Niño del 29, entusiasta de la Expo del 92

Nació en el año de la Exposición de 1929 y fue un entusiasta de la Exposición de 1992. "Cuando nadie creía en ella hasta que tiraron el absurdo muro de Torneo", recuerda Pedro Ruiz-Berdejo, que fue presidente de la Comisión Ciudadana Pro-Exposición Universal 1992.

Recuerda la bendición ecuménica del certamen en el monasterio de San Jerónimo. "Participaron protestantes, rabinos, musulmanes, chamanes aztecas y, por supuesto, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo". El tiempo, que sí cree en la alternancia, ha propiciado una suerte de ecumenismo político. La Expo se inaugura con un alcalde del PA (Alejandro rojas-Marcos); los actos del décimo aniversario los organiza un alcalde del PSOE (Alfredo Sánchez Monteseirín); para el vigésimo aniversario, a Ruiz-Berdejo lo ha convocado un alcalde del PP (Juan Ignacio Zoido).

Lo primero que hizo fue entrevistarse con Manuel Olivencia cuando éste fue nombrado por Felipe González comisario de la Expo. "Su padre me dio Derecho Mercantil en cuarto curso y él en quinto". La comisión celebraba reuniones mensuales.

Su padre, Pedro Ruiz-Berdejo del Castillo, colaborador de Blas Infante, le hablaba de la Exposición del 29, del tren chico, del monte Gurugú. Lo mismo que él hace con sus nietos. Acaba de nacer Lucía, la novena. Visitó todos los pabellones, se contagió del entusiasmo con las novedades del certamen y se involucró de muy diferentes maneras.

En una de las reuniones de la comisión, le propusieron a Chile que incorporase un trozo de icberg a su pabellón; actuó como abogado defensor de una camarera del pabellón de Austria a la que habían despedido y tuvieron que readmitir. Organizaron un acto con Venezuela, el país de Lidice Peper, vicepresidenta de la comisión. Casi todas las noches iba a ver el espectáculo Azabache.

Imperio Argentina estuvo alojada en 1992 en casa de Pedro Ruiz-Berdejo Ferrari, hijo de este abogado. "Yo la conocía por el conde de Colombí, que escapó de Madrid en la guerra y estuvo de pasante con mi padre, tenía relación con todas las artistas". Una Juanita Reina jovencísima vino a cantar una noche a la casa familiar de los Ruiz-Berdejo. "Estaba en Sevilla de visita el mariscal Pétain y a través de mi padre vino a la cena el almirante Arland, uno de sus ayudantes". El padre de Ruiz-Berdejo y Juan Lafita acompañaron a Petain en una visita al Museo de Bellas Artes y le mostraron el hueco de una Inmaculada de Murillo: uno de los 99 cuadros que se llevó de Sevilla el mariscal Shoult. "La gestión fue fructífera. Pétain volvió a París y el cuadro regresó a España, pero para quedarse en el museo del Prado".

Extrapolando el Ideal Andaluz de Blas Infante, su libro de cabecera, Ruiz-Berdejo propuso un ideal sevillano. Le puso freno a quienes eran partidarios de demoler todos los pabellones "por esa malísima costumbre de todas las Exposiciones de quedarse sólo con un símbolo, la torre Eiffel en París o el Atomium en Bruselas".

Este defensor de la Expo sólo viajó a América una vez, acompañando al entonces alcalde Félix Moreno de la Cova para el hermanamiento de Sevilla con Kansas City. Para este vigésimo aniversario, le expondrá a sus tres interlocutores municipales -Zoido, Espadas, Torrijos- una serie de propuestas: una regata entre puentes de la Expo, una degustación de platos típicos del certamen, un espectáculo de sevillanas.

Ruiz-Berdejo era incondicional del pabellón de Cuba. Algunos cubanos recordaban la visita clandestina que el Che Guevara realizó a Sevilla, oculto en La Carbonería, para desbloquear la venta de unos tractores. Carlos Cano recordó en una canción a Pulpón y Jacinto Pellón. De la muerte de éste se cumplieron ayer seis años.