Fallece Salva, que hacía amigos a los clientes de su restaurante

Casa Salva abría de lunes a jueves. Ayer no cerró porque fuera viernes. Al propietario de este restaurante de la calle Pedro del Toro, Salvador Anarte, le hacía mucha ilusión celebrar este 2013 los 30 años del establecimiento. Un faro gastronómico abierto entre la plaza del Museo y la estación de Plaza de Armas en 1983, cuando todavía llegaban los trenes a esta parte de Sevilla.

El tren de Salva, como lo conocían sus amigos y clientes, palabras intercambiables, descarriló la noche del jueves de la manera más absurda. "Había salido con unos primos a dar una vuelta", contaba ayer con la emoción contenida su viuda, Remedios Ballesteros Colorada, la madre de María del Valle Anarte. La hija de Salva, que les echaba una mano en el restaurante, acaba de cumplir 40 años, es matemática y trabaja en Egmasa.

Salva se ganó a pulso un crédito de profesionalidad y bonhomía. Quitó el hambre y educó el paladar a partes iguales de periodistas que practicaban antaño el mester de soltería. La noticia corrió como la pólvora por los despachos de la cadena Ser, emisora muy próxima al restaurante.

Vecino de artistas como el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra o el pintor Ricardo Suárez, Salvador Anarte, natural de Cortegana (Huelva) hacía una cocina de autor, inseparable de su personalidad. Murió de forma fortuita en La Caja Negra, local de música de la Alameda "de unos amigos suyos". "Al menos murió bailando", dice Remedios, "para él es importante irse así, sin sufrir; para mí, no". "Lo vi hace un par de días", dice Mercedes de Pablos, amiga y vecina de Casa Salva como directora del Centro de Estudios Andaluces.

Creíamos que pensaba en nuestros estómagos y en realidad lo hacía en nuestros corazones. Estaba a punto de jubilarse.