y con amigos. Eres más consciente de que la vida está para vivirla en plenitud y te das cuenta de que se te va en un segundo. He estado a punto de morirme y, después de eso, te das cuenta de que los problemas son muy pocos", afirma.

De lo vivido hace seis meses no quiere ni acordarse. Juan José asegura que entra "en pánico" sólo con traer momentos de aquellos días a su mente. Mejor recuerdo guarda del recibimiento que tuvo por parte de sus vecinos a la llegada a su pueblo entre aplausos, mucha emoción y una canción de su padre. "Veo en la gente alegría cuando ven cómo me voy recuperando. Es muy emocionante ver que la gente te quiere y que puedo ser ejemplo para los que siguen luchando", concluye.

Los sanitarios

Una historia de superación detrás de la cual hay otras muchas de entrega, solidaridad y profesionalidad. Las de los sanitarios que desde el primer momento batallan contra el virus en primera línea de fuego. Aquellos que, en lo más duro de la pandemia, no se han quedado en casa porque tenían que salvar vidas. Aun a riesgo de la suya propia. Joaquín García Montalbán, José Manuel Muñoz López, Gabriel del Castillo, Pedro Fernández Casado y María del Carmen Carrasco Mialdea son los nombre y apellidos de esos héroes de bata blanca que se quedaron en el camino en la provincia de Sevilla y que también forman parte de la historia de una pandemia sin precedentes.

En los hospitales y centros sanitarios, el Covid-19 lo puso todo patas arriba allá por el mes de marzo. Cambios de estilos de trabajo, circuitos diferenciados, protocolos cambiantes por días, uniformes imposibles, miedo, incertidumbre.... Un conjunto de novedades que llegaron básicamente de la noche a la mañana.

Si Miguel Ángel Benítez fue el primer paciente de coronavirus ingresado en un hospital andaluz, en el Virgen del Rocío de Sevilla, Juan José Peña fue el primer infectado que entró en la UCI en el Hospital de Valme, donde desgraciadamente, no ha sido único. El equipo que dirige el doctor Antonio Lesmes Serrano ha salvado muchas vidas y otras, lamentablemente, se les han escapado. Una lucha diaria y sin descanso por sobrevivir que representa por un lado la dimensión de la amenaza del coronavirus y, por otro, la implacable respuesta de los profesionales sanitarios contra la pandemia.

Antonio Lesmes, jefe de la UCI del Hospital de Valme. Antonio Lesmes, jefe de la UCI del Hospital de Valme.

Antonio Lesmes, jefe de la UCI del Hospital de Valme.

Tras estos casi diez meses de duro trabajo, el doctor describe la primera oleada del virus como "un inmenso reto" del que, asegura, "no quedaba otra que salir". Unos primeros momentos en los que Lesmes reconocía a este medio lo "duro" que resultaba "actuar ante lo desconocido" y, sobre todo, "la comunicación diaria con los familiares desde la distancia". Aunque sin obviar la complejidad de todo lo vivido, el médico intensivista señala que la experiencia le ha "rejuvenecido, intelectualmente hablando", pero reconoce que hay compañeros que "se están esforzando mucho y lo han pasando verdaderamente mal".

Las peores aristas de la pandemia se solapan con otras caras de lo que ha sucedido en el ámbito de la sanidad de puertas adentro. Historias que hablan de vocaciones revividas, de equipos convertidos en hermandades y gratificantes experiencias de cuidado. Y es que, la llegada de la segunda ola del virus el pasado verano, sorprendió al sector sanitario mucho antes de lo esperado.

También en la UCI, pero en el Hospital Virgen del Rocío, la enfermera Charo Alcaide sabe lo que es sudar el uniforme en esta pandemia. Aunque con su turno habitual en la Unidad de Trasplantes de la UCI, el coronavirus la llevó el pasado marzo a coordinar al equipo Covid de enfermería en Cuidados Intensivos. Pese al tiempo transcurrido, asegura recordar los inicios de la crisis "como si fuera ayer mismo". La incertidumbre, el miedo, la ansiedad ante lo desconocido, el aprendizaje continuo, la formación, la entrega y otro sin fin de experiencias vividas en tan poco tiempo la marcarán para siempre al igual que la "satisfacción" de ver salir a los pacientes de alta por la puerta de la UCI.

La enfermera de la UCI del Virgen del Rocío, Charo Alcaide. La enfermera de la UCI del Virgen del Rocío, Charo Alcaide.

La enfermera de la UCI del Virgen del Rocío, Charo Alcaide.

La profesional contrarresta la experiencia y seguridad con la que se hizo frente a la segunda ola en verano con el cansancio acumulado y la mayor presión asistencial soportada, "casi el triple", de la asistida la pasada primavera. Pese a esos recuerdos, la enfermera se muestra "optimista" y confiada en que "la ciencia nos saque de ésta". Profesionalmente, se queda con los conocimientos adquiridos en cuanto a técnicas, tratamientos, aislamientos y equipo y, personalmente, con el haber aprendido a que "hay que saber perder para luego ganar".

Lejos de la UCI, en las plantas de hospitalización, reclutar profesionales voluntarios de otras áreas para reforzar los llamados equipos Covid ha sido clave en esta segunda ola para garantizar una atención sanitaria que se vio al borde del colapso a mediados de noviembre cuando se rozaron las 900 hospitalizaciones por coronavirus en la provincia. Julia Praena, María José Delgado, Loli Gutiérrez y David Fernández son médico, enfermera, TCAE y celador y de la zona cero del Covid en el Hospital Virgen del Rocío y algunos ejemplos de una lucha sin descanso. Tras casi diez meses al pie del cañón, el cansancio hace mella en un día a día marcado por la esperanza de la nueva etapa recién iniciada con las primeras vacunas inyectadas. Por sus retinas ha pasado de todo. La "angustia e impotencia" se ha apoderado de ellos en los últimos meses, pero su vocación deja paso a un latente optimismo. Son las manos, los pies y la única presencia que sienten aquellos que batallan contra la enfermedad desde la solitaria cama de un hospital. Compensar la ausencia de familiares e intentar garantizar el acompañamiento en momentos especiales como el final de la vida, ha sido de lo más duro vivido por estos profesionales que alertan de la "pérdida del miedo en la ciudadanía" y del temor de que el sistema sanitario "claudique" con una tercera oleada.

Jesús Rodríguez Baño, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Macarena. Jesús Rodríguez Baño, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Macarena.

Jesús Rodríguez Baño, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Macarena.

En el Hospital Virgen Macarena, el doctor Jesús Rodríguez Baño dirige la unidad de Enfermedades Infecciosas, convertida hace meses en el búnker del coronavirus. Entrevistado por este medio allá por el mes de abril reconocía abiertamente el error inicial que supuso el asimilar el coronavirus a una gripe corriente. "Nos equivocamos y mucho", afirmaba y ya entonces advertía de la gran cantidad de personas que, por suerte, pasarían la enfermedad de manera asintomática o leve, como así luego se ha demostrado. De aquellos tiempos recuerda la "tensión" y "presión" con la que hubo que enfrentarse a una enfermedad de la que se desconocía "todo". "Era todo incertidumbre tanto el cómo se transmitía el virus, qué podíamos hacer para protegernos y, lo más importante, qué hacíamos con los pacientes porque en aquellos momentos no teníamos ninguna información sobre cómo tratarlos", afirma el doctor. Al mismo tiempo destaca, el golpe "duro", sobre todo psicológico, que supuso tras el verano el tener que volverlo a revivir todo "de una forma más intensa de la que se había pensado".

Álvaro Pacual, director del Servicio de Microbiología Clínica del Virgen Macarena. Álvaro Pacual,  director del Servicio de Microbiología Clínica del Virgen Macarena.

Álvaro Pacual, director del Servicio de Microbiología Clínica del Virgen Macarena.

Sin salir de este hospital, pero sí bajando varias plantas, se encuentra el servicio de Microbiología con el doctor Álvaro Pascual a la cabeza y donde desde el mismo instante en que se supo de la llegada del SARS-CoV-2 a la provincia se afrontó la difícil tarea de ganar al virus en los laboratorios. Los microbiólogos son los encargados de analizar las ya famosas PCR. Con horarios de 24 horas los siete días de la semana y en contacto directo con la enfermedad, el equipo del doctor Pascual se encarga desde principios de la pandemia de poner en marcha todos los procedimientos y técnicas para detectar el contagio, preparar las muestras y validarlas para su administración en pacientes y, sobre todo, interpretar los resultados y emitir diagnósticos. Su trabajo ha ido evolucionando a medida que la crisis ha ido avanzando, pero no su finalidad. "El diagnóstico de la enfermedad no es una técnica concreta, es un diagnostico complicado en el que intervienen profesionales sanitarios capacitados, los microbiólogos, y es un procedimiento que implica muchas fases", destacaba el profesional en una entrevista para este medio previa al estallido de la segunda oleada.

Los 'detectives' del virus

También desde las trincheras se han convertido en protagonistas indiscutibles de la pandemia los llamados rastreadores del coronavirus. Médicos, enfermeros y epidemiólogos de Atención Primaria convertidos en detectives y que se unieron a la batalla contra el Covid a mediados de mayo en una laboriosa función que engloba la reconstrucción de todos y cada uno de los pasos de cada caso confirmado y la búsqueda de las personas con las que ha estado en contacto a fin de mitigar la propagación del virus.

La enfermera de Salud Pública, Cristina Ballesteros, es una de ellas. "Nuestro trabajo se ha ido adaptando a las características particulares de la pandemia y ha sido crucial en la segunda ola", matiza. En el call center del Distrito Sevilla, los teléfonos empiezan a descolgarse en el momento en el que un caso sospechoso confirma su positivo. Como si de completar las piezas de un puzle se tratara, el equipo de rastreadores se encarga de hablar con cada persona con PCR positiva para encontrar a sus contactos desde las 48 horas anteriores al inicio de síntomas. Deben ser estrechos, es decir, que hayan estado en el mismo lugar a una distancia menor de dos metros y entre 10 y 15 minutos.

El equipo de rastreadores sanitarios del distrito Sevilla. El equipo de rastreadores sanitarios del distrito Sevilla.

El equipo de rastreadores sanitarios del distrito Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Actualmente, según la profesional, las medidas restrictivas previas al periodo navideño, dan muestra de unas relaciones sociales "muy limitadas" que hacen posible la "cobertura al cien por cien" de los rastreos, pero no siempre ha sido así. "En algunos momentos cuando las cifras han sido muy elevadas, es cierto que no hemos podido llegar a todo a pesar de intervenir desde distintos puntos", afirma Ballesteros.

La médico de familia María José González Troncoso. La médico de familia María José González Troncoso.

La médico de familia María José González Troncoso.

Ese contacto telefónico, o incluso presencial presencial en algunos casos, primero con el propio afectado y luego con todo su entorno, es también desempeñado por los profesionales de Atención Primaria. Un trabajo que, unido a la consulta diaria, entre llamadas y visitas, y al seguimiento de pacientes contagiados o con síntomas en sus domicilios ha desbordado a unos profesionales, los que asisten a la población en el primer dique de contención del coronavirus en los centros de salud. María José González Troncoso es un ejemplo de ello. Es médico de familia en el centro de salud María Fuensanta Pérez Quiros, en Sevilla Este, y el teléfono, al igual que para todos sus compañeros, se ha convertido en la herramienta clave de su día a día.

Nueve meses después de que se decretara el estado de alarma, su peor recuerdo sigue siendo "la nefasta protección" con la que tuvieron que hacer frente al virus en un momento en el que poco se conocía de él. "Las medidas se tomaron mal y tarde", subraya. "Entre nosotros fuimos improvisando algunas medidas junto con otras que nos llegaron del distrito, aunque algo tarde. Fuimos pioneros en las consultas especializadas de Covid y establecimos el cambio de ropa para pasar consulta", explica la sanitaria.

La profesional destaca el "cansancio" y "hartazgo", en general, de la sociedad ante una situación sostenida en el tiempo y de la que, desde su puesto de trabajo, ha ido viendo varias etapas. "Al principio se tenía la sensación de que no queríamos atender a la gente. Hay sectores a los que les costó mucho entender que la atención había cambiado de presencial a telefónica en la mayoría de los casos. Si en algún momento fuimos considerados los héroes, para algunos, más tarde, nos convertimos en verdugos", describe.

Sobre la nueva etapa abierta con el inicio de la vacunación, la médico tiene todavía sus dudas por una "falta de información" concreta sobre el plan a seguir, pero recomienda "la mayor cobertura posible" como única vía posible para iniciar el camino del fin de esta pandemia.

Farmacias al pie del cañón

Las farmacias son uno de los pocos servicios básicos que durante el estado de alarma siguieron subiendo la persiana cada día. Desde el inicio de la pandemia, a sus profesionales les tocó enfrentarse cara a cara con el virus. Su trabajo no ha sido fácil, han asumido leyes y normas, funciones medicas, adaptado espacios a las necesidades de la crisis sanitaria y cambios en su día a día, convirtiéndose en lo más crudo de la pandemia en el primer recurso sanitario de una ciudadanía marcada por el miedo.

Julio Cansino en su farmacia en Castilleja de la Cuesta. Julio Cansino en su farmacia en Castilleja de la Cuesta.

Julio Cansino en su farmacia en Castilleja de la Cuesta. / (Juan Carlos Vázquez)

Mascarillas, geles hidroalcohólicos y guantes se convirtieron en los productos estrellas allá por los meses de marzo y abril y las boticas, las principales dispensadoras de unos productos agotados prácticamente desde el principio por una falta de previsión inicial.

Para Julio Cansino, titular de una de las farmacias más veteranas de la provincia (Farmacia Cansino en Castilleja de la Cuesta), echar la vista atrás es "duro" porque, subraya, "se han perdido muchos pacientes en el camino". Turnos organizados por bloques para no quedarse a raya ante un posible contagio, aislamiento personal de su familia o guardias de hasta 14 horas serán difícil de olvidar para este boticario que la pasada primavera vivió sus peores momentos detrás un mostrador por el que han pasado muchas vivencias a través de tres generaciones, pero ninguna comparable con la actual.

Como profesional, la pandemia ha cambiado su manera de trabajar. "No hemos variado ni un ápice la manera de trabajar desde que empezamos la pandemia. En todo momento hemos continuado con los mismos protocolos desde marzo, mascarillas diarias, mamparas, separación de los clientes en boxes, desinfección, continuo lavado de manos y evitando contactos personales fuera del trabajo", destaca.

Los más vulnerables

Si en los hospitales se han librado las peores batallas, en las residencias de mayores se han librado las más duras. El virus se ha cebado con una generación prácticamente en la última etapa de su vida dejando más de 300 fallecidos y unos 1.600 positivos en la provincia. Unas cifras que han sacado a la luz una crisis que viene de lejos. Detrás de ellas hay historias muy dispares y diversas. 

Manuel Borrego, familiar de residente del geriátrico Joaquín Rosillo. Manuel Borrego, familiar de residente del geriátrico Joaquín Rosillo.

Manuel Borrego, familiar de residente del geriátrico Joaquín Rosillo. / José Ángel García

Manuel Borrego es hijo de una de las residentes del centro Joaquín Rosillo en San Juan Aznalfarache y cabeza visible de un movimiento familiar que sacó a la luz el "caos" de una gestión que llegó al Defensor del Pueblo Andaluz y la Fiscalía y que califica como "una auténtica película de miedo". "Lo único que reclamábamos era información. Yo veía otras residencias y en ninguna estaba sucediendo esto", afirma.

La situación de este geriátrico ha dado prácticamente la vuelta al mundo. Recién iniciada la cuarentena, el 20 de marzo, la dirección del centro informó de que tres de sus residentes habían dado positivo. Sin embargo, y fruto de la casualidad por su situación laboral en el sindicato CCOO, este familiar pudo conocer a través de la denuncia de una de las trabajadoras del centro de la existencia "de 70 positivos y al menos 12 muertes". Una situación que negada por la residencia a este familiar que asegura se le llegó a decir que se trataba "de un bulo". Sus presiones empujaron a principios de abril al reconocimiento público por parte de la Consejería de Salud de la situación en el centro, desvelando de golpe la existencia de 24 víctimas mortales. En total se llegaron a confirmar 34 muertes, aunque Borrego asegura "se superaron las cuarenta". El traslado de la mayoría de los contagiados al Hotel Alcora, acondicionado para alojar a los ancianos de residencias infectados, fue la mejor opción que se barajó entonces ante la "pesadilla", destaca este familiar, que se vivía en el centro. "Fue denunciar públicamente lo que me habían contado que estaba pasando allí y empezar a llegarme verdaderas barbaridades sobre la gestión en el centro", afirma.

Brígida Martín, la centenaria que ha sobrevivido al virus. Brígida Martín, la centenaria que ha sobrevivido al virus.

Brígida Martín, la centenaria que ha sobrevivido al virus.

Hasta este hotel convertido en hospital llegó Brígida Martín, una de las infectadas en el Joaquín Rosillo y que a sus 99 años superó el virus sin mayores complicaciones. "Todavía no me lo creo. Puedo decir que es un milagro y que no era su momento. La verdad es que cuando me dijeron que mi madre era positivo, lo primero que pensé es que ya no la veíamos más", afirma su hija María, que no dudó en trasladar a su madre a su casa una vez obtuvo los test negativos.

A punto de cumplir los 100 años, Brígida "se encuentra estupendamente", aunque, relata su hija, "tiene mucho miedo a las noches", fruto quizás de la situación vivida durante largas semanas en el centro. Que la trasladaran al Hotel Alcora, atendido sanitariamente por el SAMU, "fue lo mejor que pudo pasarle", señala María, que sólo tiene palabras de agradecimientos hacia estos profesionales. Sobre el trato en la residencia prefiere no entrar en detalles, pero sí señala la "carencia de cercanía y comunicación fluida" en un momento en el que los familiares lo único que solicitaban era información.

No tuvo la misma suerte F. R. S, también residente en el centro y que murió a los 80 años, unas dos semanas después de contraer el virus y tras ser trasladado también al hotel. "Fue brutal, lo más negativo que he vivido. Y todavía sigo sin asumirlo", expresa tajante la hija del fallecido, que prefiere mantenerse en el anonimato.

La "desinformación" marcó su día a día desde que le comunicaron el positivo hasta que la mañana del 4 de abril la llamaron desde el Alcora para comunicarle su fallecimiento. "La tensión era tal que yo no quería ni usar el teléfono no fuera a ser que me llamaran y me pillarán comunicando", señala, asegurando que desde el principio se temió lo peor. Teníamos un grupo de Whatsapp con los familiares y todos los días veíamos cinco o seis muertes. Lo único que pensabas era que en cualquier momento le iba a tocar al tuyo", manifiesta, al tiempo que subraya la dureza de no haber podido despedir a su padre al que la situación obligó a ser incinerado.

Isabel Martínez, directora de la residencia de mayores La Caridad, en Lebrija. Isabel Martínez, directora de la residencia de mayores La Caridad, en Lebrija.

Isabel Martínez, directora de la residencia de mayores La Caridad, en Lebrija.

A unos 70 kilómetro de distancia, en la residencia La Caridad en Lebrija, gestionada por el Grupo Gerón, la irrupción del virus también hizo estragos incluso antes de lo esperado. "Tuvimos el primer positivo a la semana de decretarse el estado de alarma y eso hizo que prácticamente nos pillara habituándonos aún a la nueva situación y normas que nos cambiaban casi por días. Fueron momentos muy duros", explica la directora del centro Isabel Sánchez.

Sin casos en la actualidad, el virus puso sobre las cuerdas a este centro la pasada primavera con un 60% de los mayores infectados y cerca de la mitad de los empleados también positivos a lo largo de los últimos meses. "Actuamos rápido", destaca Sánchez, que explica que "rápidamente" tras el primer positivo, se procedió al aislamiento de todos los mayores, a la sectorización de la residencia, se modificaron los cuadrantes de personal y se aumentó la plantilla, entre otras actuaciones.

Pese a las pérdidas -10 en total-, el cariño y apoyo de los familiares no ha faltado en el centro. "En todo momento mantuvimos a las familias informadas de todo. Era muy duro, pero peor es la incertidumbre. Esa transparencia es quizás la que ha hecho que ellos mismos nos hayan apoyado mucho desde el principio con múltiples muestras de entendimiento y cariño", destaca la cuidadora.

Sobre los mayores, subraya la "capacidad de adaptación" a unas circunstancias por las que llevan meses de aislamiento y explica que, "para contrarrestar en los peores momentos, llevábamos musicoterapia a las habitaciones y hacíamos videollamadas para que vieran a sus familias", explica.

Isabel, de 72 años, fue la primera vacunada en la provincia. Isabel, de 72 años, fue la primera vacunada  en la provincia.

Isabel, de 72 años, fue la primera vacunada en la provincia.

María Jesús, enfermera del Hospital Virgen Macarena, recibe su vacuna. María Jesús, enfermera del Hospital Virgen Macarena, recibe su vacuna.

María Jesús, enfermera del Hospital Virgen Macarena, recibe su vacuna.

Experiencias todas vividas en primera persona y que han marcado un año complicado que encara el principio del fin justo en su recta final con el inicio de la ansiada vacunación. España asistió el pasado domingo probablemente a la noticia más esperada de este aciago 2020 que hoy termina. Una historia de luz al final del túnel en la que en Sevilla Isabel, Melchor y Francisco, residentes del asilo Heliópolis, y las enfermeras del Macarena, María Jesús y Trinidad, también han escrito su capítulo al convertirse en los primeros sevillanos en inyectarse esperanza tras un duro camino.

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