Del Turia al Guadalquivir: arroz solidario
El sueño de una niña de 8 años, nieta del cocinero Da Pino, se traduce en una paella gigante cuyos ingresos irán destinados a las víctimas del terremoto.
CUANDO le preguntan por la capital de Haití dice que Puerto Perico. Ese país se vio sacudido la segunda semana de enero por un terremoto. Muchos niños de Puerto Príncipe se beneficiarán de la ola solidaria que Valeria Robles Gallo, una niña de 8 años, puso en marcha un día que veía el telediario con su abuelo.
El abuelo de Valeria, Giuseppe Gallo, nació en Enna, Sicilia, zona sísmica donde las haya. Su madre, Josephine, vino al mundo en Solingen, ciudad alemana que significa en el idioma de Goethe ciudad de los cuchillos. Abuelo italiano, madre alemana, la niña es almonteña, curtida en los atardeceres de Matalascañas.
Las imágenes del horror y la destrucción la impresionaron. Pese a su corta edad, sabía que no era una película. Le confió su pena, su impotencia a su abuela. Empezó a darle vueltas a su cabecita, lamentó que su cumpleaños -el día 9 cumple 9 años- quedara tan lejos. Fue entonces cuando recordó una palabra que su abuelo pronunciaba con frecuencia: Cofradía. No se refería a ninguna de las que hacen la estación de penitencia cada Semana Santa, sino a la Cofradía Internacional del Arroz de la Comunidad Valenciana de la que el restaurante Da Pino forma parte.
Giuseppe Gallo frecuenta mucho esa tierra tan arrocera: ha ganado en Gandía el concurso de Fideuá y en Sueca quedó tercero entre 45 arroceros en el Mundial de esta universal gramínea. El siciliano andaluz -está casado con una gaditana de Olvera- llamó a Ximo Sáez, presidente de la Cofradía. La American Cup ofreció el puerto para una gran paella solidaria. El inicial granito de arena de aquella niña se convirtió en un granito de arroz por Haití. El 7 de febrero se sirvió una paella para 2.500 personas, cinco euros por ración, un dinero que se canalizaría rumbo a Haití vía alguna ONG. Valería pensó incluso en su tío cura, un hermano de Leopoldo Robles, su padre, que es párroco en Jabalquinto (Jaén) y ha participado en misiones humanitarias en Bosnia y Kosovo.
A la paella servida en el puerto de Valencia acudieron el presidente de la Comunidad, Francisco Camps, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzsky. Valeria estuvo ese día en la capital del Turia y la entrevistaron en el mismo telediario donde un día empezó a poner en marcha esa idea. El arroz se cocinó y sirvió en recipientes de Galbis, industriales valencianos que están en el Guinness como autores de la paella más grande del mundo y pasaron a la posteridad publicitaria por el anuncio de Fairy y la rivalidad entre Villarriba y Villabajo.
Se acerca el día del cumpleaños de Valeria y a esta niña le hacía mucha ilusión que ese sueño de arroz, la materia prima con la que tantas variantes gastronómicas improvisan su abuelo, su madre y su tío Giovanni, pasara por Sevilla, la ciudad de la que partió la idea. Dicho y hecho. El viernes 11 de junio, Da Pino, con el refuerzo de arroceros valencianos en entusiasta viaje de vuelta, preparará una paella gigante junto al Barranco, a la vera del puente de Triana y del río Guadalquivir.
Valeria llega del colegio con su amiga Berta, que la ha invitado el sábado a su primera comunión. Han tenido Inglés, Informática, Conocimiento del Medio y Matemáticas. Han dado los ángulos, los vértices y los lados. ¿Cuántos lados tiene una paellera? "Ninguno", responde Valeria, artífice de esta cuadratura del círculo de la solidaridad. Tiene una hermanita de 2 años, "Angelina Terremoto", y quizás fue esa compañía la que llenó su imaginación de huérfanos sin rumbo, niños sin familia, sin hogar, sin un plato de comida. Valeria ha sacado matrícula de honor en Geografía: para los niños, Puerto Príncipe y Puerto Perico son siempre sinónimos.
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