Enciclopedia cantada de Sevilla
25 años después de su muerte, Sevilla sigue sin reconocer el legado de Paco Palacios 'El Pali'. Desdén de los políticos que contrasta con la vigencia de unas sevillanas que reformó.
Hace 25 años, la primavera se acabó dos veces. El 21 de junio de 1988 moría Paco Palacios El Pali, el artista que revolucionó el género de las sevillanas: el primer solista, el primero que utilizó el género como canción-protesta, el creador de las sevillanas cofrades, pionero de los festivales benéficos. Un cuarto de siglo después, ni una sola Feria han dejado de escucharse sus sevillanas. Una vigencia que contrasta con la racanería de los políticos de su ciudad natal para reconocer ese cetro sin sucesor.
El Pali (1928-1988) nació en el número 6 de la calle Güines, junto a la Casa de la Moneda. El Ayuntamiento que presidía Alejandro Rojas-Marcos decidió rotular con su nombre su calle natal. Cuando llegó a la Alcaldía Alfredo Sánchez Monteseirín, le devolvió a la calle el nombre original, un topónimo cubano, y en el trueque del nomenclátor llevaron al último trovador, como le llama Antonio Ortega en su biografía, a espaldas de la calle Manuel Arellano. "Un callejón, un meadero de gatos al que no van ni los carteros". Lo dice José Antonio Palacios Ramírez, sobrino-nieto del juglar de Sevilla, que espera que 25 años después el actual alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, acoja la demanda de quince mil firmantes entre los que figuran Felipe González, José Rodríguez de la Borbolla o la duquesa de Alba: el nombramiento de Paco Palacios El Pali como hijo predilecto de Sevilla a título póstumo.
El Pali vivía de alquiler en los pisos de la Casa de la Moneda. Las sevillanas de la Puerta Correos le proporcionan un desahogo económico y compra la vivienda que ya se asocia con su legado, el número 18 de Tomás de Ibarra en la que desde la puerta de su casa permanece sentado como solo él se sentaba. "Por lo visto, así se ponía su padre", cuenta su sobrino-nieto, "cuando trabajaba en el muelle de Sevilla de confronta, encargado de la carga y descarga. Se sentaba con una libreta para apuntar el movimiento de barcos". Un mundo laboral propio de una novela de Conrad que también probó el artista. Que añadía rarezas como haber sido campeón de Andalucía de cross, "Pali venía de palillo, era muy delgado", o que trabajó para el Abc llevando los originales del periódico en su bicicleta para el visto bueno de la censura.
Unos nuevos inquisidores le negaron el pan y la sal. Lo que contrasta con la generosidad de que fue objeto en otros sitios por encima de diferencias políticas. Izquierda Unida de Alcalá del Río solicitó una calle con su nombre. Ya lo consiguieron el alcalde andalucista de Utrera, la mayoría socialista de Bonares o cuando gobernaba el PP en Sanlúcar de Barrameda, donde rotularon con su nombre una plaza en Bajo de Guía. Allí reposan sus restos desde que su sobrino José Antonio los sacó del cementerio de San Fernando en 1996, los incineró y con la colaboración de un barco de Hermanos Cristóbal de la localidad sanluqueña esparcieron sus cenizas frente a la capillita del Carmen.
Su sobrino-nieto tenía seis años cuando El Pali murió en puertas del verano de 1988. Fue padrino de boda de sus padres y de bautizo de su hermano Álvaro Jesús. "Mis padres, cuando se casaron, se vinieron a vivir a esta casa. Cuando nace mi hermano, nos trasladamos a un piso de Emvisesa en Pino Montano". Tiene una vivencia nítida de su tío-abuelo. "Lo recuerdo sobre todo cuando llegaban los Reyes. Un día apareció en esta calle con un Feber eléctrico, rojo, para mi hermano y para mí". Para el año siguiente, el émulo de Ecclestone les prometía un avión. En 1992 nació su hermana María de la Piedad, que ya no llegó a conocerlo. "Un día le dije a Agustín Hepburn que El Pali hacía una enciclopedia cantada de Sevilla". No entiende que Sevilla no le dé lo que otras ciudades le dan a sus hijos que más han hecho por dignificar su nombre, como Granada con Carlos Cano.
"Las sevillanas venían muy aceleradas y él las tranquilizó, las sentó en la silla del duende. Sevillanas corraleras, alegres, de esa Sevilla de corrales de vecinos y cruces de mayo, no las que vinieron después, que parecen malas telenovelas ecuatorianas". Un artista que hacía antropología cotidiana. "Cuando iban a los pueblos, se acercaba con sus dos guitarristas y el chófer a la primera gasolinera. Preguntaba por el nombre del alcalde, del cura, de la patrona. Y se metía a la gente en el bolsillo".
Hoy, 25 años sin El Pali, habrá ofrenda floral en su casa, sevillanas de un coro de la Macarena y manzanilla de Sanlúcar.
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