Viaje a la Alcarria de Viapol
AYER se cumplieron veinte años del premio Nobel de Literatura a Camilo José Cela. No está mal buscar las huellas de este gallego de Iria Flavia (1916) en Sevilla. En 1959 publicó su Primer viaje andaluz, un libro que sin llegar a la notoriedad casi universal de su Viaje a la Alcarria (una obra maestra que publicó en 1948) gozó de buen predicamento y alcanzó la media decena de ediciones. Tiene Cela una calle en la nueva Sevilla que surgió en el campus de Viapol, calle de demografía joven y estudiantil.
Publicó con apenas 25 años su primera obra, La familia de Pascual Duarte, obra novel del futuro Nobel que llegó a alcanzar las 42 ediciones y que se llevó al cine con una caracterización prodigiosa de José Luis Gómez. He vuelto a encontrar el nombre de ese antihéroe de Cela al recibir un ejemplar de la novela de Manuel Jurado López Coral Negro, una historia ambientada entre La Habana, Sevilla y Sanlúcar de Barrameda que en 2003 obtuvo el premio de novela Pascual Duarte convocado por el Ayuntamiento de Torremejía, un pueblo de la provincia de Badajoz cuyo nombre se prodigó en los diarios deportivos por ser donde nació Pedro José, el capitán del Extremadura cuando el equipo de Almendralejo subió a Primera División.
Estadísticamente, España gana una Eurocopa de fútbol cada 44 años (del gol de Marcelino a Rusia en 1964 al de Fernando Torres a Alemania en 2008) y un Nobel de Literatura cada veintitantos. En 1956 lo obtuvo Juan Ramón Jiménez; en 1977, el poeta sevillano del 27 Vicente Aleixandre; en 1989, contra todo pronóstico, el autor de La Colmena. Por esa diferencia de años, el próximo Nobel para las letras españolas tiene que estar al caer en los próximos años. No cuenta el de José Saramago, pese a sus intentos por reivindicar la república ibérica de las letras, escritor portugués que lo ganó en 1998 (capicúa del año de Cela) y que acaba de sacar a las librerías su última novela, Caín, en la misma semana en la que puede caer Abel, el entrenador del Atlético de Madrid.
Camilo José Cela fue pregonero del Verdeo de Arahal en 1982, el año del Nobel de García Márquez. Lo recibió el alcalde de la población, Manuel Bravo, y su intervención giró más sobre el vino que sobre las aceitunas, lo que provocó no poca indignación entre el auditorio. Me cabe el honor de haber sido pregonero de esa fiesta maravillosa, exaltación de la joya más preciada, un año después que don Camilo, que subió a las altares cuando en 1969 publicó San Camilo 1936, un texto imprescindible de las letras españolas. En honor a la verdad, fui pregonero del Verdeo como telonero (o sobrero) de Rafael Alberti, que a última hora se cayó del cartel. La comitiva salió desde el Ayuntamiento y yo acompañé a la miss local, Cristobalina de nombre. La actuación musical corrió a cargo de Gualberto y Benito Moreno y mi asesor en aceitunas y paisanaje olivarero fue Miguel Manaute, que entonces era consejero de Agricultura del Gobierno andaluz de Rafael Escuredo.
Tengo una foto con Cela un día lluvioso de junio de 1986. El escritor gallego vino a inaugurar la feria del Libro de Castilleja de la Cuesta. Ya venía con Marina Castaño. Esa tarde, España jugaba contra Argelia en el Mundial de México y furtivamente en un bar llegué a ver un gol de Calderé a los argelinos. Hubo un Cela que jugó en el Castellón y llegó a disputar una final de Copa. Pero Cela era poco futbolero. Participó en una cata de vinos celebrada en el patio de Los Venerables (hoy sede de la Fundación Focus) que dirigió la enóloga María Isabel Mijares. Ahí encajaba más su loa a la vendimia que hizo fuera de tiesto en el pregón del Verdeo de Arahal. No existía la A-92 y se pasaba junto al misterioso conjunto urbano de Gandul, pedanía de marquesado que llegó a tener una estación de tren para uso doméstico.
En el vigésimo aniversario del Nobel de Cela ha ganado el Planeta Ángeles Caso, que fue finalista cuando en vida del editor de El Pedroso José Manuel Lara lo ganó hace quince años el escritor de Iria Flavia con La cruz de San Andrés, que provocó una acusación de plagio por parte de una profesora de La Coruña. Cela fundó en Palma de Mallorca la revista literaria Papeles de Son Armadans, donde tuvo como secretario a José Manuel Caballero Bonald, que evoca esos años insulares en sus Memorias con un episodio de truculencia sentimental.
Alfonso Guerra me contó en su despacho madrileño de la Fundación Pablo Iglesias que en una ocasión le devolvió en persona a Cela el ejemplar de una novela que no había sido del agrado del político sevillano. Cela tuvo una choferesa negra y descubrió la Alcarria mucho antes de que el marketing le viera la ganancia al turismo rural.
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