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Metrópolis | Calle Don Pedro Niño

Nociones de fontanería y de interiorismo

  • Misterio. Con Cervantes y Quevedo como vecinos y padrinos del callejero, tres siglos y medio después todavía no se conoce a ciencia cierta la verdadera identidad del titular de esta calle cuyo sosiego contrasta los jueves con el bullicio de Feria

Calle Lepanto esquina con Del Pedro Niño. A continuación, calle Quevedo.

Calle Lepanto esquina con Del Pedro Niño. A continuación, calle Quevedo. / Víctor Rodríguez

EN la plaza de San Martín, en cuya iglesia está enterrado Juan de Mesa y una placa reproduce unos versos del pregón de Rafa Serna, hay una casa que da a las calles Cervantes y Quevedo. Las vías de dos autores que durante casi cuatro décadas fueron coetáneos se bifurcan y las dos van a parar a la calle Don Pedro Niño. La Sevilla de Cervantes la documentó Caballero Bonald; la ciudad donde empezó a escribir en Quijote; Quevedo acompañó a Felipe IV, el rey que acogió en su Corte a Velázquez, en el viaje del monarca a Andalucía. Le falta su generación de poetas, como la tuvo Góngora, pero Esteban Torre editó sus sonetos. Quevedo murió en Villanueva de los Infantes, el pueblo manchego en el que según recientes estudios podría estar el lugar de la Mancha de cuyo nombre no quería acordarse Cervantes.

Dos padrinos excepcionales para una calle “larga y medianamente ancha, torcida y triste”, según el libro de las calles de Sevilla de González de León. Don Pedro Niño tiene por sí solo suficiente entidad literaria. Para empezar, tres siglos y medio después de que ya existan documentos con ese nombre, no hay acuerdo sobre la verdadera entidad del titular de la calle.

En el espacio que Rogelio Reyes Cano dedica en el Diccionario Histórico de las calles de Sevilla, expone tres hipótesis: para el propio González de León, se refiere a un hermano del cardenal Fernando Niño de Guevara, caballero veinticuatro,cardenal de Sevilla y propietario de buena parte de las casas de esta calle. Santiago Montoto defendía que era por don Pedro Niño de Herrera, que vivió en la calle a finales del siglo XVI, coetáneo por tanto de Cervantes y de Quevedo; para Justino Matute, el nombre alude al “caballero que en 1403 llevó a cabo una larga y arriesgada expedición marítima”.

La teoría más verosímil es la de González de León, pero dos vecinos que vivieron en la calle, que la siguen recorriendo, prefieren la de Matute. Luis Andújar tuvo tres casas en la calle Don Pedro Niño. En las tres, los número 3, 6 y 9, tuvo su librería de viejo, centro de tertulias al que acudían amigos de las rarezas bibliográficas de los que de sopetón recuerda a don Ramón Carande, a veces acompañado por su hijo Bernardo Víctor. Luis cerró la librería en 2001, los libros los tiene toda la semana en una nave de Benacazón y los jueves en el mercadillo de la calle Feria. No se ha ido del todo de la calle, porque una placa de laAsociación Club del Libro Puerta Carmona recuerda el mecenazgo del librero “en esta casa del linaje de los Contreras”.

Se conoce de memoria los entresijos de la calle. En la esquina con Lepanto vivía su amigo y compañero de promoción de Derecho el periodista Manuel Ramírez Fernández de Córdoba. “Su padre era el director del Corea, como se le llamaba al hospital Virgen del Rocío”. La vivienda se convirtió en pisos turísticos, Las Casas del Pozo Santo. Andújar llegó con su librería El Desván cuando acabó el servicio militar en Cartagena. Las armas y las letras, muy quijotesco. “Por poco no nos mandan a la Marcha Verde”. Habría emulado a don Pedro Niño. “Se lanzó al corso contra el inglés”, dice evocando al marino que protagonizó campañas en Túnez, Cerdeña y Marsella.

En la calle DonPedro Niño vivieron un premio Adonais, José Antonio Moreno Jurado, traductor del Nobel griego Odysséas Elytis, y un premio Goncourt, Jean-Paul Goujon, francés de Burdeos, profesor en la Universidad de Sevilla, socio de la caseta de Feria Wifredo el Belloso y que ganó ese galardón con su biografía de Pierre Louÿs. El periodista lo conoció cuando vivía en la calle Don Pedro Niño con su esposa, la rumana Mariana Ghindea, y sus niños pequeños. La visita la propició un duelo balompédico Betis-Girondins de Burdeos que acabó con un gol increíble un desconocido Zinedine Zidane.

“Don Pedro Niño era conde de Buelna, corsario y hombre de amor”, dice Goujon. Los amores los tuvo con Beatriz de Portugal; las guerras, con media Europa. Sus hazañas las contó su biógrafo Gutierre Díez de Games, que además estuvo a su servicio como alférez. El libro se titula El Victorial. Luis Andújar llegó a vender un ejemplar en El Jueves. “El título de este libro”, dice Goujon, “fue elegido por Gabriele D’Annunzio en 1921 para bautizar Il Vittoriale, su residencia-palacio de Gardone, en el lago de Garda, donde se retiró y pasó el resto de su vida, bajo la mirada de los chivatos de Mussolini y dedicándose a desenfrenadas orgías eróticas”.

Don Pedro Niño es una calle proporcionada en su numeración. Los pares acaban en el 26, esquina con Cervantes. Los impares, en el 27, dando a la trasera de la iglesia de San Andrés donde está enterrado Valdés Leal y fue beneficiario Fernando de Herrera. Siglo de Oro por todos sitios. Una casa casi cervantina alberga dos delegaciones de la Junta.

Cuando González de León la llama “torcida y triste”, es un eufemismo de una calle donde reina el sosiego, contraste los jueves con el bullicio de Feria. Fontaneros e interioristas. Dos oficios para dejar una casa como los chorros del oro del siglo evocado. Los fontaneros de la Fontanería Pazos, una institución en la calle, están fuera. Buena señal. Francisco Javier y Guillermo Pazos jugaban en el equipo Don Pedro Niño, que lucía el nombre de la calle en los campeonatos que se disputaban en los campos de San Benito que se tragó la estación de Santa Justa. Reforma Integral de la Vivienda, se lee en el rótulo exterior. Y del resto ya se encargará Mercedes Eirín, artífice del Espacio Eirín donde se dan la mano Arte, Diseño y Arquitectura.“Yo llegué desde la Alfalfa”, dice esta artista e interiorista conceptual. “Me interesó el espacio más que la calle, que ya conocía de venir de paseo con mi padre y cogíamos flores”. Quería un sitio donde tuviera el taller, el espacio expositivo y pudiera atender a los clientes. En este espacio, que antaño fue la única fábrica de peinetas de Andalucía, donde probablemente vendría Martirio para abastecerse de su amuleto, forja Mercedes la mayoría de sus sueños. Aquí preparó el trabajo con el que ha ganado un concurso europeo convocado en Milán. Donde hacían las peinetas, Eirín multiplica su renacentismo con los colaboradores, su torre de Babel. Los mismo prepara el diseño para un hotel astronómico en Fregenal de la Sierra que cierra un contrato con una fábrica de muebles de Miami. El Espacio Eirín acogerá el próximo viernes, 4 de octubre, la Noche en Blanco. Es la nueva sede de ISA (Iniciativa Sevilla Abierta).

Le gusta la calle y el espacio. “Suelen venir pintores a copiar el cactus de la casa de enfrente”. Una casa misteriosa. Cruzando la acera, una vivienda con formato de casa de vecinos, que podría corresponderse con la que antiguamente se llamó del Dormitorio. En el zaguán, junto a los buzones y una bicicleta, un cuadro a cada lado: en uno se ve la Torre del Oro junto a dos barquitos atracados en el muelle; el otro es un retrato de Bob Marley.

Luis Andújar se deja fotografiar junto a la placa que colocaron sus admiradores y vuelve a su puesto en el Jueves, en Montesión, junto a Casa Vizcaíno. Allí dejó interrumpida una charla conJuan Rey, profesor y novelista, que en su último libro, 1369, novela la vida de Pedro el Cruel, que no tiene nada que ver con el don Pedro Niño de la calle ni las diferentes teorías de González de León, Justino Matute y Santiago Montoto. Don Pedro Niño, donde empieza su numeración, termina en las calles Viejos y Amparo, que los jueves es antesala del zoco de la calle Feria, donde el último Jueves paseaban IgnacioMena, de Marcos Venecia, o el americanista Luis Navarro García y su esposa, María del Pópulo Antolín, que iban buscando la mano para una de las muñecas de su casa.

El contraste entre Feria y Don Pedro Niño es una de las riquezas de esta ciudad. Entre estas dos calles hay un estuario muy recomendable, la bodega La Viña, que cuenta con vales para desayunos y donde suelen repostar los hermanos fontaneros y los clientes de Mercedes Eirín. Cuando se acerque el tiempo de la ciudad, el Rinconcito de San Andrés empezará a llenarse de costaleros en su avituallamiento, ciclistas de las trabajaderas.

La calle Cervantes tiene un hotel con ese nombre y la parte trasera del instituto San Isidoro. La calle Quevedo hace esquina con la calle Lepanto, aunque el que participó en la batalla fue el autor del Quijote. Hay calles que acortan, que acercan modelos distintos de ciudad: San Martín, San Andrés, San Juan de la Palma. Por ella puedes ver paseando al poeta Pepe Serrallé, a Martín Sánchez Traver con una bolsa llena de películas que compró en El Jueves –con Susan Hayward, Gary Grant o Barbara Stanwyck en los repartos–, y en bicicleta a José Luis Villar, el ex concejal andalucista que se fue en un libro a las minas del rey Salomón o Pepe García Cebrián, el ideólogo principal del carril-bici de la ciudad. En un lugar de Sevilla de cuyo nombre sí quiso acordarse...

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