Los invisibles

"Imagina que te digan que nunca más vas a volver a ver la Giralda"

  • Bárbara Ruth Llamas Bernal. En Marruecos descubrió la danza oriental, que ahora practica y enseña en los estilos egipcio, libanés o iraquí y simultanea con trabajos de actriz.

DESCUBRIÓ la danza árabe por una escoliosis en la espalda. Bárbara Ajnabiyah (Sevilla, 1993), su nombre artístico, practica una veintena de danzas árabes que ha ejercitado en museos, eventos y teterías.

-¿Qué le llevó a la danza?

-La danza y viajar son las dos cosas que más me gustan. La danza árabe no me llamaba la atención hasta que con diez u once años hice un viaje a Marruecos con mi madre. Visité Fez, Xauen... Me quedé prendada. Allí todo es de verdad. Aquí hueles a puchero en una esquina, a tubo de escape. En Marruecos huele a hierbabuena, a piel. Los olores fuertes, los colores fuertes. Allí no ha llegado la globalización. Sigue la esencia.

-¿Qué herramientas utilizó?

-Me detectaron una escoliosis en la espalda y no me puse corsé porque Dios no quiso. A Bormujos llegó una argentina que hacía danza del vientre y con la excusa de la espalda me apunté.

-¿Le curó la escoliosis?

-Ya forma parte de mí. Como la alergia.

-¿Cómo se llevan la sensualidad y el recato?

-La danza del vientre auténtica se baila tapada hasta arriba. Hay mucho tópico. Los hombres mueven las caderas estupendamente. Todo cambió en los años cincuenta con el cine, los cafés y los cabarets, sobre todo en El Cairo. Se pusieron de moda películas musicales como las de Marisol.

-¿Todo viene de Omar Shariff?

-Antes se bailaba en petit comité, lo hacían como los gitanos en la calle, hasta que se comercializa. Se pasa de las mujeres que bailaban con la chilaba y vámonos que nos vamos a hacerlo con el velo y una orquesta. Es antiguo y nuevo a la vez. Había instrumentos que no se habían inventado y ahora es impensable bailar un baladi sin acordeón.

-¿Qué es el baladi?

-Baladi allí significa del pueblo y aquí baladí es sin importancia. Lo popular es esencial en todo esto. La gente deja las zonas rurales y llega a El Cairo, se llevan sus costumbres, sus bailes.

-¿Ha estado en Egipto?

-En la boda de una prima bailarina que se casó con un bailarín egipcio. Uno de mis mejores maestros es Hossam Ramzy, un egipcio que trabaja en Londres.

-Entre sus especialidades, baila con el abanico y el sable...

-Los beduinos bailaban con espadas. Hay un baile, el saidi, en el que los hombres, las mujeres no lo practican, imitaban los movimientos del caballo. Es una danza-pelea con palos de caña, pero no se pueden tocar. Si lo hacen, si se pegan, al que lo hace le ponen una sanción y el dinero se quema. No se lo queda nadie.

-En su currículum consta prácticas con Fernando Colomo...

-Hice un curso intensivo de interpretación con cámara. Era la única andaluza. Fui allí porque Sevilla es un poco secta. Aprendí muchísimo; me intenté castellanizar, pero me salió el alma andaluza cuando hicimos una escena en una habitación oscura.

-Ha bailado en las teterías...

-Es pan para hoy y hambre para mañana. La gente no va a verte. Va a pasar el rato, a fumar una cachimba, a estar con los amigos. Los propietarios no entienden de danza, entienden de dinero. No valoran que a lo mejor has invertido mucho en formarte, en viajar para aprender.

-¿Baila sevillanas?

-Me salen muy árabes.

-¿Qué países árabes le gustaría conocer?

-Tengo muchas ganas de ir al Líbano, a Jordania. Tuve una profesora libanesa en Jerez, Nada. Hay bailes árabes típicos de esos países, de Palestina, de Siria, en los que se pegan saltos como el flamenco o la danza hindú.

-¿Chirrió la danza árabe en el Museo de Baile Flamenco?

-Se llevan muy bien. Era el mundo al revés. El bailaor era libanés y la bailarina sevillana.

-¿Para qué público baila?

-En Sevilla el arte es una cosa que a la gente le cuesta consumir. El turista viene mucho más abierto. La gente de aquí va a los tres teatros de siempre si es que va.

-¿Ha hecho de especialista?

-En el Peter Pan sobre hielo que hicieron en Madrid. Los intérpretes tenían que volar y tuvimos que probar los arneses. Antes de bailar, hice diez años de taekwondo y eso me sirvió para volver a esa parte de mí guerrera, peleona, más cafre, pero de una manera más controlada.

-El mundo árabe se asoma a diario con los refugiados sirios.

-Me da pena e impotencia. A nosotros también nos están obligando a irnos, pero de otra manera. Es tremendo que esta gente, que no tiene culpa de nada, tenga de dejar la tierra que les ha visto nacer, su casa, sus amigos. Imagina que te digan que nunca más vas a volver a ver la Giralda. Parece una tontería, imagino que muchos de ellos se llevarán puñados de tierra en un frasquito.

-Empezamos hablando de baile y acabamos con esta danza macabra...

-Llevo dos años viviendo sin tele y como más tranquila. Soy muy sensible y lloro con nada. Lo que me molesta no es comer con imágenes de cadáveres o de refugiados, que te dan el almuerzo, sino que a los dos minutos, sin que te haya dado tiempo a digerir esas noticias, te cuentan como si tal cosa que Ronaldo se ha pelado. El arte es una expresión del ser humano, pero muchas veces me pregunto cómo el hombre es capaz de hacer esas cosas tan bonitas y al mismo tiempo hace otras tan dañinas, tan macabras.

-¿Qué le distrae?

-Siempre llevo un libro en el bolso, ahora estoy con Drácula, de Bram Stoker. Y me encanta el cine antiguo, Nosferatu de Murnau es mi película favorita.

-¿Le sigue gustando viajar?

-Si estoy tres meses en el mismo sitio, me entra claustrofobia.

-¿Por qué Bárbara?

-Curiosamente, significa extranjera. Me lo pusieron por un sueño que tuvo mi padre.

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