Un espacio en transformación

El Salvador: Una larga tradición de obras y pavimentos

  • En apenas 160 años, la plaza ha cambiado una decena de veces de aspecto · Los usos del espacio han sido múltiples, desde Zoco y cementerio a aparcamiento y zona de movida

Zoco musulmán, mercado y cementerio cristiano en la baja Edad Media, espacio sagrado en las grandes celebraciones barrocas, plaza-salón para el paseo burgués, aparcamiento público, zona de movida juvenil... La Plaza del Salvador, uno de los espacios urbanos más antiguos de la ciudad, ha presentado numerosas caras a lo largo de la Historia, pero siempre ha sido un lugar de encuentro en una ciudad que tradicionalmente ha carecido de grandes espacios abiertos.

Las obras que actualmente se están acometiendo en este gran rectángulo con orientación norte-sur (que si se cumplen las expectativas municipales se inaugurarán el próximo día 15) se insertan dentro de una gran tradición de intervenciones que han ido moldeando la plaza (muchas veces con polémica) a las necesidades de cada época, bien sea enterrar a los muertos, bien sea procurar estacionamiento al creciente parque móvil de la ciudad en los años del desarrollismo.

Aunque el alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, manifestó en su día que la obra actual pretende conservar el aire "clásico" de la plaza, lo cierto es que difícilmente se puede definir qué es lo clásico en una plaza que a lo largo de la Historia ha estado pavimentada con tierra, ladrillos, piedras, adoquines de diversos grosores y asfalto; que ha tenido como árboles unas veces chopos y otras naranjos; que fue dotada con bancos que ya han desparecido; que estuvo rodeada de soportales cuyas columnas fueron primero de madera y después de mármol; que ha tenido diferentes modelos de farolas, etcétera.

Las primeras referencias a la plaza del Salvador las hace el intelectual musulmán Ibn Abdun a principios del siglo XII, cuando en este espacio se levantaba el zoco previo a la mezquita sobre la que posteriormente se levantó la iglesia del Salvador. Esta condición de mercado se conservaría después de la conquista cristiana con una particularidad: en la plaza se ubicaría un cementerio (hasta el siglo XV se la conoció como plaza del cementerio) que estuvo rodeado por puestos comerciales de todo tipo.

La importancia del espacio hizo que a finales del siglo XV estuviese pavimentada con ladrillos y, a principios del XVI, aparecieran los primeros empedrados. Pero habría que esperar hasta el siglo XIX para que la plaza sufriese numerosos proyectos de remodelación que, en apenas 160 años, le han hecho cambiar una docena de veces de aspecto (sin contar con estas últimas obras emprendidas por el actual Consistorio).

El primer cambio, aunque mínimo, fue cuando, en 1840, colocaron en el centro de la plaza una antigua fuente del Convento del Carmen. Seis años más tarde, el Ayuntamiento decide un cambio integral y le encarga a Balbino Barrón que levante un salón (plaza elevada y nivelada, como las que todavía se pueden ver en muchos pueblos) que sirva de paseo. Barrón rodeó la plaza de árboles y de bancos de hierro, lo que convirtió el lugar en uno de los preferidos para cierta burguesía. Como suele pasar, a los comerciantes de la plaza no les gustó el resultado, por lo que en 1961 el Consistorio encargó un nuevo proyecto a Heredia Tejada, quien estrecha el salón (dándole forma elíptica) para dejar más espacio para la circulación y mejor acceso a los comercios de la plaza. En 1884, el salón se estrecha aún más, con lo que su condición de paseo es ya meramente testimonial.

Es entonces cuando el Salvador comenzará a vivir sus años más negros. Pese a que en 1923 se la embellece con el monumento a Martínez Montañés, obra de Sánchez del Cid, ya en 1910 se permitió el tráfico por parte de la plaza. Este proceso de invasión por el tráfico aumentó en los años 40 del pasado siglo, con lo que el Salvador perdió su función peatonal y de encuentro social para convertirse en un auténtico parking en superficie. La plaza toca fondo en los años 70 cuando el adoquinado es cubierto con asfalto para facilitar el tránsito de los coches. En estos años también son sustituidos los chopos (entonces árboles emblemáticos de la zona) por los naranjos.

A partir de 1979 comienza cierto resurgir de la plaza al volverse a cerrar al tráfico gracias a unos macetones que impedían el paso de los coches. Pero habría que esperar a 1983 para que el Ayuntamiento iniciase un nuevo proyecto integral de rehabilitación, que sería ejecutado en los años siguientes. Se levanta el asfalto y se restauran los adoquines; regresa el monumento a Martínez Montañés que se había retirado en 1971 para dejar más espacio a los coches, ubicándose en la entonces Avenida de José Antonio (hoy de la Constitución); se colocan nuevas farolas y se mantiene la peatonalización. Es entonces cuando el Salvador se convierte en una zona de esparcimiento juvenil (incluso durante una época fue uno de los lugares preferidos del botellón).

Por su parte, el proyecto que se inaugura el próximo día 15, en el que se ha invertido un millón de euros, respeta básicamente la plaza tal como se conoce hoy. El pavimento de la zona central es de adoquines y el perímetro de losetas; se mantienen los naranjos; se ponen unas farolas de estética tradicional y se prescinde de cualquier mobiliario urbano.

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