"Vivimos una extinción masiva; cada 15 minutos desaparece una especie"
El rastro de la fama · Modesto Luceño
Científico de campo y laboratorio a partes iguales, sus estudios en sistemática vegetal son importantes para reconstruir el árbol genealógico de la gran familia de los seres vivos.
-Como investigador es un viajero incansable. Cuando le llamé para hacer esta entrevista andaba usted por los Pirineos. ¿Qué estaba haciendo?
-Estaba en el Prepirineo, en la Sierra del Cadí, entre Lérida, Barcelona y Gerona. Fuimos en una excursión de colecta para intentar encontrar y recoger ocho especies silvestres que habían sido localizadas en esta zona por estudiosos de finales del XIX y principios del XX. Nos temíamos que hubiesen desaparecido, pero, finalmente, hemos conseguido localizar todas las plantas. Básicamente, queremos disponer de su genoma.
-¿Conseguir su genoma para qué?
-Primero para saber cómo han evolucionado, para reconstruir la historia de esas plantas. Después para conocer qué posibilidades tienen de sobrevivir si el hombre las deja.
-El genoma… Toda una revolución en la historia de la ciencia.
-Hace unos treinta años se produjo una revolución absolutamente fundamental dentro de la biología de organismos: el ADN. Gracias a este descubrimiento nos encontramos con una herramienta, la PCR (del inglés Polymerase Chain Reaction), la reacción en cadena de la polimerasa, gracias a la cual podemos clasificar a los animales o a las plantas no por su forma (hocico, bigotes, hojas…), sino por la proximidad genética de las especies. Hemos pasado de la Taxonomía a la Sistemática, que tiene en cuenta el parentesco evolutivo, la proximidad de los genes de unas especies con otras, y con la que se puede dibujar el árbol de la vida, desde las bacterias hasta el ser humano. Este árbol, que lo hemos publicado en España y EEUU, se basa en la filogenia, es decir, en la reconstrucción de la historia evolutiva de una especie: cómo se ha generado, cuáles son sus primos cercanos, de qué especies próximas se generó.
-¿Están desapareciendo muchas especies?
-Primero me gustaría distinguir entre extinciones de fondo y extinciones masivas. Empecemos por las primeras. Todas las especies, sin excepción, nacen en un momento determinado mediante un proceso que se llama especiación, luego se desarrollan, ganan territorio y van alcanzando el estado adulto. Luego, al igual que pasa con los individuos, la juventud se acaba y, por la propia dinámica genética y biológica, la especie va envejeciendo y, finalmente, desaparece. La esperanza de vida de una especie está en dos, tres o cuatro millones de años. Es un proceso de extinción natural, ante lo cual el hombre no se debe escandalizar ni hacer nada por evitarlo.
-¿Y las masivas?
-También pueden ser por causas naturales. En la historia del planeta, que ya va para 4.500 millones de años, se han producido que sepamos seis extinciones masivas. Hay que destacar dos muy fuertes: la que se produjo a finales del Pérmico, hace 250 millones de años, cuando se extinguió el 70% de la vida terrestre y el 95% de la vida marina. La segunda fue en el Cretácico, con la desaparición del 75% de las especies. No solamente se extinguieron los grandes reptiles, sino también muchas plantas de las que quedan evidencias fósiles.
-¿A qué se debieron estas extinciones?
-A varios factores, es muy raro que obedezcan a una causa única. Normalmente han sido por vulcanismo masivo, por el impacto de un meteorito, algo que parece que toca cada cien millones de años, o por cambios climáticos naturales en el planeta.
-¿Y ahora en qué fase estamos?
-Nos encontramos en una séptima extinción masiva, la primera en la historia del planeta provocada por la acción de una especie, el hombre. Tirando por lo bajo, actualmente se conocen entre un millón y medio y dos millones de especies, desde microorganismos hasta mamíferos, pasando por los hongos. Todos los biólogos estamos de acuerdo en que hay muchísimas especies que todavía no se han descrito. Los más optimistas piensan que esta cifra podría elevarse hasta cincuenta millones. Pues bien, ahora se estima que se están extinguiendo, aproximadamente, cien especies al día, 36.500 al año, una cada 15 minutos, la gran mayoría desconocidas por nosotros. Esto es muy superior a la tasa de extinción de fondo de la que hablábamos antes. Tenemos ya conciencia que, desde mediados del siglo XIX, se han extinguido 19.000 especies de plantas y 6.000 de animales que conocíamos. Ésta es una cifra muy pequeña en comparación con la realidad, porque estamos extinguiendo también muchas especies que nunca hemos conocido.
-¿Y es reversible esta séptima extinción masiva o hemos entrado en una dinámica de la que el hombre ya no va a poder salir?
-A día de hoy es reversible, porque aún contamos con un número amplio de especies y el proceso de especiación continúa en la naturaleza. Pero mi opinión es que no lo vamos a hacer. Cogemos especies emblemáticas, como puede ser el lince en Andalucía, y hacemos un esfuerzo extraordinario, pero ese no es el problema, porque junto al lince hay muchas especies a las que nadie les hace caso. Por cierto, la especie humana también se va a extinguir.
-Espero que sea dentro de millones de años.
-No tanto. Ya estamos muy desgastados como especie desde un punto de vista biológico.
-¿Estamos viejos?
-Haciendo un símil, y teniendo en cuenta la esperanza de vida que actualmente tiene el hombre, unos ochenta años, la especie humana está más o menos en la mitad de su vida, unos cuarenta y cinco años. El problema es que estamos provocando enfermedades para la especie, estamos extinguiendo el resto de las especies y no podemos vivir sin ellas.
-¿En sus investigaciones ha descubierto alguna especie en peligro de extinción de la que nadie tenía noticia?
-Acabo de descubrir en África del Sur una especie que creo que se va a extinguir dentro de poco y que todavía no estaba descrita. La encontramos en una selva de Sudáfrica, en las Montañas del Dragón. A primera vista no la reconocí, pero tras los estudios genéticos nos dimos cuenta de que era desconocida. Es de la misma familia que el papiro o la chufa y la hemos llamado Carex Raimbowii (la carex del arcoíris), porque crece en una garganta que se llama del Arcoíris, que también es el símbolo de Sudáfrica. No creemos que haya en total más de ciento cincuenta o doscientos individuos, por lo que le hemos pedido al Gobierno del país que inicie un programa de protección in extremis.
-Aquí, en este campus de la Pablo de Olavide, se pueden encontrar muchas flores silvestres, algunas también en peligro. Todas se han recogido en un libro editado por la Universidad.
-Cuando llegué en el 98 a la Olavide me maravilló la flora que había. Me parecía increíble que plantas que normalmente tienes que buscar en sierras recónditas pudieras encontrarlas al lado de unos edificios que estaban todavía medio en ruinas. Para que se haga una idea, en las Islas Británicas hay cerca de 1.900 especies de plantas. Sólo en el campus de la Olavide, que tiene 138 hectáreas, hay 500. Eso se debe a que la Península Ibérica, durante la última glaciación, sirvió de refugio para muchas especies que huían del frío y el hielo, que cubrió el continente hasta la altura de París.
-Entre esta flora destaca una especialmente que lleva el nombre de Sevilla, la Armeria Hispalensis.
-Sí, es una planta que estamos reintroduciendo. Fue descrita a finales del siglo XIX por Carlos Pau, un botánico outsider enfrentado al establishment de la disciplina de la época que fue marginado de las cátedras oficiales. Él, que tenía una farmacia en Segorbe (Castellón), viajó una vez a Sevilla y, camino de Dos Hermanas, herborizó en lo que actualmente es el campus de la Olavide, la primera Armeria Hispalensis.
-¿Está en peligro?
-Está muy amenazada, con la categoría de especie en peligro. Según mis noticias quedan tres poblaciones en el mundo, que se ubican en el límite entre Sevilla y Cádiz, en el Aljarafe y en Alcalá de Guadaíra, en la zona del Gandul. Cuando llegamos en el 98 había dos individuos en el Campus que, finalmente, murieron. Ahora tenemos un programa de reintroducción.
-¿Alguna especie más de la Olavide que llame su atención?
-Unas orquídeas silvestres rarísimas que se llaman Flores Abeja. Cada ejemplar imita perfectamente el cuerpo de una abeja hembra, de manera que, cuando los machos intentan copular con ellas y se dan cuenta de que no hay nada que hacer, reaccionan con violencia machista, zarandean la flor y se le cuelgan a modo de alforjas dos sacos de polen que llevarán a la siguiente flor para su fecundación.
-En el siglo XVIII, España fue una auténtica potencia botánica gracias a las expediciones científicas a las colonias americanas y al nacimiento de los jardines botánicos. Fue una época de gran belleza, como demuestran esas ilustraciones de plantas tan características del momento.
-Es la Ilustración. Como con todo en la vida, el móvil era económico y se pretendía la explotación de los recursos vegetales, animales y, desgraciadamente, humanos. La corona española atrajo a los grandes talentos de la época, como Mutis, que colaboró mucho con Humboldt. Si comparamos las inversiones que entonces se hacían en botánica con las actuales resulta cómico.
-Después de aquella época dorada, ¿cómo le ha ido a la botánica española?
-Hubo excelentes botánicos españoles durante la II República, pero en el franquismo se entró en una época negra debido a la represión de científicos como Pío Font Quer, probablemente el mejor botánico español del siglo XX, que escribió obras fundamentales como el Dioscórides renovado de plantas medicinales o el Diccionario de Botánica. También, José Cuatrecasas, titular de la cátedra de Farmacia de Madrid y uno de los botánicos más famosos del mundo en su momento, que se tuvo que exiliar. La guerra supuso una tragedia para todas las ciencias. A partir de los ochenta, con el proyecto Flora Ibérica, que ahora está en su fase final, la botánica tomó un nuevo impulso. Actualmente, y a pesar de las dificultades, España es uno de los países más destacados en el campo de la evolución vegetal.
-Cambiando de la ciencia a la metafísica, ¿la aparición y desarrollo de la vida en el planeta tierra tiene algún sentido, apunta en alguna dirección?
-Aunque suene muy duro, la vida surgió por casualidad. La evolución tiene dos principios: el azar y la necesidad. Las especies se generan y evolucionan porque hay mutaciones, y estas mutaciones se producen por azar. No hay un finalismo, lo que pasa es que sólo aquellas mutaciones que han provocado caracteres que son adaptables al medio ambiente son las que triunfan. Esos son los dos grandes principios que se resumen en un libro histórico de mi juventud: El azar y la necesidad, del científico Jacques L. Monod. Le digo contundentemente que no es necesaria la intervención de un agente externo para explicar la génesis y la evolución de las especies, llámese Dios o llámese como quiera. Eso nos da grandeza y nos da miseria.
-Y, sobre todo, nos da angustia...
-Por eso yo no me meto con los sentimientos religiosos, a los que considero muy legítimos, pero desde un punto de vista intelectual son completamente incompatibles con lo que yo observo en mi laboratorio. El ser humano tuvo su inicio y tendrá su fin y, a lo mejor, la siguiente especie inteligente que se genere no será tan arrogante. La religión es una invención para endiosarnos nosotros como especie.
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