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De la Cuadrilla de El Algabeño a Los Hijos de Lenin

  • Trayectoria. Dos escorzos sevillanos de 'Línea de fuego', la novela sobre la guerra civil de Pérez-Reverte, corresponsal de guerra en cuatro continentes que noveló el conflicto patrio

De la Cuadrilla de El Algabeño a Los Hijos de Lenin

De la Cuadrilla de El Algabeño a Los Hijos de Lenin

En los últimos días lo han entrevistado, que uno sepa, Alsina, Herrera, Camero y ha salido hasta en El Hormiguero. En su entrevista con Carlos Herrera, Arturo Pérez-Reverte, hablando de su última novela, El italiano, le recordó a su entrevistador que habían coincidido 36 años atrás, en 1985, cuando Herrera y Ángeles Caso (finalista del Planeta el año que lo ganó Cela y más tarde ganadora del premio) presentaban el Telediario.

La única vez que coincidí con Pérez-Reverte como periodista fue en el escenario donde transcurre su última novela. Los dos cubríamos en la Corte de Gibraltar el juicio contra Enrique Bolín, que había sido alcalde de Benalmádena y después de pasar por el Moorish Castle del Peñón lo volvería a ser de nuevo. Cuatro años después, lo entrevisté cuando vino a Sevilla para promocionar su cuarta novela, El Club Dumas. Después han venido 16 novelas más. La foto de la entrevista se la hizo Juan Carlos Cazalla. Salió publicada en Diario 16 el 16 de junio de 1993, el bloomsday, pero no hablamos para nada del Ulises. Joyce no está entre sus escritores de referencia, que entonces (y ahora) eran Conrad, Dumas, Galdós, Stendhal.

Su abandono del periodismo coincidió con 'La piel del tambor', que llevan al cine

Me hizo un croquis de las guerras que había cubierto. Todos los continentes menos Oceanía: la guerra Irán-Iraq, la revolución sandinista, el conflicto del Chad, la guerra de los Balcanes, que entonces estaba en pleno apogeo. Guardo los periódicos del día que murió Franco y en uno de ellos, Pueblo, el que dirigió Emilio Romero, contaba que seguían sin noticias sobre dos periodistas desplazados a la Marcha Verde y el conflicto del Sahara. Uno de ellos era Arturo Pérez-Reverte.

En aquella entrevista del 93 ya expresaba sus deseos de abandonar cuanto antes el periodismo y deslindaba ambos campos. "Cuando en una novela se nota al periodista, es una mala novela. Cuando en un reportaje se nota al escritor, no será un buen reportaje". Le preguntaba por su próxima novela y me respondía: "La empezaré en otoño. La trama empieza en Roma y se desarrolla en Sevilla". Se refería a La piel del tambor, que tres décadas después la va a llevar al cine un director colombiano que rueda escenas en Sevilla.

Debió ser aquel aterrizaje literario en Sevilla el que le llevó a elegir a su pareja de informantes sobre la ciudad, su particular club Dumas de tres mosqueteros que completaban mis buenos amigos Rafael de Cózar y Juan Eslava Galán, con los que hizo galas en plan tres tenores por toda España. La muerte del primero y el doble destierro del segundo (primero de Sevilla, después de Barcelona) disolvieron esa trinidad de mercenarios de la guasa y la palabra.

Estando los tres en un mítico santuario de Jaén, la taberna El Gorrión, fue donde Pérez-Reverte le sugirió a Eslava el título de su libro Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie. La novela sobre la guerra civil que ha escrito Pérez-Reverte, Línea de fuego, la vigésima de su producción, le está gustando a mucha gente. En la entrevista que le hice hace tantos años, poco después del final de la Expo 92, me decía que "en la guerra española hubo héroes solidarios, ahora sólo hay héroes solitarios".

Línea de fuego está llena de héroes solidarios que militan en los dos bandos que pretenden hacerse con la posición estratégica de Castellets del Segre, un Álamo catalán donde la ficción se sienta en moldes históricos. Aunque los hechos bélicos y las angustiosas treguas y paréntesis de la novela transcurren en un escenario catalán, se cuelan flecos sevillanos. Uno en cada bando.

Al dinamitero Julián Panizo, del bando republicano, le sorprenden los aires agitanados de Casaú. Le pregunta si es gitano y éste le contesta que por parte de madre. Y que también fue banderillero. "En la cuadrilla del Algabeño, para más inri… El maestro salió fascista, y al subalterno aquí lo tienes". Se integró en una unidad llamada Los Hijos de Lenin que hicieron buenas escabechinas por el Levante.

El alférez provisional Santiago Pardeiro después de la guerra fue a la División Azul. La ley de Memoria Histórica quitó su nombre a una calle en su Ferrol natal. A su unidad se incorporó la Lirio, "un antiguo cantaor de flamenco, conocido homosexual del Barrio Chino de Barcelona". La Lirio estuvo preso en Ceuta "tras un asunto de celos y puñaladas" y para redimir condena se alistó en el Tercio como legionario y estuvo con Queipo de Llano en Sevilla, "fue de los primeros legionarios que bajaron de un avión en el aeródromo de Tablada".

Dos escorzos sevillanos, secuelas del Algabeño y de Queipo, en la penúltima novela del corresponsal de tantas guerras ajenas que finalmente noveló la nuestra, a la que también se asoma en su trilogía de Falcó.

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