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Reportaje

Empresarios: La generación del 92

  • Los líderes empresariales sevillanos actuales se gestan en la época de la Expo gracias a la apertura de Sevilla al mundo.

Fue el año en el que los sevillanos miraron más allá de las murallas de la Macarena. La frase, de Manuel Contreras Caro, actual presidente de Azvi, refleja la oportunidad sin par que supuso para muchos jóvenes y menos jóvenes con inquietudes el dinamismo que acompañó a la Exposición Universal. Nacieron decenas de empresas para dar servicio a la muestra y muchas casas del centro de la ciudad se transformaron en pequeños hoteles. Los bares fueron un hervidero. Ignacio Gómez-Pando, del Grupo San Eloy, llevaba cuatro años en la empresa, a la que llegó con 24 ó 25 años tras la muerte de su padre. Con su hermano Julián aprovechó para darle un sello, una personalidad, a sus establecimientos de hostelería, que se distinguieron del resto. Los camareros se formaron: al menos uno o dos tenían que saber hablar inglés.

Sevilla en aquellos años era un hervidero, con un clima muy propicio para la actividad empresarial. No sólo porque había dinero, sino porque la ciudad fue el lugar idóneo para establecer lazos internacionales, algo impensable hace 25 ó 30 años. José Moya, actual presidente de Persan, adecentó como hotel una casa en la plaza de Santa Marta y vendió la comercialización a una agencia austriaca. Fernando Franco, el fundador de Tecnológica, conoció en 1992 al alemán Ivo Rauh, ahora consejero delegado de TÜV Nord en España, y 19 años después vendió a esta firma sus acciones. “Recuerdo una reunión de del sector electrónico en el Pabellón de Murcia, porque el director era ingeniero de telecomunicaciones y ejerció de anfitrión: vinieron franceses, alemanes, ingleses; la ciudad nos sirvió mucho de escaparate con nuestros clientes”, afirma Franco. José María Pacheco Guardiola, el sevillano que creó la firma de servicios externos Konecta y la convirtió en una multinacional, trabajaba entonces en Cetelem. “Organizamos en Sevilla la convención anual. Fue un orgullo mostrar a todos los directivos de la multinacional francesa este acontecimiento; Sevilla fue el centro del mundo, también del mundo empresarial”, dice Pacheco, que reconoce que aquel ambiente fue inspirador.

En esa época fue incubándose la semilla de una parte del empresariado andaluz de hoy. José Moya procedía de una familia de abogados y había trabajado en una consultoría y como director de área del Ayuntamiento, como encargado de la organización interna. Admite que el ejercicio de la coordinación de personas le incitó a emprender: “Tenía que saltar pronto, porque cuando tienes un buen sueldo ya es  más complicado tomar riesgos”. Fundó GADI, empresa de servicios informáticos, e hizo sus pinitos en el turismo y con casas prefabricadas en la zona de Los Pinares, en Alcalá de Guadaíra, y con el hotelito de la Plaza de San Andrés. En 1993 entró en Persan, la empresa familiar de su mujer, entonces hundida. Y la reflotó. Sin Expo a lo mejor la historia hubiera sido otra.

Cuando ésta se celebró, Rodrigo Charlo, presidente de Bogaris, tenía 32 años. Intentó aprovecharla al máximo, a pesar de que su bagaje empresarial, de cuatro años, no era todavía muy extenso. A través de Detea, con Gonzalo Melgarejo y Juan Pedro Soto, construyó la plataforma donde se compraban los tíckets del barco de Cruceros del Sur que llevaba a los visitantes a la Expo. Proyectó, también, una gran cúpula para el World Trade Center como la que hizo para la sede de Arlesa, la empresa de semillas, al pie del Puente del V Centenario. E incluso hubo conversaciones para que Detea implantara el sistema de microclima. “Fuimos los promotores; no nos eligieron porque éramos nuevos, pequeños y jóvenes, pero nuestra propuesta les sirvió para decidirse”, asegura orgulloso.

Nicolás Jiménez es el presidente de Elimco. Recuerda que en los años previos había terminado su carrera de ingeniero y que trabajo no faltaba. “Gracias a la gran cantidad de proyectos que había me pude desarrollar muy rápido”. Trabajó en la iluminación del Puente delCachorro y del V Centenario, en 33 espadañas de iglesias de Sevilla y en la propia construcción del Palacio de los Deportes. Elimco nace justo en 1992 como empresa de mantenimiento y montaje eléctrico, pero sin relación alguna con la Expo. Su vocación era permanecer en el tiempo. “Buscábamos un nicho de mercado aún no maduro, con un modelo de negocio de empresa media capaz de ejecutar proyectos grandes”. Es un ejemplo de firma que exploró más allá del ámbito local, y eso garantizó su supervivencia.

El de Gonzalo de Madariaga es un caso diferente. En él sí hay tradición familiar empresarial, pero eso no quiere decir que lo tuviera fácil. Su padre, Valentín de Madariaga, lo colocó al día siguiente de que acabara la carrera de Ingeniería industrial en Mecanismos y Accesorios, dedicada a fabricar amortiguadores para lavadores y componentes para ascensores. Corría el año 1989. La mayor parte del equipo directivo dimitió tras su llegada y él se encontró en una empresa golpeada por la mala gestión y con 14 personas en plantilla. Su misión era hercúlea. “Hice de ejecutivo, de comercial, de limpiador, de todo, para ordenar aquel desaste de organización”. Tuvo tiempo, no sólo para hacerlo, sino para fundar con José Luis García Rodríguez MP Productividad, dedicada a la fabricación de utillaje y el arreglo de maquinaria, y para, dos años después de su llegada a la firma, montar la delegación en China. “Fuimos la primera empresa andaluza en estar allí”. Ésos fueron los inicios de MP McPuarsa, un baluarte de la industria sevillana. ¿La Expo? “A mí no me sirvió la Expo en sí, aunque sí posicionó a Sevilla en el mundo; a partir de ese momento los clientes te situaban perfectamente”.

Manuel Contreras Caro tenía 26 años. Había terminado Derecho y hacía prácticas en Madrid, en Banesto. Vio desde fuera el fenomenal impulso de Azvi, ya que su padre lo “obligaba” a trabajar en una obra todos los veranos. El AVE fue la clave: tramos en Córdoba, Ciudad Real, Sevilla e incluso la playa de vías de Santa Justa. Cuando en 1995 se incorporó a la empresa lo hizo en el departamento de calidad y desde ahí pudo visualizarla al completo, compobar que  Azvi se atrevía con todo, desde carreteras a obras marítimas. Él tuvo la suerte de estar ahí y de formarse de algún modo en ese ambiente de relaciones internacionales que fue la Expo. El problema fue después.

La inversión se paró en 1993, llegó la crisis y muchas empresas murieron. Entre los empresarios consultados, algunos creen que Sevilla se “quedó dormida 20 años” en iniciativa empresarial; otros opinan que sí ha quedado la huella, y que en todo caso un gran movimiento empresarial no se fabrica en sis meses. Fernando Franco cree que el esfuerzo debió centrarse más en traer aquí a grandes empresas. Él fundó Tecnológica en Madrid y negoció con la extinta RDA ocupar su pabellón en 1993. Cuando cayó el muro, se quedó sin novia, aunque más tarde sería la primera empresa en instalarse en Cartuja. Franco echa en falta que en Sevilla se pusiera más empeño en la posexpo. Si hubiera sido así, se hubiera solventado en poco tiempo el problema de Tecnológica con la RDA.

De la Expo y su tiempo surgió una generación, pero no fue suficiente. Con el parón inversor a partir de 1993  aquel impulso se desvaneció en cierto modo. Madariaga afirma que el andaluz es capaz de un impulso creativo en un momento dado, como el de la Expo, pero no de mantenerlo con tesón en el tiempo. Y las murallas de la Macarena quedan como símbolo de lo que pudo ser y no fue. A pesar del éxito.

El germen de dos imperios empresariales

Antonio Hernández Callejas y Felipe Benjumea son los empresarios sevillanos más globales. Ambos estaban en la treintena avanzada en 1992. El máximo directivo de Abengoa ahora prácticamente le dio la vuelta como un calcetín a una compañía que ya estaba internacionalizada. Hasta entonces, había sido de servicios y trabajaba llave en mano para clientes como Telefónica y las eléctricas.

A partir de entonces se convirtió también en inversora y llevó a cabo proyectos completos, que incluían promoción, construcción, operación y mantenimiento. Benjumea ya anticipó que la Expo era un espejismo y que se acercaba la crisis, ya que los clientes de Abengoa cada vez acometían menos inversiones. Y tomó su propio rumbo. El presidente de Ebro Foods, por su lado, se encontraba entonces en la arrocera Herba, la empresa familiar. Diez años después accedía a la cúpula de Ebro Foods, la multinacional española de referencia en alimentación.

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