Siempre es Mediodía en estos atardeceres
Cuarenta años de la muerte de Rafael Laffón
Lirismo. Hoy se cumplen cuarenta años de la muerte de Rafael Laffón, amigo de los poetas del 27 y vecino de una calle en la que había pasado su infancia Romero Murube. Calle que lleva el nombre del cardenal de Sevilla que fue párroco del barrio
En 1959, el año que Bahamontes gana el Tour de Francia y a Severo Ochoa le dan el Nobel de Medicina, Rafael Laffón obtiene el Premio Nacional de Poesía con La rama ingrata. “Nunca he creído más justo un premio nacional, ni merecido un homenaje. Mi abrazo de siempre, hoy se convierte en gozo. Por él, y por la ciudad”. Quien así escribe es Joaquín Romero Murube, en Los cielos que perdimos (edición de Jacobo Cortines y Juan Lamillar).
Hacía 25 años que Romero Murube (1904-1969) había dejado la casa familiar de la calle Cardenal Spínola para irse con su madre y sus hermanas al nuevo destino como conservador del Alcázar. Cuando le dan el premio, Laffón todavía vive en la calle Chile, en Heliópolis. Dos años antes, su hijo José Manuel Laffón, pediatra de profesión –su padrino de bautizo fue Manuel Laffón, pediatra también, padre de la pintora Carmen Laffón– se casa con Rosa Álvarez. Empiezan a nacer los hijos, los nietos del poeta: Luisa, Cristina, Stella... Los dos últimos, Alejandro (1963) y Silvia (1965) ya nacen en la casa que su abuelo, ya viudo, ocupaba en la calle Cardenal Spínola.
Hoy se cumplen cuarenta años de la muerte del poeta Rafael Laffón, nombre clave del grupo Mediodía. Cernuda y Romero Murube también mueren en noviembre. El mes de los Difuntos. En la casa del poeta viven Rosa, su nuera, y Stella, la tercera de sus nietas, casada con Félix, que todos los años en diciembre regala a quienes pasean por esta calle un belén. En la iglesia de Santa Rosalía, que se fundó en 1701 por una comunidad de seis monjas capuchinas procedentes de Zaragaoza, instala todas las Navidades el doctor José Pérez Bernal el Belén de la Solidaridad. Además de la oración, Ave María Purísima, en Santa Rosalía se dedican al catering y al hospedaje.
Del poeta Laffón queda en su casa una impresionante biblioteca y un cuadro de San Rafael en el rellano de la escalera. En lo que fue su dormitorio hay cuatro cuadros de otro Manuel Laffón, pintor aficionado a quien Antonio Susillo conoció en París y le regaló una escultura que tiene en su casa Silvia, la pequeña de una estirpe que creció exponencialmente: un hijo, cinco nietos, diez biznietos, tres tataranietos y uno que viene en camino.
Laffón y Romero Murube, los dos vecinos de Cardenal Spínola, coincidieron en el Club La Rábida con Vicente Aleixandre y Rafael Laffón en 1950 en el ciclo Poetas vistos por sí mismos. Alejandro Laffón, el nieto varón, profesor de Historia en el instituto Bécquer del Tardón, guarda la correspondencia de su abuelo con los poetas del 27: Guillén, Aleixandre, Dámaso Alonso... y Juan RamónJiménez. En casa recuerdan una carta de Zenobia Camprubí, la esposa del de Moguer, a Laffón, con un sos entrañable: “Juan Ramón está deliciosamente insoportable”. La nuera de Laffón considera su poesía “demasiado trabajosa”. Se disculpa por “parecer cursi” y dice que a ella le gustan más los Quintero. El hijo del poeta, el pediatra, murió en 2004 y escribía novelas. Segun su viuda, las historias le venían en los paseos por la playa de La Redondela. “Ser amigo de Laffón era ser amigo de un delicioso fantasma”, escribía Romero Murube. Alejandro, el nieto del poeta, suscribe las rarezas del antepasado. “No era el abuelo de Heidi, para entendernos”.
Para Romero Murube no debió ser muy agradable dejar el pueblo,Los Palacios, donde nace el 18 de julio de 1904. “Niñez campesina y lugareña; en tiempos de mis abuelos tuvimos cortijos, fincas y dehesas. Don Antonio Chacón cantaba malagueñas mientras yo leía el Catón. Todo eso se perdió como Cuba y las Islas Filipinas”. En la casa donde vive entre 1912 y 1934, la hermandad de la Soledad puso una placa con un texto de Memoriales y Divagaciones donde habla de una ciudad donde conviven “los ángeles, las musas y los duendes, rectores dulces y abismos claros de la eterna Andalucía”. El palaciego se transformó en juglar de un barrio de poetas donde nacieron Bécquer (Conde de Barajas) y Rafael Montesinos (Santa Clara). “En estas cuatro esquinas ha discurrido nuestra infancia. Hay una iglesia vestida con su torre de sol. La torre es alta, cuadrangular, vetusta. Fue alminar de mezquita”. Romero Murube fue rey mago, Gaspar en 1937, la primera Cabalgata después de la guerra, concejal, organizó el pregón de Semana Santa y fue pregonero en 1944. El de Charo Padilla en 2019 conmemorará las bodas de diamante del alumno de Salinas que acogió en el Alcázar a García Lorca y se lo enseñó a Fleming y el Sha de Persia.
La iglesia de San Lorenzo sigue coronada por esa torre vestida de sol. El faro de la calle Cardenal Spínola. Marcelo Spínola y Maestre fue nombrado párroco de San Lorenzo en 1871, entre la Gloriosa y la Primera República. El 20 de enero de 1906 murió el último andaluz que ha regido los destinos de la diócesis hispalense. A lo largo de 112 años, han venido pastores de Valencia, Salamanca, Navarra, Burgos, Zaragoza, Valladolid y Guadalajara. El último andaluz y el primer andalucista. Gaditano de cuna, de San Fernando, fue abogado en Huelva, senador por Granada, obispo de Málaga, arzobispo de Sevilla. En la iglesia hay una escultura hecha por Navarro Arteaga y un azulejo con un ejemplar de El Correo de Andalucía, periódico que fundó en 1899.
Enea, Rejilla y Cordelillo. Estilos con los que se rematan los asientos en la tienda de los hermanos García González, Antonio y Francisco Javier. “Somos tres, pero el otro se dedica al taxi”, dice Antonio, sevillano de 1963. Está trabajando en una silla para una señora de Los Remedios. “Éstas son las tiritas que quedan cuando el oso panda se come el bambú. Vienen de Asia y las comercializan catalanes y valencianos”. El negocio lo abrió su abuelo Agustín en la calle Harinas, pero no hay cuarta generación, “quieren ser periodistas, futbolistas, poetas o funcionarios”. Todos los días entra en el Gran Poder “para pedirle por mis enemigos, mis amigos, salud y trabajo”.
Tiene Cardenal Spínola un humus subliminal que empuja a sus vecinos a la escritura. Además de los dos poetas que murieron en noviembre, en Cardenal Spínola trabaja el peluquero Juan Carlos Pérez, que se presentó a más de trescientos certámenes literarios; escribe el ex futbolista y entrenador Pepe Mel, que presentó su cuarta novela y prepara la quinta. Por calle Cantabria, donde hubo una zapatería reciclada en tertulia de soleanos, se llega a la casa donde vive y escribe el médico Francisco Gallardo. Tiene una novela de barrio, Sólo amanece si estás despierto, de José Luis Rodríguez del Corral.
Pocos saben tanto de escritores como Amalia Bulnes, que concierta citas y ultima agendas. Tiene una triple vinculación con el cardenal Spínola: estudió en las Esclavas que don Marcelo fundó cuando era obispo de Coria-Cáceres; tuvo en la calle Cardenal Spínola su primer piso de estudiantes cuando vino de Huelva y trabajó en El Correo de Andalucía que fundó el cura cañaílla y dirigió José María Javierre, que fue su biógrafo. Una calle por la que pasan el actor Mariano Peña o el músico Ventura Rico.
Tienen Lotería de la Soledad y participaciones de Dulce Nombre
La calle Cardenal Spínola empieza en la estatua de Juan de Mesa en la plaza de San Lorenzo y acaba en la de Daoiz en la Gavidia. En ambos extremos, sendos bufetes de abogados: Luis Rivero, junto a San Lorenzo, y Bufete Gavidia de Rodríguez Galisteo y Avilés Baena en cima del bar Dos de Mayo, ilustrado con los dibujos vinateros de Alexandra del Bene. Sevilla Musical hace esquina con Baños y la música de las campanas espantan a las palomas. Entre las casas de los poetas, “Laffón era un hombre con secreto”, escribía Romero Murube, hay una guardería bilingüe, Elite College, aunque los llantos de los niños, como sus risas, sólo conocen un idioma. El padre de la periodista Amalia Bulnes formó parte de la tertulia San Servando, en el bar San Lorenzo, que durante muchos años regentaron Fidel, fallecido en un accidente de moto, y Servando, hijos de uno de los montañeses que llegan a Sevilla. El bar cambió de encargados y mantiene el nombre de la plaza y el barrio. Hay lotería de la Soledad de San Lorenzo y participaciones del Dulce Nombre. La Taberna de San Lorenzo es de 1864. En ella echaron horas los tres hijos de Joaquín González. El pequeño trabaja en Ginebra con la inteligencia artificial.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por SO/Sotogrande Spa & Golf Resort
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia