Romance de ciego en la plaza del Lucero
metrópolis
San Blas. El nombre de la calle principal se debe a una ermita donde inició su vida de retiro María Coronel. Estaba junto a la actual plaza del Lucero convertida por Ortiz Nuevo en escenario de la Bienal de 1984 al que se acercó Borges
La plaza José Luis Vila sólo tiene un número, un bloque de propietarios en régimen de cooperativa. Un solo número y una historia colectiva. El 31 de mayo de 1999, en uno de sus últimos actos como alcaldesa antes de las municipales de dos semanas después, Soledad Becerril inauguró este espacio con el nombre de quien había sido secretario del Ayuntamiento y murió de un cáncer fulminante. José Luis Vila Vilar, vecino del barrio en la calle Clavellinas, hermano de la americanista Enriqueta Vila, se incorporó al curioso callejero de esta "minúscula isla urbana, cuadrilátero irregular", como la llamó Manuel J. Perales en el pregón de la Cruz de Mayo de 2002.
El guía para este viaje entre la Sevilla de San Luis y la de Feria iba a ser Antonio Molina Flores. El 26 de septiembre debía participar en un tribunal sobre caligrafía china de vanguardia. En su motocicleta, fue víctima de la imprudencia de una conductora. Cuando los médicos le informaron a Sofía Aguilar, su esposa, de la primera operación, le dijeron: "Ha salido bien, no hay que amputarle la pierna".
El vecino de uno de los pisos de la plaza José Luis Vila está en la clínica Mapfre, "la de los futbolistas de élite", pertrechado con los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido. Cuando llegó al barrio, su propuesta para el nombre de la plaza, un espacio rehabilitado en lo que había sido derribo infecto de ratas, era el de José Saramago. Paula Garvín le habló de la campaña de recogida de firmas para que le pusieran José Luis Vila y así quedó.
La calle San Blas es la principal arteria de este conjunto de "calles, adarves, barreduelas y placitas", citando de nuevo al pregonero. En este barrio de San Blas no vive ningún astronauta, como el de Madrid con el mismo nombre donde creció Pedro Duque, pero tiene conexión directa con las estrellas a través de la Plaza del Lucero. Uno de los escenarios que se inventó José Luis Ortiz Nuevo en la Bienal de Flamenco de 1984. Una plaza coqueta, con apenas siete casas, llena de naranjos, a la que una noche de septiembre de ese año se acercó Jorge Luis Borges con María Kodama para escuchar buen cante.
Esa espita sigue encendida en el barrio. En la calle Divina Pastora está el estudio de baile de Andrés Marín. En una plaza próxima a la del Cronista está la peña flamenca Manolo Caracol. Por aquí pasan paseando dos amigas, Carmen Escofet, médico de cabecera, y Concha Vélez, enfermera. "Tuvo que ser maravilloso lo de Borges y el flamenco, pero entonces estábamos criando niños".
La plaza del Cronista se llama así por Pedro Mejía, que fue cronista de Carlos V y está enterrado en la iglesia de Santa Marina, calle San Luis, de la que sale el titular del Resucitado y donde está la imagen de la Divina Pastora a la que debe su nombre una de las calles de este barrio heterogéneo. "No es un barrio como tal, te orientas por las iglesias", dice Pepe, enfermero, que hace jugar con una pelota de tenis a Buika. "El perro, de pequeño, era de color marrón chocolate y los ojos claros, como la cantante guineana Concha Buika". En la Plaza del Cronista viven Antonio y Carmen, un matrimonio de casi nonagenarios que en tiempos regentaron un puesto de prensa en la plaza del Salvador. Lo más idóneo en la plaza del Cronista.
Al final de Arrayán se ve la iglesia de Ómnium Sanctórum. En esta calle hay una Peña Cultural Bética y nació Pablo Blanco, el futbolista que más partidos oficiales ha jugado en la historia del Sevilla. Divina Pastora desemboca en Santa Marina. Desde la plaza José Luis Vila se ve el cimborrio de San Luis de los Franceses. Te orientas por las iglesias y éstas están en la entraña de su prehistoria. La calle San Blas debe su nombre a la ermita de San Blas que estaba junto a la actual plaza del Lucero. Contaba el pregonero en su exaltación de hace tres lustros que en esa ermita inició su vida de retiro doña María Coronel y en el siglo XVII fue asiento de la Hermandad de Venerables Sacerdotes, que después pasaría al barrio de Santa Cruz. A un noble edificio donde Borges impartió una lección magistral en aquel inolvidable Seminario de Literatura Fantástica que lo convirtió en vecino fugaz de Lucero y Divina Pastora.
El bar Coco Verde abrió sus puertas el 17 de septiembre, nueve días antes del accidente de Antonio Molina Flores. Hoy hay sesiones de baile de swing, lo cual es posible gracias a unos muebles abatibles y reciclados. Antes, cuentacuentos; mañana, proyección de la película Metrópolis, madrina simbólica de esta sección, el clásico de Fritz Lang.
En el local, Tapas & Music, una estantería con libros de Bécquer, Kafka, Nietzsche, Delibes, el Manifiesto Comunista de Karl Marx. Al cronista le emociona encontrar un ejemplar de El rapto de las Sabinas, uno de los casos de Plinio, jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso convertido en novela por Francisco García Pavón, a quien uno le hizo la primera entrevista de su vida profesional. No hay ningún libro de Borges, y eso que casi todos son propiedad de un argentino. Agustín Nibais nació en Buenos Aires en 1982, el año de la guerra de las Malvinas y el primer Mundial de Maradona. Mari Carmen Pascual Gutiérrez, una de las propietarias del bar, lo avisa en la cocina. A Agustín le dicen Coco y es un todoterreno: cocinero, carpintero y hasta profesor de swing en un centro de la calle Parras cuando el compañero cubano tiene que dar clases de claqué. "Aprendí a cocinar con mi madre en Buenos Aires. Acogía a niños abandonados y había que cocinar mucho. Muy chiquito, empecé a hacer la masa de las pizzas".
"Yo soy Mai". Macarena, que es su verdadero nombre, es la cocinera, la madre de la dueña del local y la que da nombre al mismo, La Madriguera de Mai. "Hacemos, por este orden, cocina mediterránea, casera, vegana y vegetariana", dice su hija, sevillana de 1990. Esta madriguera que se puede seguir en facebook, Trip Advisor y Yelp está en la parte de Arrayán que se ensancha, como la pasa a todas las calles transversales cuando atraviesan San Blas, la calle-matriz. Abrió sus puertas el 17 de marzo del año pasado. Los viernes hay flamenco en directo y los domingos paella.
Además de sus herramientas posmodernas de comunicación, apuesta por las artes clásicas. Las paredes del establecimiento están ilustradas con retratos de un pintor de Barbate, Tato Cort. Retratos de Camarón y de Paco de Lucía, la pareja más potente del sur de Europa, también de cinco mujeres con muchísima personalidad: Silvana Mangano, María Zambrano, Frida Kahlo, Billy Holliday y Maria Bethania, musa del bossanova. María, la madre de Mai y abuela de María, da cuenta de unos calentitos con Cristina, manchega como García Pavón, pareja de la hija de Mai.
Hace quince años, el pregonero, buen conocedor del alma de los barrios, estimaba en medio millar el número de vecinos de la zona. Se ha incrementado exponencialmente el número de usuarios. Sólo en la calle Inocentes, ya cerca de San Luis, en los pares abrió un centro de Salud y en los impares otro de más Salud, es decir, un pabellón polideportivo donde ayer jugaban al basket. Donde acaba la calle Infantes, esquina con Churruca, se ve la impresionante postal costumbrista de Casa Vizcaíno. Le cede el testigo a Inocentes, que se llamó sucesivamente Trastorna, Cuesta de la Niña y Callejón de los Locos. El nombre actual parece un eufemismo que recuerda que en la zona hubo un manicomio.
La calle Relator, ajena al perímetro de la zona, marca las referencias. A ella pertenece el edificio que se ve desde un adarve o coqueto callejón de Divina Pastora donde alguien ha colocado macetas de verdad con flores de pega, pintadas con una habilidad que parecen tan reales como las macetas. La calle más pequeña recibe el nombre de Prada, y en la actualidad está concebida como una calle privada. Pedro Miguel es paralela a San Blas y debe su nombre a un fabricante de balanzas para la Casa de la Moneda.
De estas calles-sierpe que menguan y crecen no se ve torre alguna de la nueva arquitectura: ni la torre Sevilla ni los tirantes del puente del Alamillo. La única torre visible es la de la antigua fábrica de sombreros. La otra calle principal es Hermano Secundino, honores del callejero a quien fue benefactor y maestro del colegio La Salle-La Purísima entre 1933 y 1986. "Uno de los enfermeros que iba en la ambulancia", dice Antonio Molina Flores, "me contó que había sido alumno del hermano Secundino".
El vecino de la plaza José Luis Vila, ausente de la misma desde hace ya casi dos meses y medio, nunca había tenido una baja laboral "ni en la Junta ni en la Universidad". En función de la gravedad de sus lesiones -múltiples fracturas debajo de la rodilla, a la altura del tobillo y la espinilla- le han dado una baja de 268 días. Como un parto para quien en realidad es como si hubiera vuelto a nacer. "Ha sido una resurrección. Un mes antes del accidente vi morir a mi madre", dice el vecino del Resucitado de Santa Marina.
Habrá quien donde pone Lucero lea Borges cada vez que pasa por aquí en recuerdo de ese abrazo sideral entre el lunfardo y la bulería, la ceguera y el fogonazo. Estela del escritor junto a la Plaza del Cronista. La realidad siempre imita al arte (Oscar Wilde).
Doña María Coronel, madrina de los actores del CAT
La calle Divina Pastora se llamó en tiempos calle Adelantado (hoy, este nombre pertenece a los callejones de la Macarena allende Resolana) porque lindaba con la Casa-Palacio de los Adelantados de Andalucía, los que serían Duques de Alcalá de los Gazules, población gaditana perteneciente a las rutas del Toro y del socialismo patrio. En Divina Pastora se ve una placa con el antiguo nombre de Alcalá y calle Prior. La calle Mercurio hace honor a su nombre y se escapa de la escuadra y el cartabón. En una de las casas de esta calle hay una bandera amarilla con la leyenda en euskera Ongi Etorri Errefuxiatuak (Estamos en obras. En breve volvemos). Hay un parque infantil en la Plaza del Cronista y ayer dos niñas patinaban en la plaza José Luis Vila. "Abuelo, hazme un vídeo", decía una de ellas. Antonio Molina Flores cuenta el tiempo entre páginas de Proust y una cruceta de titanio en su pierna. Recuerda un hermoso paisanaje con el visitante Jorge Luis Borges. "En la plaza del Lucero hay una consulta de masajes de dos argentinas a la que acude gente de toda Sevilla". Ya en la arqueología, el edificio de Divina Pastora esquina con san Luis, frente a Santa Marina, de la que salieron varias promociones del Centro Andaluz de Teatro. Ellos también se fueron, como María Coronel y los curas Venerables.
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