Rafael Valencia

Un arabista entre arabescos

  • El paseo por el Jueves, monedas de Irán y Argelia, mocedades del Cid, le traslada a sus paseos por los zocos de Mosul y Bagdad, de Damasco y la destruida Alepo.

DICE Rafael Valencia (Berlanga, Badajoz, 1952) que a la altura de ese banco de la Plaza Nueva en el que están sentadas dos señoras, frente a la Consejería de Gobernación, debieron iniciarse los estudios de árabe en Sevilla. Cuando la plaza era la Casa Grande. "Allí estudiaban árabe los misioneros que después iban a Marruecos". Junto al banco, en la parada del tranvía, Beyoncé anuncia el Top Bikini. 4,95 euros. Casi cinco euros con Mario (Draghi). El arabista señala el Banco de España. "Desde la Lonja de los Genoveses hasta la Puerta del Perdón se extendía la Alcaicería de la Seda. Alcaicería en árabe significa producto de lujo, se inspeccionaban a la salida de la mezquita aljama".

El paseo en realidad empieza con una alcaicería de menos lujo. El Jueves. Suq al-jamís. El mercado del jueves en árabe. El académico saluda en la calle Feria a Juan Luis Ravé, historiador del arte y comisario de la exposición del mudéjar en el palacio de los marqueses de La Algaba.

Es una calle entre antiguas mezquitas, en las iglesias de Ómnium Sanctórum y San Juan de la Palma. Más arabescos que arabismo. Verá paralelismos entre esta mañana sevillana con los zocos que atravesó en Bagdad, ciudad a la que llega en 1977, y Mosul, en Iraq; los de Damasco y Alepo, la ciudad siempre destruida desde el siglo XII, nunca antes con tanta saña. Atlas árabe que evoca el poema de Juan Sierra Bombardeo de poblaciones abiertas.

"Más de una vez hice en coche el viaje Sevilla-Bagdad, Berlanga-Bagdad para ser exactos". Obviaba Turquía, metía el coche en barcos por las islas de Chipre y Rodas, pasaba por Siria y Líbano hasta Bagdad, donde su maestro Emilio García Gómez fundó en 1957, el año que cae la monarquía iraquí, la Escuela de Estudios Hispano-Arabes. "Fui en un Peugeot 504 y volví en un Volkswagen escarabajo brasileño".

Vemos a Benito Moreno con su hija Beatriz. "Buen cantante y mejor pintor". ¿Tendrá algo de árabe el librero Luis Andújar, el clásico junto a Montesión y Vizcaíno? Buen surtido. las Mocedades del Cid. "Cid significa señor en árabe", dice Valencia, "fue soldado de fortuna en Zaragoza y señor de taifa en Valencia". Textos medievales del maestro Márquez Villanueva, "uno de los mejores estudiosos de la influencia árabe en la literatura española". Y una joya, lujo sin alcaicería, Las naciones enfermas de la era moderna, impreso en Kuwait y editado por La Casa Islámica.

Donde se estrecha Feria camino de Regina tiene Federico Valcárcel su puesto de monedas. "Cuatro por un euro". Más barato que el top bikini. "Ésta tiene que ser persa por el león", dice el vendedor. El arabista dice que es una moneda argelina. "Ésta es iraní". Mucha moneda, poco dinero, pensará el Risitas, que pasa junto al Archivo de Protocolos. "La ciudad de Fez tiene una gran influencia sevillana. Muchos de los que se fueron en el siglo XIII se llevan a Marruecos el dinero y la normativa de mercado".

Fortaleza y mercado. Ecos de Ramón Carande. Metropol Parasol, jaima superlativa. "Ahí acudo al Lorca de Sánchez Mejías, que no quiero verlo". Al rey que configura la ciudad, que construye el palacio gótico en el Alcázar, la ciudad le dedica una calle que antes se llamó Burro. Pasamos y contamos las Siete Revueltas.

El Salvador. Primera mezquita de la ciudad. La que manda construir Ibn Adabbás. Tiendas de la plaza del Pan. La hegemonía se fue para el sur, la senda de Entrecárceles y la calle de Sierpes donde estuvo preso "uno de los grandes personajes de Sevilla". Y le hace una reverencia a Cervantes. Glosa a quien luce su premio, Caballero Bonald, por su arhivo del Cante Flamenco, "el disco duro de Andalucía". Esa simbiosis de Lole Montoya con Egipto, de Lebrijano con Marruecos. Quedamos para ir otro día de Pascual de Gayangos a Laraña. La Sevilla clásica que hablaba árabe.

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