Todo empezó con un té a las cinco servido por Clara y Marta, unas chicas ataviadas a lo oriental de la empresa de catering Suite Clarita. La penúltima aventura de Carlos Telmo. Montreal. Sevilla. Shangai. Todo lo que le rodea tiene un sabor internacional sin perder nunca la discreción casera, la elegancia doméstica. Un cateto bien atado a sus hipotenusas. Desde los grandes estrenos del cine Regina, hoy convertido en un supermercado, no se había visto tanta gente como la que ayer acudió a la puesta de largo del Chino de Telmo.

Este idea asentada en Regina esquina con Jerónimo Hernández surge en realidad el 14 de abril de 2010. El día de fecha tan sonora en el que Carlos llega a Shanghai para trabajar en el pabellón de España de la Exposición Universal. Allí compró por 50 euros el traje chino 55 días en Pekín que ayer lucía para recibir a sus amistades. Se vino de China con un cómplice fundamental en esta historia, Li Yuan, al que todos conocen como Ben, nacido en 1988, el año de los Juegos de Seúl, en He Nan, en el centro del país.

"La música es china, los gatos, la ropa, casi todo. ¿Tú ves algo de España?", pregunta Ben, que es profesor de chino mandarín en una academia de la Ronda de Capuchinos. El último 18 de julio Telmo viajó a China a por la primera remesa de artículos. Le acompañaron Ben, su introductor de embajadores, y Patricio Toscano, uno de sus socios, dueño de Entretelas, el local nodriza. El otro socio es Pablo Feliu.

Carlos Telmo nació en Ronda. Patricio Toscano en Sevilla de ascendencia jerezana. Pablo Feliu nació en Estepa, donde su padre era maestro de escuela. Es la séptima generación de pablofelius. Su bisabuelo, llamado como él, era guardia civil y fue el primero que se vino desde Cataluña a Andalucía. "Yo era promotor y la crisis me ha llevado a reinventarme", dice Feliu. "Carlos tiene mucho gusto, y se nota en la tienda. Patricio conoce el trato con el cliente, conoce la calle. Yo soy la parte oscura, el de los números". Un rondeño, un estepeño y un jerezano. Una idea internacional pero muy andaluza "que surgió en un bar de la Encarnación". Tres socios unidos a lo que en antropología se conoce como agrociudades, contrapunto idílico de las superpobladas ogrociudades a las que Carlos Telmo no le hace ascos. "Acabo de volver de Barcelona y me encanta".

Las fotos de la China profunda que adornan las paredes son de José Manuel Ramírez, un sevillano de Torreblanca que conoció los entresijos de la Expo de Shanghai. Han colgado cuadros de Valcris, un pintor gitano de Jerez afincado en Amsterdam que prepara exposiciones en diferentes hoteles de Sevilla. A la entrada, la reproducción de un Chillida, bandejas con galletas chinas de la fortuna, jabones de cereza, mandarina y canela y chocolate hechos en Umbrete por José Francisco Ruiz Benítez y Ana María Campos Ruiz. Jabones de la tierra del mosto y música de la patria del último Nobel de Literatura. Ceniceros con ilustraciones de Mao-Tsé Tung y Chang-Kai-Chek.

Estas cosas sólo son posibles si lo organiza Carlos Telmo. Una sevillana con un elegantísimo vestido chino, "es de mi madre, se lo trajeron de China hace cincuenta años", saluda a una china muy hermosa que viste a la europea. La primera es Chiqui Domínguez, esposa de Pablo Feliu, uno de los tres mosqueteros reunidos por este D'Artagnan chino. La segunda, hija de unmilitar chino, es la pareja sentimental de un arquitecto andaluz. Se conocieron en las cataratas del Niágara y los dos acudieron al té a las cinco de Regina.

Entre las setas y San Juan de la Palma, festividad de San Judas Tadeo, se dejaron ver Miguel Caiceo, Esther Amo, que se probó unos modelos de geisha soldadora "como los que llevan las chinas y japonesas que pasean por Venecia". Inés Loring se vino desde Miami a su estudio de pintora en la Alfalfa y no se quiso perder el novamás de la esquina.