Las Flores del bien de una genovesa

Calle Rioja

Homenaje. La italiana Marianna Maierú dedicó su tesina a Juan Manuel Flores, autor de la letra de canciones de Lole y Manuel que en la Velá pueden leerse en el puente de Triana.

Marianna Maierú, sobre el puente de Triana junto a versos de Juan Manuel Flores: "Dime si has cortao alguna flor...".
Francisco Correal

25 de julio 2013 - 05:03

LA luz vence tinieblas / por campiñas lejanas / el aire huele a pan nuevo / el pueblo se despereza / ha llegado la mañana". Hay poetas muy galardonados que no han conseguido que sus versos se conviertan en himno de la Transición. A ello contribuyó la voz de Lole Montoya y la guitarra de Manuel Molina. Esta segunda estrofa del tema Nuevo Día (Lole y Manuel, 1975) la pueden leer todos los que estos días de Velá pasen por el puente de Triana. Y de paso conocerán la autoría de esta canción que ha envejecido mucho mejor que novelas, obras de teatro y legislaturas.

Siguiendo los pasos del poeta Juan Manuel Flores entre Sevilla y Triana. Así tituló su tesina Marianna Maierú, la auténtica artífice de esta efímera inmortalidad en el puente de un poeta bohemio, inédito, émulo de Alejandro Sawa, autor de metáforas tan hermosas y redondas como la que coronaba a la reina "de todas las mariposas del alba".

Marianna nació en Génova en mayo de 1982. La primavera que precedió a aquel verano en el que Italia ganó el Mundial de fútbol de España que pasó a los anales por los goles de Paolo Rossi y los saltos de Sandro Pertini. Cuando muere Juan Manuel Flores (1943-1996), Marianna era una adolescente italiana que estudiaba ruso, inducida por los cuentos de Chejov y de Turgueniev que le contaba Rita, su madre.

El azar y sobre todo su innata curiosidad la convirtieron en una detective del flamenco. Varios cómplices le colocaron los peldaños: Pilar Sampietro, aragonesa, le dio clases de ballet en un pueblo del Piamonte y la animó a venirse a España. Aquí conoció a su maestro Joaquín Ruiz, bailaor nacido en Francia, hijo de exiliados, que le recomendó que fuera a las clases de Milagros Menjíbar. No se desanimó cuando no consiguió la beca en la fundación Cristina Herren. Se puso a estudiar Comunicación Intercultural y mientras sacaba algún dinero bailando en Japón o en hoteles de las playas de Huelva.

Hizo una primera investigación sobre los serenos de Madrid, gondoleros de la calle. "Siempre me fascinaron los oficios antiguos, tendré alma de alfarera". Quería dedicarle su tesina de licenciatura a algún tema flamenco. En una de sus visitas a Sevilla, Manuel Sualis le habló de un poeta flamenco que había escrito algunas de las letras de Lole y Manuel. Se puso manos a la obra.

Removió los cimientos de Triana buscando la huella, el vestigio de Juan Manuel Flores, nieto del arquitecto Juan Talavera y Heredia. En el bar El Canijo, calle Castilla, le dijeron que un hijo de Flores vivía en la calle Alfarería. Conoció a la familia, que la consideran "un angelito que ha venido enviado por Juan Manuel, son palabras suyas", dice Marianna. Luis Flores, hermano de Juan Manuel, un poeta de la Telefónica, cruzó el puente con ella para conocer mejor al personaje gracias a Luis Astola, carbonero de la calle Parras, y Gonzalo, tabernero del bar de las codornices.

Comprobó que era imposible cercar, delimitar una obra esparcida en mil direcciones por un autor "que lo mismo escribía en una servilleta y le regalaba el poema a un amigo". Gualberto la ayudó a encontrar a un coleccionista de Triana que tenía un tesoro, el primer disco de Remedios Amaya, La canción del agua dormida, con música del propio Gualberto, una de cuyas letras -"Sevilla es decir luz y azahar"- también está en el puente. A través de Ángel Vela, dio con el guitarrista Ricardo Miño, depositario de algunos poemas del prolífico letrista. "La colección más completa de poemas y canciones la tiene Ricardo Pachón, el productor de Camarón y de Lole y Manuel, que me abrió las puertas de su archivo".

La estudiosa genovesa viajó hasta Sanlúcar de Barrameda para hablar con José Miguel Évora, arreglista, pianista y productor, hermano de Manolo Sanlúcar. "En su casa coincidieron grabando Juan Manuel Flores con Lole y Manuel. Évora me dijo que Juan Manuel Flores pintaba de azul las letras de flamenco. Donde los demás ven quejío, muerte y desesperación, él siempre aportaba un punto de vista luminoso, aunque hablara del sufrimiento. Eso tiene que ver con el sitio que en su obra le da a la naturaleza y a la espiritualidad".

Azul celeste como el poema favorito de Marianna. "Arriba el cielo / abajo el árbol / y más abajo el agua / y en el agua / cielo y árbol se abrazan". "Es un poema inédito, como tantos suyos, aunque me contó Gualberto que alguna vez lo llegó a ensayar con Smash, pero no existen grabaciones". El mismo destino que tuvo su pieza de teatro infantil titulada Maya, la luna y el arlequín. "Una obra musical por bulerías, un proyecto muy ambicioso en el que su idea era mezclar música de Falla y Albinoni, un homenaje a Platero y a Juan Ramón Jiménez, y una pieza a la que le iba a poner música Imán, Califato Independiente".

La parte rusa de esta genovesa de Triana no se siente preterida por su dedicación, por el tiempo de sus pesquisas entre Cava y Cava. Durante tres años fue profesora de flamenco en Moscú, su instituto de Génova tenía programas de intercambio con San Petersburgo y acaba de regresar de un curso de ballet en Praga con directores rusos. "Cuando tengo un bajón, acudo a Vladimir Visoztky, un cantautor ruso que nunca decepciona". La última vez que bailó en Sevilla fue en un local de la calle Betis el último 2 de julio, aniversario de la muerte de Nabokov, uno de los autores de culto de esta flamencóloga que tenía la edad de Lolita cuando murió el poeta Flores. La mina inagotable de estas Flores del bien con las que Marianna le enmienda la plana a Baudelaire.

Entre Sevilla y Triana pasando por Génova -y Sampdoria-, San Petersburgo, Madrid, Tokyo, Praga y Argelia, donde fue a bailar con el elenco del tablao madrileño Casa Patas.

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