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Sevilla

Sevilla recuerda a la Madre Trinidad

  • La eucaristía de acción de gracias por su vida será presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz, el miércoles 27 de octubre a las ocho de la tarde en la Catedral 

La sevillana Madre Trinidad, fundadora de la Obra de la Iglesia.

La sevillana Madre Trinidad, fundadora de la Obra de la Iglesia. / M. G.

Monseñor Saiz, arzobispo de Sevilla, presidirá este miércoles 27 de octubre, a las ocho de la tarde, una misa en la Catedral en recuerdo de Madre Trinidad, fundadora de la Obra de la Iglesia. Sevilla recordará, de este modo, a la religiosa fallecida en Roma el pasado verano. El propio prelado ha manifestado su deseo de que la liturgia que se celebrará sea la de la misa de acción de gracias, por los beneficios que Dios ha otorgado a su Iglesia a través de esta sencilla sevillana, que ha llevado el mensaje del Evangelio a todo el mundo.

Esta sevillana universal, sencilla mujer seglar, consagrada a Dios desde joven, ha dejado tras de sí una historia hermosa de amor a Dios y a todos con cuantos se ha ido encontrando a lo largo de su vida, una misión grande en la Iglesia y una familia que se extiende por los cinco continentes.

La fundadora de La Obra de la Iglesia falleció en Roma el pasado verano. Su funeral se celebró en la Basílica Pontificia de San Pablo Extramuros de la ciudad eterna. Años antes, san Juan Pablo II aprobó su Obra y mantuvo con ella una relación entrañable. Él mismo concedió, a esta institución eclesial, una parroquia en Roma con el título de Notra Signora di Valme, protectora de Dos Hermanas, donde nació la Madre Trinidad en 1929.

En Sevilla, La Obra de la Iglesia tiene encomendada la parroquia de San Bartolomé y San Esteban, y cuenta con varias casas de apostolado, entre ellas, la situada en la plaza de Pilatos y la casa natal de la Madre Trinidad en Dos Hermanas.

Una vida llena de Dios, al servicio de la Iglesia

“Andaluza, sevillana y nazarena”. Así se definía Trinidad Sánchez Moreno en estos últimos años, cada vez que un obispo la visitaba en su casa. Ella, con su rostro sonriente, talante abierto, estaba siempre dispuesta, palillos en mano, a entonar un canto andaluz que hiciera presente su tierra en Roma, adonde había ido a vivir y a morir por impulso de Dios, junto a la sede de Pedro.

Una historia que comenzó en Dos Hermanas donde tuvo su primer gran encuentro con Dios, mientras despachaba zapatos con su hermano Antonio en la tienda familiar. La parroquia de Santa María Magdalena fue testigo de incontables horas de oración ante el Jesús del sagrario y ante la Virgen de Valme de aquella joven enamorada que “buscaba hacer sonreír a su Rey”.

Trasladada Madrid para atender a su hermano Francisco, experimentó el momento cumbre de su vida el 18 de marzo de 1959, día en el que fue llevada por el Señor a contemplar y gozar las honduras de su misterio. Momento que se prolongó durante un mes entero con profundas y claras luces sobre Cristo, María, la Iglesia… Momento que la dejó marcada con doble sello: por un lado, se imprimía en ella una misión: “Vete y dilo, esto es para todos”; por otro, algo más tarde, se grababa en su interior la petición de formar una gran familia: “Hazme La Obra de la Iglesia”. Ambos sellos, caras de una misma moneda, perseguían lo que se convirtió en el gran anhelo de su vida: ayudar a la Iglesia Santa a presentarse ante el mundo con toda su hermosura, tal como Dios la hizo, y así atraiga a todos los hombres a su seno.

Ya en Roma, tras haber vivido la aprobación pontificia de su Obra en 1997, la última etapa de su vida estuvo especialmente cargada de cruz, de entrega y de comunicaciones de Dios, que han sido recogidas en más de más de un millar de charlas grabadas en audio y en vídeo, y en numerosísimos escritos, que son un tesoro para toda la Iglesia y que pueden conocerse en la web de la institución: laobradelaiglesia.org

El pasado 28 de julio, entregaba su espíritu al Padre queriendo dejar a sus hijos espirituales y a todos quienes quieran escucharla, un eco potente que aún resuena entre nosotros, unas palabras que resumen su anhelo y su vida: “¡Gloria para Dios, solo eso! ¡Lo demás, no importa!”.

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