“Mi abuelo barbero un día antes de morir me regaló ‘El Aleph’ de Borges”
Los Invisibles: Juan Cuevas
Escribe en papel de estraza, en servilletas de los bares o cartón reciclado. Descubrió al Inca Garcilaso a una hora intempestiva y una caída de la bici lo hizo ferroviario
UNA inoportuna caída le hizo cambiar la bicicleta por el tren, la mano derecha por la izquierda y el papel por el móvil. Juan Cuevas (Lora del Río, 1969) es un ribereño curtido en la Alameda.
–¿Qué le trajo a Sevilla?
–Hacer Filología Hispánica. Lo dejé en Primero cuando descubrí que la poesía estaba más en los jardines que en la Universidad.
–¿Desertor de las aulas?
–La única asignatura que me gustaba era Literatura Hispanoamericana. La daba una profesora muy cañera en plena Expo 92. Yo vivía en el Pumarejo y todas las noches había un cordón policial.
–Le ha tocado su Tourmalet...
–Me caí de la bicicleta en Los Remedios. Me he acostumbrado a escribir con la mano izquierda y con el móvil. Así surgió una serie de poemas, Poesía Protésica, el título es de Alberto Fernández, de Entrelíneas, mi antro de encuentro con la vida. La Alameda ya no es lo que era. La calle Feria es como un soneto, en cada rincón hay un verso que descubrir.
–¿Dio a los del ‘boom’ en clase?
–Dábamos a José María Arguedas, el Inca Garcilaso, Bartolomé de las Casas, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y su naufragio. La clase era a las tres de la tarde, cuando los amigos estaban de cervecita, pero yo no faltaba nunca.
–El Inca Garcilaso muere el mismo día que Cervantes...
–Yo nací el año que el hombre puso el pie en la Luna, aunque los mayores de mi pueblo decían que eso era mentira.
–¿Su gente en qué trabajaba?
–Mi padre en una fábrica de algodón y mi madre ayudante de farmaca. Mis primeros poemas fueron sobre el algodón. De pequeño me ponía boca arriba y me inventaba cuentos. Mi abuelo, que era barbero, un día antes de morir me regaló El Aleph de Borges.
–¿Por qué cambió la Filología?
–Buscarme la vida. Empecé fregando platos y me hice cocinero. Guisar es como la idea del poema y la repostería matemática pura.
–¿Recibió el visto bueno de su madre?
–Me encanta llegar a mi casa y cocinar para ellos. Mi madre no cocinaba porque estaba siempre trabajando. Cocinaban mis abuelas, mi bisabuela. A mi abuela Carmen le decían la Rubita, era muy guapa. Siempre me he criado entre mujeres; cuando no eran las abuelas, las vecinas.
–¿Más en la familia?
–Un hermano, que es profesor de Inglés en el pueblo.
–En Lora of the River...
–El río Guadalquivir, que en la canción de Gracia Montes pasa tres veces por mi pueblo.
–¿Tiene una escuela literaria?
–La Carbonería de Luis y la taberna de Gonzalo, en la calle Relator. Allí publicó su primer libro Fernando Mansilla. Publiqué mis poemarios Perfume de tormenta y Cabeza Abajo, con dibujos del mexicano Fausto Esparza. Después salió Poemaría por María, que fue pareja mía.
–¿Quedan los libros y se van las mujeres?
–Sí. La poesía es como el Betis, siempre sobrevive.
–¿Ciudades que conoció?
–Estanbul, Venecia, Praga, Londres. Ahora voy al extrarradio.
–¿Dónde llegan sus libros?
–Una edición con el mexicano Iván Vergara ha llegado a la Universidad de Boston y hasta a un cámping de África. Hechos a mano con cartón reciclado.
–Ha venido con un libro de Bukovsky...
–Es un regalo de mi suegra. Me interesa mucho la poesía de mujeres: Lola Crespo, Rocío Hernández Triana, Triana Chile.
–¿Sevilla poética o prosaica?
–De poetas, músicos y pintores poco valorados. Raúl Rodríguez, el hijo de Martirio, vivió en el Pumarejo. Cada vez que saca un disco me lo regala y yo le doy mi último libro de poemas.
–¿Su última obra?
–Mordido. Un bestiario con mucha carga social, en este tiempo no queda otra. El barrio se ha convertido en un parque temático, se está perdiendo la esencia y el asombro.
–¿Un escritor que haya merecido el Nobel?
–Bolaño, pero murió demasiado pronto.
–¿Poesía y cocina riman bien?
–Al principio escribía poemas en el dorso de las comandas. En un currículum puse que soy domador de servilletas. Me gusta escribir en los bares, las plazas y en las estaciones de tren. Ahora voy mucho en tren para que me cuiden, aunque los cuido yo porque ya están mayores. Llego al pueblo, meto dos botellines en la nevera y me pongo a escribir en la azotea. Los grandes escribían con whisky. Yo soy más humilde.
–¿Cuál es su musa?
–La calle. En poesía hay que estar receptivo, siempre en guardia.
Anecdotario
Vizcaíno, entre Montesión y Archivo de Protocolos
Quedamos en el bar Vizcaíno, junto a Montesión. Allí, entre la capilla y el Archivo de Protocolos, siempre encuentra a colegas de la poesía o de la cocina. Sus dos facultades. Una le da para vivir, la otra le da la vida.
Se van de Europa y ganan Giro, Tour y Vuelta
Ha dejado la bicicleta y todas las mañanas va a rehabilitación. Como practicante del deporte más urbano, comparte la sorpresa de que tres ciclistas británicos hayan ganado el Giro, el Tour y la Vuelta.
Cuando le llega la inspiración viene la onda
Sus amigos saben que cuando le llega la inspiración desconecta. “Me viene la idea para un poema, me aparto y apunto. Ellos dicen: ya está Juan en su onda”. Como los surrealistas.
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