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El abrazo de Lebrija y Guetaria en las esculturas de Nebrija y de Juan Sebastián Elcano

  • Tributo. Una nieta de José Lafita y el yerno de Cano Correa evocan los trabajos escultóricos sobre dos gigantes que están de quinto centenario

El abrazo de Lebrija y Guetaria  en las esculturas de Nebrija  y de Juan Sebastián Elcano

El abrazo de Lebrija y Guetaria en las esculturas de Nebrija y de Juan Sebastián Elcano

El 5 de julio de 1522 muere en Alcalá de Henares Elio Antonio de Nebrija. Dos semanas antes, el 18 de mayo de ese año, la Nao Victoria consigue atravesar el Cabo de las Tormentas o de Buena Esperanza, muy cerca de donde España ganó un Mundial de fútbol. Cuatro días después de la muerte del autor de la Gramática, los exhaustos marineros capitaneados por Juan Sebastián Elcano llegan a la isla de Cabo Verde.

Este año ha coincidido el quinto centenario de ambas proezas presentes en dos exposiciones que han pasado por el Archivo de Indias: antes de la pandemia, El viaje más largo, recorrido por la primera Vuelta al Mundo (1519-1522); y después, puede verse hasta el 16 de octubre, la titulada Nebrija en América: y el océano de llenó de palabras. Palabras que Elcano y los supervivientes pronunciaron en tres océanos: Atlántico, Pacífico, Índico.

Estas dos gestas han vuelto a encontrarse por una curiosa iniciativa del ICAS en el Antiquarium. En dos días consecutivos, 13 y 14 de septiembre, la grandeza de estos dos personajes, dos coetáneos que engrandecieron el nombre de España y el papel de Sevilla, se han visto evocados en una propuesta que vuelve a demostrar que en las acciones modestas suele haber más autenticidad que en los fastos y vanidades.

Teresa Lafita (Sevilla, 1957), doctora en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, es nieta de José Lafita, escultor, autor del monumento a Elio Antonio de Nebrija que se inauguró en Lebrija, su ciudad natal, en 1946, dos años después del quinto centenario de su nacimiento y un año después de la muerte de su autor, fallecido en enero de 1945. Manuel Ruiz Garrido (Valladolid, 1953), ingeniero industrial y doctor en Comunicación Audiovisual, empezó a salir en 1980 con Mari Carmen Cano Jiménez, hija de Antonio Cano Correa (1909-2009), autor del monumento a Juan Sebastián Elcano en el paseo de la Palmera, que se inauguró el 27 de octubre de 1972, en el 450 aniversario de la primera Vuelta al Mundo, siendo alcalde de Sevilla Juan Fernández Rodríguez García del Busto, que unos meses más tarde trasladaría el real de la Feria de Abril desde el Prado a Los Remedios. Dos meses y un día después de la muerte de Nebrija en la ciudad donde 25 años después nace Cervantes, la nao Victoria, única entre las cinco que habían salido en agosto de 1519, llegaba a Sanlúcar de Barrameda. Dos días después, remontando el río Guadalquivir por Trebujena, Lebrija y Coria, llegaba al muelle de las Mulas del que había partido la expedición al frente de Magallanes. Esta doble conferencia didáctica de la nieta de Lafita y el yerno de Cano Correa representa un abrazo geográfico entre Lebrija y Guetaria, las cunas del gramático y el marino que dieron con diferentes herramientas la vuelta al mundo.

José Lafita iba para arquitecto. Empezó en Suiza estudios de Arquitectura y esa vocación está en el monumento que le hizo a Nebrija. "Además de la escultura, hijo el pedestal, fue el contratista que le pagó a los albañiles, a los vaciadores, a los transportistas". A su muerte, continuó la obra su hijo Juan Ramón Lafita. Uno de los muchos artistas de la Exposición de 1929, José Lafita nace en 1887, el mismo año que Carande. Entre el 14 de abril de 1931 y el 18 de julio de 1936, un busto de la II República esculpido por él presidió el salón de plenos del Ayuntamiento de Sevilla.

Lafita se suma a otras inquietas sevillanas volcadas en la magna obra de Nebrija, tan polifacético como Leonardo o Casanova: sus estudios se integran en el recuerdo alentado por la novela de Eva Díaz Pérez o los cursos impartidos por Lola Pons.

Antonio Cano Correa nació en la localidad granadina de Guájar-Faragüit. Amigo de Baroja y Valle-Inclán, como Federico, volvió a Granada en 1936. Restauró las doce estatuas de Antonio Susillo del palacio de San Telmo. Se casó con la catedrática Carmen Jiménez. El monumento a Elcano fue su adiós a la escultura. Se dedicó a pintar y a escribir. Su hija, Mari Carmen Cano Jiménez, pintora, dedicó la tesis doctoral a la obra de su padre. El hilo conductor de la exposición de su yerno, miembro de la asociación Cum Mago Iubilo, jubilados de diferentes profesiones que se dedican a la transmisión de sus conocimientos.

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