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Phileas Fogg ganó la apuesta en Santa Justa

  • Cercanía. Muchos turistas de los cruceros que atracan en el puerto de Cádiz, donde se ven lujosos yates, aprovechan para viajar de la trimilenaria ciudad hasta Sevilla puerto de Indias

Vista de la Catedral de Cádiz desde la esquina de la calle Sagasta.

Vista de la Catedral de Cádiz desde la esquina de la calle Sagasta. / eulogio garcía

Phileas Fogg habría perdido la apuesta de la novela de Julio Verne. Teníamos los billetes para Cádiz en el tren de las diez menos cuarto. Media hora antes cogimos el C1 en la Barqueta. A ese tipo de troles les dicen gusanos, pero en realidad era una tortuga. Con Iván, mi amigo el cochero de caballos, habríamos llegado mucho antes a la estación de Santa Justa. O en una de esas diligencias de las que habla Ramón Carande en Galería de raros. Junto a la muralla de la Macarena, nos bajamos del autobús. El conductor se había leído al pie de la letra la teoría de las ciudades lentas de Jaime Rodríguez Sacristán. El taxista nos salvó y cogimos el tren por los pelos.

Nos bajamos en la estación Estadio, así llamada porque está junto al estadio del Cádiz que cambió su nombre. Ese día había partido y se veían familias enteras con bufandas y camisetas del equipo amarillo. Al final perdería con el Alavés. El mismo partido, un Cádiz-Alavés, que despertó la máquina de la imaginación de Pepe Mel cuando concibió la historia de la novela La llave sefardí en una visita al estadio, siendo entrenador del equipo de Vitoria.

Las veces de anfitrión en la ciudad de Cádiz, la que según las cuentas de Domínguez Ortiz hace trimilenaria al resto de España, las hizo un joven residente en Cádiz que nació en el hospital militar Vigil de Quiñones de Sevilla. La Avenida de Valencia pasó a llamarse de Juan Carlos I y en plena égida del monarca emérito volvió a cambiar por Avenida Sanidad Pública.

Pero Cádiz sigue siendo una ciudad monárquica. En la barriada de la Paz se trabaja a destajo en la freiduría Juan I, que traspasó sus fronteras para abrir Juan II, que tampoco da abasto para el gentío ávido de pavías y tortillitas de bacalao, regadas con la rubia de Cádiz. Muy cerca hay sendos colegios que llevan los nombres de Rafael Alberti y de Juan Carlos Aragón. Los dos pregonaron el Carnaval de Cádiz. El año que lo pregonó Alberti, en 1981, murió Pemán. El año que murió Alberti, en 1999, el pregonero fue Enrique Villegas, un ayamontino que en Cádiz fue sastre, fotógrafo y cobrador del Ocaso antes de entrar en Astilleros, donde a través de Paco Alba entró en el Carnaval. Fue el creador de los Beatles de Cádiz, unos ingleses de la bahía que fueron mejor recibidos que aquellos piratas a los que noveló Manuel Mantero en Antes muerto que mudado.

No hay manera de sentar a Segismundo Moret. En la iglesia de SanJuan de Dios, junto al Ayuntamiento, oyó misa Cristóbal Colón antes de su segundo viaje a América, en 1493. Destino de yates de lujo y gigantescos cruceros cuyo pasaje combina el paseo por la ciudad con alguna expedición guiada hasta Sevilla. De la ciudad trimilenaria a la eterna, que diría algún gracioso o lector atravesado de Romero Murube.

La parte histórica de Cádiz, allende Puerta Tierra, está llena de visitantes, de turistas. Está limpia como la patena. En el suelo han impreso en letras de molde: No tire nada al suelo. Aquí empieza la playa. La playa de cuyas olas surgió como nueva Ursula Andress la actriz Hale Berry en el James Bond que se rodó en Cádiz, con el castillo de Santa Catalina como decorado.

Le han dedicado una calle a Pedro Payán Sotomayor. Este profesor de Lengua y Literatura, gaditano fino, fue pregonero del Carnaval. En 1993 me dedicó su libro El habla de Cádiz que deberían tener todos los académicos de la Lengua. Alberti nunca entró en la institución que Pemán dirigió en dos periodos distintos.

Cádiz son sus placas, que encierran su historia secular. El sevillano Antonio de Ulloa es recordado junto al ingeniero Jorge Juan por haber viajado hasta el virreinato del Perú a medir el Meridiano. En la plaza de la Catedral está la placa que recuerda a un héroe con mayúsculas, en los libros de historia y en los Episodios Nacionales de Galdós. Gravina, herido de muerte el 21 de octubre de 1805 en la batalla de Trafalgar cuando mandaba el navío Príncipe de Asturias. Anotado la víspera de la entrega de los premios Princesa de Asturias.

En 1896 se proyectó en Cádiz la primera película. Manuel de Falla estaba a punto de cumplir veinte años. Una placa en la plaza de Mina recuerda que en esa casa nació el músico que deslumbró a Lorca y a los compositores rusos. El 14 de noviembre se cumplen 75 años de su muerte en Argentina. Ya no tiran bombas los fanfarrones. Una cañaílla, Anne Hidalgo, hija de San Fernando, aspira a ser presidenta de la República Francesa.

Lo que nos habríamos perdido si no nos bajamos del autobús. Y Phileas Fogg ganó la apuesta. Julio Verne publica La vuelta al mundo en 80 días en 1873, el año que se proclama la Primera República. Seis años antes aparece el Diario de Cádiz, que ya ha vivido tres siglos y dos milenios.

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