Nieves Hernández y Gregorio Serrano son el dúo Pimpinela del escenario municipal. Sus cara a cara por la modificación del quinto epígrafe del folio octavo de la norma trigésimo tercera del cuarto presupuesto del tercer año de mandato (¡uf!) son ya tan esperados como las intervenciones de Torrijos. La delegada de Hacienda y el edil del PP han creado un estilo que ameniza los debates siempre áridos sobre los números. Ella agarra el micrófono con pasión. Él se recrea en la ironía y el sarcasmo.

Torrijos se llevó el minuto de oro en el share de la sesión. Paró los relojes cuando se dirigió a Zoido, le pidió literalmente que le mirara a la cara (se hizo un silencio absoluto) y le preguntó por qué no había condenado el petardazo que unos manifestantes explosionaron recientemente en su casa. "Se lo pregunto porque le tengo como un demócrata, señor Zoido. Liberal, neoconservador y engañabobos, pero demócrata". El candidato del PP reprobó el acto con un estilo especialmente versallesco. Tan fue así que Juan Bueno (PP) gesticuló interpretando que no serviría de nada portarse bien con el rival. Y Torrijos replicó: "El señor Bueno no hace honor a la etimología de su apellido. Es malo, muy malo". Y aceptó la condena del portavoz del PP. Monteseirín activó la contraprogramación al convocar en la sala anexa a los periodistas al mismo tiempo que se celebraba el Pleno. La derecha activó los sms: "¡Esto es una vergüenza! El alcalde está secuestrando el debate del Plan Centro en el pleno".

Francisco Fernández (PSOE) aguantó las protestas de los trabajadores de Tussam, expulsados por los agentes de paisano que velaban por el buen orden de la sesión. El último en abandonar la sala dejó un grito estremecedor: "¡Estamos desesperados!" Fernández no estuvo muy fino al esbozar una sonrisa en ese momento. Los ordenanzas con sobres oficiales cargados de cacahuetes trabajaron a destajo como cada vez que la sesión se alarga. Carbohidratos y lípidos para el cuerpo.