El barrio de Triana recupera a su último alfarero. Tras pasar más de 30 años en la calle Alfarería, Antonio Campos, ha explicado a este periódico los motivos que lo llevaron a abandonar su taller y el profundo arraigo que mantiene con el lugar que considera su hogar.

La partida de Triana no fue una elección fácil para Antonio y los suyos. El constante agobio logístico, especialmente por la escasez de aparcamientos, se sumó a la decisión de partir. Sin embargo, el factor definitivo fue la necesidad urgente del propietario del local de venderlo. "Decidí irme, pero a la vuelta de muy poco tiempo ya empezamos a decidir que teníamos que volver", comenta Antonio.

Después de que la suerte se aliara con él, lograron encontrar nuevamente el mismo local en alquiler, allanando de esta forma el camino para su regreso al barrio.

Sin embargo, la marcha había dejado un vacío profundo en Antonio, que pronto se llenó con la sensación de ser un extraño en un lugar desconocido. "Para ser sincero, los primeros días, la carencia que allí podías tener, la empiezas a ver en el sitio nuevo en el que te vas, pero eso dura muy pocos días", ha explicado. A medida que el tiempo pasaba, se hizo más evidente que ningún otro lugar podría reemplazar la sensación que sentía en Triana.

Con el taller listo para reabrir, la anticipación de su regreso se reflejaba en las palabras de Antonio. "De momento tenemos el mismo taller que antes teníamos, ya lo tenemos, con la luz puesta y estamos a la espera de que Endesa nos conceda la luz y empezaremos a trabajar", ha anunciado emocionado.

El barrio de Triana espera ya el regreso de su último alfarero, cuya pasión por el oficio y amor por su barrio ilustran la verdad de la vida local en este rincón histórico de Sevilla.