El espíritu de Don Carnal estuvo ayer más presente que nunca en la calles de Alcalá de Guadaíra. El alma del carnaval decidió reencarnarse en un legendario faraón que expandió su maleficio a los ciudadanos que, de forma espontánea, danzaron desde las cuatro de la tarde disfrazados de egipcios y a ritmo de batucada en el Gran Desfile de Carnaval, que este año rindió un especial homenaje a la civilización norteafricana.

Junto a los 300 faraones y cleopatras que abrieron el pasacalles, organizado por Tierra Percusión, multitud de personajes se sumaron al cortejo, formado por 20 carrozas y al que asistieron más de 30.000 personas del municipio y la provincia. Al paso de cada una de las carrozas, la música y el baile animaban a los que a pie de calle también se encarnaron en distintos personajes.

Desde la calle Pablo Picasso hasta el recinto ferial, el recorrido estuvo amenizado por la batucada, que tuvo como cabeza de la misma un camión. Tras él, los integrantes de Club Latino pusieron en escena distintos bailes latinos que la escuela Rabo de Arraia con sus demostraciones de capoeira y de samba se encargaron de reforzar. Tras las espectaculares danzas, la batucada o batería de ritmos afrobrasileños ponía el punto y final musical a un desfile que las Bailarinas del Agua se encargaron de cerrar con la representación de la danza del vientre.

De la gran fiesta en la calle se pasó, ya por la noche, a la Fiesta del Humor, que acogió la Caseta Municipal del Recinto Ferial. En su interior, la música continuó siendo la protagonista con el baile de disfraces. También allí se hizo entrega de los premios a las mejores carrozas del pasacalles y a los disfraces más originales de la fiesta. La esperada quema del Tío Maraco -muñeco al que cada año se prende fuego al finalizar el carnaval- no llegó hasta la medianoche. Con el rugir de los fuegos artificiales se despidió definitivamente a Don Carnal, que ahora cede su protagonismo a Doña Cuaresma.