"Prisa no tengo, a mi hijo ya no me lo van a devolver"
Milagros Vargas, madre del joven asesinado en la 'botellona'
La madre de Francisco José Guerrero pide a cualquier testigo del asesinato que acuda a la Policía y rememora el momento en el que se enteró de la muerte.
Ha vuelto a trabajar esta semana. Cuando le dicen que la ven fuerte y que no saben cómo se ha reincorporado ya, responde que tiene que trabajar para sacar adelante su casa y a su otro hijo, de 12 años. Pero la vuelta al restaurante en el que se gana la vida no le hace dejar de pensar en su hijo mayor, Francisco José Guerrero Vargas, quien murió apuñalado en la fiesta de la primavera, la macrobotellona el 25 de marzo en el Charco de la Pava. Milagros Vargas atiende a este periódico en su domicilio de La Puebla de Cazalla. En la habitación de su hijo ha colocado un cartel con una foto de éste firmada por sus amigos de Valencia, donde residió 18 años. "A veces me acuesto en su cama y le hablo. Paco, Paco, pero Paco no viene", dice entre lágrimas.
-¿Cómo va la investigación?
-La verdad es que me dan pocas noticias. Me he enterado de muy poquito y ya me enteraré en su día. Ni siquiera me cuentan lo que han declarado sus amigos en la Policía. Y me parece bien porque no me lo tienen que contar a mí. Todo está bajo secreto de sumario y debe saberlo sólo la Policía y la juez.
-La Policía dice que va por buen camino, pero aún no hay detenidos.
-Eso mismo me dicen a mí. Que la investigación va muy bien pero que hay que tener paciencia. Prisa no tengo porque mi hijo ya está en el cementerio y no me lo van a devolver. Tendría prisa si mi hijo estuviera secuestrado, por ejemplo, entonces estaría todo el día en la Jefatura de Policía. O si no se encontrara el cuerpo, como es el caso de los padres de Marta del Castillo. Pero si es que mi hijo ya no va a salir de dónde está. Es preferible ir dando pasitos a ir a lo loco y coger a un inocente. Eso sí, me gustaría que al asesino lo detuvieran más pronto que tarde porque quién nos asegura que un individuo así no pueda volver a matar hoy o mañana.
-En la botellona que murió su hijo apenas había medidas de seguridad, ¿se ha planteado emprender alguna acción legal contra las autoridades?
-Ahora mismo mi prioridad es que encuentren al asesino de mi hijo. Por eso insisto en que es importante que cualquier persona que pudiera ver algo, por insignificante que parezca, se ponga en contacto con la Policía, porque puede ser importante para reconstruir lo que pasó.
-Pero, ¿cree que se habría evitado la muerte de haber un dispositivo de seguridad más amplio?
-No lo sé si se podría haber evitado. Lo que sí se podía era haber controlado mejor la situación, quizás haber abierto pasillos de emergencia y tener preparadas UVI móviles. No sé. Algo más, sabiendo la que había liada allí. Oí las declaraciones de un representante de la Policía Local que decía que había 18 agentes y que a las seis de la tarde se quedaron 16, que pidieron refuerzos y mandos pero que éstos no llegaron. Estaban vendidos.
-¿Sabe que las botellonas están prohibidas por ley?
-Están prohibidas pero permitidas. No sé qué se puede hacer por impedirlas, es un problema que deben atajar los que gobiernan. Pero no basta con decir lo prohibimos y luego no hacer nada.
-¿Alguien del Ayuntamiento de Sevilla le ha dado el pésame?
-Ni del de Sevilla ni tampoco del de mi pueblo.
-¿Con qué recuerdo se queda de su hijo?
-La imagen que tengo en mente es la de la última vez que lo vi, que vino a mi trabajo para pedirme diez euros para irse a la fiesta. Sólo tenía siete y se los di. Muerto no lo he visto.
-¿Recuerda el momento en que le transmitieron la noticia?
-Sí, me dijeron que le habían dado una puñalada pero nunca pensé que se fuera a morir. Cuando llegamos al hospital salí para fumar y me extrañó que una policía me dijera que ella no iba a decir nada si fumaba dentro. Luego entré, recorrí un pasillo acompañada de dos médicos. Pensaba que me iba a encontrar a mi hijo tumbado en una camilla, con el suero puesto, ya curado... De pronto entré en una habitación pequeña y había una mampara con una camilla. Detrás de la mampara estaba mi sobrino llorando y diciendo que no y que no. Había 12 ó 14 médicos. Me giré hacia uno y le pregunté, con estas palabras, "usted no me querrá decir que mi hijo ha muerto, ¿verdad?". El médico asintió y recuerdo lo que me dijo. "Sí señora, su hijo ha muerto. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano, pero ni haciéndole un círculo en el corazón la puñalada hubiera sido tan certera". Empecé a pegar voces. Muerto, no herido, ni cojo, ni ciego, ni inválido. No lo podía creer. Había venido a mi trabajo tan guapo, recién duchado, recién afeitado, oliendo tan bien...
-¿Cómo le explicó el asunto a su hijo pequeño?
-Se acuesta conmigo y me dice que él quería mucho a su Tete. Anoche me preguntó que por qué de 6.000 ó 7.000 personas que había allí le tuvo que tocar a su hermano.
-¿Y usted qué le responde?
-Le digo: "Óscar, es el destino". Dios ha querido que fuera él. Él pregunta por qué y yo le corto, le digo que me tomado ya la pastilla y tengo que dormir. Él tampoco le encuentra explicación. Es que no la hay. Ni para mí, ni para él, ni para nadie.
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