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Calle Rioja

Unos auditores muy exigentes

  • Inspección. Representantes de diferentes colectivos de discapacitados revisaron los niveles de accesibilidad del remozado parking que Aussa gestiona en el Arenal.

La llaman auditoría voluntaria, pero resultó mucho más severa que si la hubieran hecho profesionales. Teresa Fernández (La Palma del Condado, 1962) cree que las escaleras deberían tener una banda amarilla para que las personas con visión reducida distingan los peldaños. Eloísa Sánchez (Sevilla, 1982) echa en falta un pasamanos en la rampa.

Teresa es técnica de rehabilitación de la ONCE y Eloísa técnica de accesibilidad de la Confederación de discapacitados físicos y orgánicos. Ayer participaron en la visita que Aussa (Aparcamientos Urbanos de Sevilla S.A.) organizó al parking del mercado del Arenal para validar in situ los accesos al subterráneo de la plaza de abastos que fue cárcel del Pópulo y mercado de Entradores. La escalera le compete al mercado, la rampa a la empresa del parking.

Manoli Pérez Alonso (Sevilla, 1971) tiene un 42% de sordera. Oye gracias a un implante coclear. Aparcó su vehículo en el parking del Arenal y observó una limitación que es paradójica consecuencia de una conquista ciudadana. Javier Polo, director de Calidad de la empresa de aparcamientos, explicó ante la máquina expendedora que en aplicación de la ley de Protección de Datos se suprimió la cámara que llevaba incorporada. "Un sordo no puede oír por el interfono", señala Manoli, "pero al quitar la cámara no le pueden leer los labios".

Esta auditoría voluntaria es un compromiso que Aussa adquirió en unas jornadas técnicas. "Me llevo más deberes de los que esperaba". Javier Polo no dejaba de tomar nota. Abajo esperaba a la singular comitiva José Carlos Cabaleiro, director general de la empresa. Teresa, la técnica de la Once, fue a la cita en autobús urbano: un medio muy coherente, ya que Tussam es socia mayoritaria de Aussa (51%), mientras que el 49% restante pertenece a Azvi.

En sus sillas de ruedas visitaron el aparcamiento Paco Aguilar, principal inductor de esta inspección, y Javier Vélez, un ingeniero industrial que sufrió un accidente de tráfico cuyas secuelas mitigó con un ascensor en su casa y un vehículo adaptado, un Chrysler color burdeos con el acelerador y el freno manuales que ocupaba una de las seis plazas para coches de discapacitados.

Teresa, Eloísa y Manoli valoraron muy positivamente la señalización de los aseos y el avisador que suena cuando están ocupados. "Echo en falta señales escritas, visuales o luminosas para los sordos", dice Manoli, que trabaja como auxiliar adminitrativa en Fapas (Federación Andaluza de Familiares de Personas Sordas).

Una auditoría, explicó Javier Polo, conlleva no conformidades y acciones de mejora. La prueba fue superada con leves lagunas como la baja altura del cartel que prohíbe el paso a las inmediaciones de la máquina expendedora o la indefinición de las plazas para discapacitados. "La señal es indicativa, pero debe ser prohibitiva", comenta Eloísa con conocimiento de causa. La empresa se comprometió a resolver las demandas.

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