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Sevilla

Tres Nocturnos de Chopin

  • Novedad. Música de Falla, Albéniz y Chopin en la sede de Juventudes Musicales en el pabellón Domecq para celebrar la presentación de un libro de Justo Romero sobre el piano

BALDWIN; Bösendorfer, Chickering, Fazioli, Gaveau; Kawai, Petrof, Rosler; Schimmels, Weinbach, Yamaha. Con la fórmula de las alineaciones de fútbol, estos once apellidos son los de otros tantos fabricantes de pianos. Once de los veintiuno que aparecen en el libro El Piano (Alianza Música), que Justo Romero (Badajoz, 1955) presentó en Juventudes Musicales.

Este hijo pródigo destinado los diez últimos años en el Palau de les Arts de Valencia se rodeó de los mejores padrinos. A Julio García Casas, jurista y melómano, extremeño de Fregenal de la Sierra, lo evocó cuando un Justo Romero jovencísimo, alumno del Conservatorio, lo acompañaba al aeropuerto para recoger a Artur Rubinstein. Jacobo Cortines le encargó el primer título de su ya dilatada y noble bibliografía, un estudio sobre El Gato Montés, de Manuel Pennella, una de las nueve óperas que se estrenaron en la Exposición Universal del 92.

El Piano lleva el subtítulo de 52+36. 52 teclas blancas y 36 teclas negras. "Sevilla no ha sido justa con Justo Romero". El juego de palabras de Jacobo Cortines estaba plenamente justificado. Pertenece a la categoría de la fuga de cerebros que un pianista alumno de Aldo Ciccolini, Ramón Coll, Ángeles Rentería y Esteban Sánchez, crítico musical de los más prestigiosos periódicos, se fuera a Valencia "aunque nunca me he ido de Sevilla".

El 29 de enero falleció Aldo Ciccolini, uno de sus maestros, al que Cortines y García Casas recordaron interpretando a Ravel y a Debussy en el Alcázar. El libro fue un encargo de Javier Alfaya, director de la colección Música de Alianza Editorial y autor del prólogo. "Es el libro más mío, donde están mis recuerdos, mis experiencias. En los demás libros tardaba no menos de cuatro años. Éste en dos meses y medio lo acabé. Lo tenía en la cabeza".

Libro para melómanos y para profanos con un catálogo de 16 escuelas pianísticas, por orden alfabético desde la argentina a la surcoreana; con doce tipos distintos de pianos. Con la historia del único instrumento musical que además es mueble "y no podía faltar en ninguna casa burguesa". Un instrumento del siglo XVIII, coetáneo de la Revolución Francesa, pero con antecedentes como la cítara, que data del 3000 antes de Cristo.

El crítico y pianista pacense formado en Sevilla es autor de libros monográficos sobre Falla, Albéniz, Cristóbal Halffter o el padre Soler. También uno de Chopin que está agotado y que Jacobo Cortines nunca llegó a recibir. A la amable queja de Cortines respondió Romero que al aparecer su nombre con caracteres tan pequeños en el libro de El Gato Montés, los derechos de autor se derivaron a la actriz Emma Pennella, nieta del autor del libreto que editó Cátedra.

Al final llegó Chopin en forma de tres Nocturnos interpretadas al piano por los jóvenes intérpretes Pablo Amorós y Óscar Martín. El segundo bromeó con la gélida noche. "Dan ganas de tocar adagios uno detrás de otro". También sonaron Fantasía Bética de Falla y Triana, de Albéniz, aunque Andrés Moreno Mengíbar, crítico musical de Diario de Sevilla, apuntó que por proximidad debieron elegir la obra Eritaña.

Es un señor libro de más de cuatrocientas páginas muy bien editado. Justo Romero prepara ahora un volumen sobre las grandes orquestas. La presentación y la propina musical tuvieron lugar en la sede de Juventudes Musicales, en el parque de María Luisa, el pabellón Domecq de la Exposición de 1929. Certamen que premió a la familia Piazza, boloñeses que instalaron en el número 170 de la calle Feria la segunda fábrica de pianos española después de la que existía en Barcelona. "Recuerdo el piano Piazza", dijo Cortines, "en mi casa de Lebrija, donde el profesor de Música tocaba el vals número 10 de Chopin".

52 teclas blancas, 36 negras entre las salas Brahms y Mozart de Juventudes Musicales. Con un piano situado junto a un retrato de Beethoven. Autor y presentadores contaron sabrosas anécdotas sobre "el rey de los instrumentos" (García Casas). Historias como la de Stenway, fabricante de pianos que en la Primera Guerra Mundial se dedicó a fabricar aviones -Yamaha es una marca de pianos y de motos-; la de Daniel Barenboim, que con la edad lo que gana en maestría lo perdía en agilidad y encargó un piano con las teclas más pequeñas; o la importancia de la afinación. "Hay pianistas que viajaban con su piano y con su afinador".

Un regreso pletórico para el crítico musical que nunca se despegó de la tropa reporteril cuando firmó sus piezas en El País, Diario 16 o El Mundo. A Justo Romero, autor del libro Este silencio que escucho, le divertiría saber que en el entorno del parque de María Luisa, junto a la Torre Norte de la plaza de España, se oían unos compases musicales. Era el ensayo de una marcha procesional de la banda Nuestra Señora de la Sangre que suele acompañar cada Martes Santo a los pasos de la hermandad de San Benito.

El Piano pone fin a otro silencio, "el vacío y maltrato que en la bibliografía musical han tenido los compositores y los fabricantes españoles", en palabras de Justo Romero, pródigo hijo pródigo.

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