Calle Rioja

La Luna de las especias en el Cielo de las Molucas

  • Recreación. Guillermo Sánchez novela en ‘Lluvia de almendras’ la primera Vuelta al Mundo desde la perspectiva de los indígenas

Guillermo Sánchez.

Guillermo Sánchez. / José Ángel García

GUILLERMO Sánchez (Sevilla, 1960) no se imagina ningún telediario del mundo abriendo hoy sus noticias de esta guisa: “Buenas tardes, España celebra el Quinto Centenario del final de la primera Vuelta al Mundo”. Derrotas marineras certificadas por la nao Victoria, la única que regresó al mando de Juan Sebastián Elcano. Para compensar el olvido hacia esta “galería de personajes trágicos, antihéroes, olvidados y maltratados por la historia”, este periodista sevillano se fue literariamente a las Molucas, el Cabo Cañaveral de la primera globalización, y allí, entre las islas de Tidore y Ternate, ambientó su novela Lluvia de almendras (Algaida).El punto de partida fueron las crónicas de Pigafetta, “el primer enviado especial de la Historia, yo estoy convencido de que se embarcó con la misión del Papa de que vigilara cómo se hacía lo del Tratado de Tordesillas”. Después Sánchez se adentra en la biografía de Magallanes que escribió Stefan Zweig. “Pero a Magallanes lo matan en Filipinas y yo no podía quedarme ahí. En un viaje en barco a Brasil, Stefan Zweig decía sentirse avergonzado de las comodidades con las que se viajaba en el siglo XX en comparación con las vicisitudes que pasaron aquellos hombres”.

Ya tenía la novela en la cabeza, pero se le activó en Lisboa, que es realmente donde comienza, en la herboristería del maestro Queirós en la que trabaja de aprendiz Reinaldo Duarte, que acompañado por Chiquinho forman la pareja de personajes de ficción sobre un fondo de hechos reales. “Lo que hice fue ampliar la historia y cambiar el punto de vista”. Se va a las Molucas. “Quise ir físicamente, mandé una carta a la Armada para embarcarme, pero nunca me respondieron. Lo más cerca que estuve fue en sueños, cuando mi compañero Ángel Gámiz me dijo que en las islas Maldivas estaban buscando futbolistas”.

Mucho antes de que entrara en erupción el volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma, en la imaginación de Guillermo lo hicieron los volcanes Gamalama y Kiematabu de esas dos islas rivales, una representaba la Tierra y la otra el Cielo. “Los volcanes entran en erupción igual en todas partes, allí se interpretaba con criterios chamánicos y ahora son periodísticos y científicos”.

Magallanes muere en Filipinas y Elcano tarda 155 páginas en aparecer. La acción está llena de secundarios y contada desde la perspectiva de los indígenas, que esperan ansiosos la llegada de los españoles desde una Sevilla “llena de saboteadores portugueses”.

En estos tres años de conmemoración y de pandemia, “no es excusa porque la programación de los actos se podía haber preparado antes”, se ha comparado aquella empresa con la llegada del hombre a la Luna. “Ni en osadía, trascendencia ni belleza se pueden comparar una cosa con la otra. La empresa de las especias es infinitamente más espectacular. La diferencia es que los americanos celebraron muy bien el cincuentenario de la llegada a la Luna y nuestros políticos no han tenido altura de miras para celebrar la primera Vuelta al Mundo. No nos damos importancia… y entonces aparecen los ingleses”.

Unos versos de Pessoa le pusieron el cuaderno de bitácora. Sevilla y Lisboa disputaban la Champions de los mares, “yo decidí pasarme al eterno rival para verlo mejor”. Reinaldo se enamora de la bellísima Moluquia, “soy muy torpe para retratar personajes femeninos y me ha ayudado Mari Carmen, mi mujer”. Isla donde manda un sultán musulmán, Almanzor, que la denominó Nueva Castilla. “De colonialismo y explotación nada, para eso el Congo Belga y eso que Reinaldo tiene un toque del Marlon Brando de Apocalypse Now”.

 “No nos damos importancia. Nuestros políticos no han  tenido altura de miras”

Casi medio milenio antes que la carrera del espacio, la carrera de los océanos. Aparecen Francisco Serrano, primo de Magallanes, el primer europeo que llega a esas islas; o Álvaro de Saavedra, primo de Hernán Cortés. Ese viaje cambia las dimensiones del mundo y hasta su forma física, “todos los productos del mundo se pueden intercambiar, el marfil de África, los tejidos de la India, la porcelana de China, la canela de Ceilán, la plata de México…”. Marineros sin fortuna que la buscan en el infortunio, “casi todos pobres de solemnidad, saben que muchos van a morir en la empresa, sólo regresaba una de cada diez embarcaciones, sobrevivía uno de cada tres marineros”.

Un libro de libros que tiene una parte fundamental en una biblioteca de Lisboa. “La única frase que repito en esta novela y en La levitación es el olor a polvo de búcaro, por el aroma de los libros”. La expresión A sangre y fuego no es un guiño a Chaves Nogales. “Es muy anterior, era el lema de los portugueses para ir a por los españoles. Cada vez que veo los barcos y dragones de Juego de Tronos, estoy convencido de que se inspiraron en esa batalla en los mares”. Entre el país que patrocinó el viaje y el país donde nació su principal ideólogo, Fernando Magallanes, que murió en las islas donde Coppola rodó Apocalypse Now.

Islas de hombres sin cabeza, aves del paraíso, animales mitológicos. “Hay mucha fantasía, pero el fondo es rigurosamente histórico. No es falsa modestia, escribir una novela de aventuras es muy fácil”. En 1547 muere Hernán Cortés y nace Cervantes. Lluvia de almendras es una mezcla de picaresca y novelas de caballerías en un Macondo insular con dos volcanes, uno más que en La Palma y en la novela de Malcolm Lowry.

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