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Cristóbal volvió al 'Bécquer', junto a la plaza Van Gogh

  • Recuerdo. Profesores amigos procedentes de León, Zaragoza y Madrid hablaron en Sevilla del legado artístico, ético y humano del pintor Cristóbal Aguilar, convocados por su hijo Luis

Salón de actos de la Casa de la Provincia en el homenaje a Cristóbal Aguilar.

Salón de actos de la Casa de la Provincia en el homenaje a Cristóbal Aguilar. / José Ángel García

Se ha prorrogado hasta el 7 de noviembre la exposición antológica del pintor Cristóbal Aguilar (1939-2019) en La Casa de la Provincia. Ni sus organizadores imaginaban el éxito de público que iba a tener la mesa redonda en torno a este pintor sevillano. Buena parte del mérito es de su hijo Luis Aguilar, comisario de la exposición, vertebrador de este legado artístico.

Los tres lo conocieron y compartieron momentos esenciales de su vida con él. Andrés Martínez Lorca (Almería, 1943), catedrático emérito de Filosofía Medieval, vino desde Madrid a la mesa redonda. Formó parte con Cristóbal de la lista por Málaga del Partido Comunista en las elecciones de 1977 que encabezaba Tomas García, un antifranquista hijo del principal oligarca de Álora que pasó de la clandestinidad al Congreso de los Diputados.

Su muerte en 2019 frustró una muestra en Fuendetodos, la cuna de Francisco de Goya

José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca, 1953), destacado poeta, vino desde León para reencontrarse con la ciudad en la que conoció a Cristóbal. Fue en 1978, cuando el pintor regresó desde Ronda para ser profesor de Dibujo en el instituto Gustavo Adolfo Bécquer (calle López de Gómara) donde Puerto impartía clases de Lengua y Literatura. Allí surgió una intensa amistad. Los cuadros metafísicos de Segovia (incluidos los de la montaña de la Mujer Muerta) están terminados en la casa de Puerto en esa ciudad castellana.

Jesús Rubio (Ágreda, Soria, 1953) llegó a Sevilla casi de polizón en una cadena de trenes desde Zaragoza, donde es catedrático de Literatura. Fue el más tardío en conocer a Cristóbal, con el que le unieron diferentes proyectos. El último, inconcluso, una carpeta de grabados que el pintor pensaba exponer en Fuendetodos, la cuna aragonesa de Goya.

El acto tuvo la seriedad de los actos académicos y la informalidad de la evocación de un amigo. Fue como una presentación oficiosa del número 101 de Cuadernos de Roldán, con uno de sus animadores entre el público, Antonio Molina Flores, que se estrenó como crítico de arte con el texto que de dedicó a la exposición de Cristóbal en las páginas del Diario de Sevilla.

Cristóbal fue un aventajado discípulo de sus maestros (Picasso, Muñoz Ortega, Zabaleta) y un generoso maestro de sus alumnos. Entre ellos, en el instituto Bécquer, figuraba su hijo Luis, a quien le dio clases de Dibujo. Un magisterio presente en la sala que habría hecho las delicias del autor de los cuadros.

José María Piñero, que acudió en compañía de su hermano el actor Paco Piñero, quiso saludar y abrazar al profesor que le dirigió su tesis doctoral, Andrés Martínez Lorca, que a su vez la había hecho sobre Gramsci. Rafael Alarcón tuvo ocasión de hacer lo propio con su maestro Jesús Rubio. Alarcón, profesor de Literatura en la Universidad de Jaén, publicó un estudio sobre Oselito (el coriano Martínez de León) y un día después de la mesa redonda presentó la edición de La diosa Razón, obra teatral de los hermanos Machado que rescató con Antonio Rodríguez Almodóvar.

El instituto Bécquer, junto a la plaza Van Gogh, es el sexto más antiguo de Sevilla, el primero de Triana. El que fuera su profesor José Luis Puerto se emocionó al saludar a antiguas alumnas o compañeras de claustro. Chelo Pradilla desarrolló toda su carrera docente en ese centro, donde fue directora en los actos del cincuentenario. Profesora de Historia. María de la Presentación Aguilar daba clases de Lengua. En la copa posterior,las dos profesoras recordaron vivencias con el profesor salmantino que llegó a Triana. Anécdotas de sus alumnos: César Cadaval, la ministra María Jesús Montero (una hermana y la madre de la titular de Hacienda acudieron al acto en la Casa de la Provincia), Isabel Pantoja o Paz Vega.

Un poeta y dos catedráticos para reflexionar sobre la poesía de la pintura. Junto a Luis Aguilar como apoderado de esta terna, al cronista le tocó el papel de sobresaliente. Tuve el privilegio de conocer y entrevistar hace 45 años (se publicó en julio de 1977 en la revista Cuadernos Manchegos) a Pepe Ortega, pintor comunista, manchego de Arroba de los Montes, que recibió en su estudio parisino de la calle Batignoles a Cristóbal, Paco Cuadrado y Paco Cortijo y les animó a formar Estampa Popular.

El catedrático Jesús Rubio tiene en su casa de Zaragoza una vista del hotel Victoria de Ronda con la firma de Cristóbal. El hotel donde Rilke escribió parte de su trilogía española durante su estancia entre 1912 y 1913, un año antes de la Primera Guerra Mundial y Dionisio Ridruejo, confinado por orden de Franco, redactó su Cuaderno de Rusia, su diario de la División Azul (1941-1942), en la Segunda Guerra Mundial.

Se recordó la figura de Nicomedes, abulense de El Tiemblo con el que Cristóbal coincidió en 1958 en el Curso de Pintores Pensionados Paisajistas. Fue el pintor quien sugirió el nombre del escultor para hacer el busto de Rilke que se inauguró en el cuadragésimo aniversario de su muerte. Cristóbal humanizó los paisajes. Tuvo en Miguel Hernández su poeta de cabecera (en Orihuela visitó a su viuda, Josefina Manresa) y sus tutores éticos eran Antonio Machado, al que tanto retrató, y el rondeño Francisco Giner de los Ríos. El pintor tiene una nieta que se llama Guiomar. En su currículum, decorador de La Pecera, la caseta de Feria del Pecé, Bacarisas de los rojos. Cristóbal antológico. Desde su autorretrato adolescente hasta La espera, el cuadro que está en el Museo Reina Sofía. Cristóbal Aguilar, un "comunista franciscano" (Martínez Lorca).

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