Puntadas con hilo

De la abulia a la catatonia

  • El mandato de Zoido se acaba en 12 semanas en las que la clave será sonreír ¿Se celebra algo? ¿O es cosa de marketing político?. Hay muchos tipos de risa; la nerviosa es un mal síntoma.

EN todos los equipos, en los de gobierno también, es necesaria una persona capaz de distender el ambiente. Es ésa que siempre tiene un chiste a mano, que hace reír en las situaciones más serias, que facilita los encuentros y que proporciona el buen rollo que a veces se necesita para solventar problemas. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, cuenta con un gran aliado para este cometido: Gregorio Serrano. Hombre de su núcleo duro y superdelegado de Economía, Empleo, Turismo y Fiestas Mayores. Este concejal tiene arte, que se dice aquí. Es un don natural y una buena virtud para un político si sabe cuándo y dónde debe guardar esa naturalidad. Y el Pleno municipal, por ejemplo, no es un buen escenario para el chiste fácil por mucho que Serrano sea capaz de arrancar la carcajada de parte de los capitulares y del público.

Lograr un momento de risa durante una de estas sesiones ya tiene su mérito, pero no procede cuando el objetivo es defenderse de una acusación. El chiste como argumento es demasiado simple. Y, si se está hablando de paro, el gran castigo que sufren los sevillanos, resulta más que inadecuado. Y esto le pasó a Serrano el pasado viernes cuando para defender una moción en la que se criticaba a la Junta de Andalucía por no contribuir con el Ayuntamiento en los programas de empleo quiso dejar en ridículo a la oposición lamentando su poca pericia para criticar al gobierno municipal. La referencia fue a una foto que se hizo el portavoz del PSOE, Juan Espadas, en un colegio al lado de unos operarios que pintaban una valla, con brocha y pintura, mientras denunciaba el retraso en la llegada de esos materiales. Bien. Es sólo una anécdota, graciosa, pero que demuestra una táctica habitual: la defensa a base del ataque al contrario. Los chistes como variante del "y tú más".

Llega a aburrir. El actual panorama es muy tedioso y no sólo por el bajo nivel dialéctico que presentan en general todas las fuerzas políticas, también por la falta de iniciativas y propuestas que demuestren que la ciudad está viva. El concejal socialista Juan Manuel Flores, que es médico de profesión, usó en el pasado Pleno un término que define bien el estado en el que se encuentra sumido el gobierno de la ciudad: abulia. No es más que falta de voluntad o disminución notable de su energía.

A estas alturas, tal vez esta abulia también es algo que se persigue. En un patio político tan revuelto como el actual una estrategia es quedarse quieto y aparentar tranquilidad, con paso firme y sonrisa de oreja a oreja. Pero, ojo, que risas hay de muchos tipos. Y la que se está escuchando en esas últimas semanas en la Plaza Nueva suena a nerviosa. Y ése es un mal síntoma para un gobierno con mayoría absoluta.

A veces se ríe para ahuyentar el llanto propio o de otros. Incluso hay veces que hay que simular situaciones y escenificar encuentros por mor de evitar que el ciudadano pierda la confianza. Hay pequeñas mentiras piadosas fáciles de ocultar en la maraña burocrática que implica cualquier actuación municipal y que permiten ganar tiempo para buscar mejores soluciones o evitar conflictos. Y un poco de esto parece que hay, por ejemplo, en la polémica que el gobierno de Zoido ha querido sofocar sin demasiado éxito a cuenta de la ampliación de la zona azul. ¿La modificación resuelta por Movilidad acalla las críticas? Parece que no. Pero el gobierno ha demostrado que no todos están en contra y ha iniciado unos cambios que mientras entran o no en vigor dejan el conflicto en suspenso.

No son tiempos éstos para reír y menos para prometer en vano. No vaya a ser que las risas nerviosas deriven en catatonia, un síndrome esquizofrénico del que no se salvan ni los políticos, ahora que las agendas electorales se convierten en frenéticas, ni los sevillanos, que ya no saben a quién creer.

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