Memorias

Haciendo autoestop con una pareja de la Guardia Civil

Eduardo Saborido, en la presentación de su libro "Entre la dictadura y la libertad".

Eduardo Saborido, en la presentación de su libro "Entre la dictadura y la libertad". / juan carlos vázquez

Dice Nicolás Sartorius que si no hubiera sido por la dictadura “Eduardo Saborido habría sido cantaor. Es un artista, es imaginativo. Lo detuvieron diez veces y no se desanimaba nunca, no se deprimía nunca”. Hasta compuso un himno de Comisiones Obreras. En olor de multitudes, rodeado de los dirigentes de Comisiones Obreras pero sobre todo de muchos amigos y compañeros de lucha, Eduardo Saborido (Sevilla, 1940) asistió a la presentación de su libro ‘Entre la dictadura y la libertad’ (Utopía).

“El dictador murió en la cama, pero a dictadura murió en la calle, en las fábricas, en las Universidades”. La frase la repitieron con diferentes formulaciones Nuria López, Unai Sordo y el propio Sartorius. Las responsables andaluza y nacional de Comisiones Obreras, precedidos por Carlos Aristu, secretario general de Sevilla, arroparon al histórico dirigente.

Los tiempos han cambiado. Quien padeció presidio, destierro, la muerte de más de un compañero, fatigas familiares, disfrutó de los afectos en una casa-palacio (Fundación Cajasol), con un importante refrigerio al final. Había mucho que celebrar. La vida de un hombre singular. “A Eduardo le ha gustado mucho la palabra conquista”, dice al final, en diálogo con el protagonista, el historiador Alfonso Martínez Foronda. Saborido es el Bernal Díaz del Castillo de la lucha sindical. Sus Memorias llenan un vacío de una historia “que se nos ha ocultado, en EGB nunca pasábamos en las clases de Historia del primer tercio del siglo XX”, dice Unai Sordo.

El acto lo presentó y moderó la periodista Soco López, nacida en 1973, el año del Proceso 1001 del que estaban tres de los diez protagonistas: Sartorius, Saborido y en primera fila, Paco Acosta. El tercer sevillano, Fernando Soto, ya fallecido, fue evocado por su amigo Eduardo en una escena de una película de Vittorio de Sica. “Juan Menor nos dijo a unos cuantos que fuéramos al teatro san Fernando, donde el ministro Solís iba a hablar del proyecto faraónico del canal Sevilla-Bonanza”. Al final, en un teatro lleno de afectos al régimen, Soto se dirigió a Solís para decirle que siendo enlaces sindicales con la legislación oficial no tenían sitio para reunirse. “Solís dijo a los presentes que si en el próximo encuentro no veía a los representantes hablar con el ardor de este trabajador los iba a colgar de la lámpara del teatro”.

Sartorius lo conoció en Sevilla “hace la friolera de sesenta años”. El dirigente sindical se quedaba en casa de Jaime Montes. Ya en Madrid, con Marcelino Camacho y Julián Ariza en la cárcel, vuelven a coincidir, Saborido con nombre falsa y viviendo a salto de mata de casa en casa. “Una vez le mandé a un abogado gallego, José Luis Núñez”, cuenta Sartorius, “que se presentó con un mono”.

Coincidieron en los juicios del Tribunal de Orden Público y en la cárcel, donde Sartorius llegó a planear un intento de fuga “pero nunca llegó el pocero que decían que era búlgaro o rumano”. Celebra Sartorius el papel de Saborido en la lucha por las libertades. “La democracia que tenemos hay que reivindicarla. La Constitución es obra nuestra. El Régimen del 78, ¿pero qué es eso? He hecho un estudio comparativo de la Constitución española y es la más avanzada de Europa. Ninguna, ni la italiana o la francesa hablan de los sindicatos, reconocidos en el artículo 7, Nos legalizan, yo estaba allí, porque éramos fuertes”.

Con algunos participantes en la presentación del libro, entre ellos Carlos Arista, Unai Sordo y Nicolás Sartorius. Con algunos participantes en la presentación del libro, entre ellos Carlos Arista, Unai Sordo y Nicolás Sartorius.

Con algunos participantes en la presentación del libro, entre ellos Carlos Arista, Unai Sordo y Nicolás Sartorius. / juan carlos vázquez

El primer libro lo compró Alejandro Rojas-Marcos, que aparece con Saborido y otros dirigentes del Pecé en un acto celebrado el 20 de febrero de 1976 en el Casino de la Exposición. “Estaba todavía Arias Navarro de presidente del Gobierno”, cuenta el ex alcalde de Sevilla, “se presentó como una conferencia del club Gorka, pero en realidad era la presentación de la Junta Democrática”.

Esa fotografía, como casi todas las del libro, la hizo José Julio Ruiz Benavides. También la de la portada, con Saborido agasajado con un ramo de claveles rojos a su llegada a la estación de Plaza de Armas a finales de noviembre de 1975, recién muerto Franco y con el sindicalista beneficiado por la amnistía del rey Juan Carlos I. Su padre, el abogado Julio Ruiz, apareció en el relato final de la presentación, cuando Martínez Foronda y Saborido evocaron uno de los episodios más peliculeros de su exagerada vida, por usar la expresión de la novela de Bryce Echenique.

Al sindicalista sevillano lo habían deportado a Santiago de la Espada, un pueblo de la provincia de Jaén donde hacía un frío tremendo, “un pueblo casi vacío porque todo el mundo estaba recogiendo la aceituna”. Le dieron a elegir entre dormir en el cuartelillo o en una pensión y eligió esta última. Su mujer, Carmelita, quiso estar con él y se llevó a sus hijos Pili, cinco años, y Eduardo, tres. “De pronto, los vi aparecer en un coche conducido por el abogado José Julio Ruiz”.

Él nunca se desanimaba ni se deprimía, pero confiesa que su mujer le ha transmitido siempre “tranquilidad, sosiego. No es pena, no es una copla”. Con la familia en la pensión, recién levantado el estado de excepción de 1969, suenan porrazos en la puerta. Una pareja de la Guardia Civil. Tienen que llevárselo a la cárcel de Jaén. Su mujer procura que sus hijos no se despiertes. La pareja sube con él a un autobús de viajeros que finaliza su trayecto en otro pueblo de Jaén. “Conmigo esposado, a las cuatro o las cinco de la mañana, un frío terrible, los guardias civiles se ponen a hacer autoestop. A esa hora no pasaba ningún Mercedes por allí”. Finalmente los recogió un alma cándida. Ya en la cárcel de Jaén, aterido de frío, de cansancio, de desgarro familiar, ve a través de la cristalera de la celda a Juanín (Juan Muñiz Zapico). Se funden en un abrazo. Sus destinos volverían a cruzarse en el Proceso 1001. Este dirigente asturiano de Comisiones y del Pecé murió en un accidente de tráfico en enero de 1977, tres meses antes de que legalizaran el partido.

En sus respectivas intervenciones, los líderes sindicales Nuria López y Unái Sordo insistieron en la importancia de la próxima cita electoral. “Esta derecha no viene de farol”, dice el secretario general de Comisiones. La responsable andaluza insiste. “La autonomía sindical no significa neutralidad. En estas elecciones del 23 de julio no somos neutrales, vamos de parte”.

Aparecieron sendos videos de Diego Valderas, ex presidente del Parlamento Andaluz, y Rafael Escuredo, ex presidente de la Junta de Andalucía. En el patio de la Fundación Cajasol no quedaba un solo asiento libre. Sartorius dice que son unas Memorias sinceras. “No cuenta batallitas ni intenta hacer literatura”.

 

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